CUANDO CALIENTA EL SOL. Parte II: Perdido en el Deininger.

PARQUE WALTER THILO DEININGER

Para visitar el interior del parque decidimos hacerlo en nuestra bicicleta, una excelente decisión porque en realidad era bastante distancia que recorrer y la mayoría de los senderos se pueden transitar con bicicleta.

La entrada al parque está a la orilla de la carretera, se encuentra bien señalizada y es fácil de identificar; además, está llena de flores y de mucha vegetación. Como nuestra misión era acampar dentro del parque, tuvimos que enviar una  solicitud de permiso con 10 días de anticipación para que nos otorgaran un permiso para acampar. Esta carta debe ser entregada personalmente en el Instituto Salvadoreño de Turismo (ISTU), a la unidad de Parques Recreativos, ubicada en la 41.ª avenida norte y Alameda Roosevelt n.º 115, en la ciudad de San Salvador.
Posteriormente recibirán  una autorización que deberán presentar al guardaparques, quien les asignará una zona de camping y deberán cancelar una tarifa de $6. Existen dos zonas de camping: una cerca del estacionamiento, de los servicios sanitarios, del agua potable y de la electricidad,  y la otra cerca del mirador que se encuentra arriba del cerro, en donde no existen todos estos servicios. El parque cuenta con seguridad las 24 horas del día y también con unas cabañas muy básicas, que cuestan $10 la noche.

Esta empinada cuesta es conocida como la cuesta «El Mal Paso», ya que dicen los lugareños que por acá transitaban carretas tiradas por bueyes y era un camino muy difícil de recorrer, por lo accidentado del terreno.

EXPLORANDO

En el interior de la cueva se pueden observar formaciones rocosas muy peculiares, además de ser el hogar de murciélagos y otros animales silvestres.

El parque cuenta con una extensión de 1,047 manzanas de terreno, llenas de vegetación tropical propia de la zona costera de nuestro país. El lugar es una de las pocas áreas protegidas de El Salvador que se convierten en santuario para 25 especies de mamíferos, 27 especies de reptiles y 115 especies de aves, plantas medicinales y árboles en peligro de extinción; de aquí su importancia y valor para nuestro país.  En el parque se puede experimentar tres diferentes tipos de bosque: bosque de galería, seco caducifolio y secundario.
Como parte de nuestra aventura decidimos ir en bicicleta hasta la frontera norte del parque, justo donde esta reserva forestal termina y se junta con la civilización que se encuentra a unos tres kilómetros de la entrada principal. A principios de 2015 un incendio afectó los sectores de “El Coyolar”, “Chanseñora” y “Río Amayo”,  perjudicando unas 400 manzanas de vegetación. El origen del incendio se detectó cerca de dicha frontera, aunque nunca se encontró a los culpables.
Una de las primeras atracciones del parque se encuentra en la cueva del Encanto, del Misterio o del Cura, una caverna de unos 15 metros de largo y cinco de profundidad, refugio de murciélagos y otros mamíferos pequeños, como las cotuzas que se refugian entre las piedras, lejos del sendero principal. En la parte superior se pueden observar helechos, hongos y diversidad de plantas que aprovechan la humedad de las paredes del túnel, que le dan al lugar un aspecto verdoso y algo misterioso. De ahí surgen muchas leyendas y cuentos que son parte del atractivo de este lugar.

El trayecto era de subida y en parte del sendero tuvimos que empujar nuestra bicicleta. El calor y la humedad son dos factores que se deben de considerar; por eso es indispensable llevar mucha agua.

Continuando por el sendero principal llegamos a un cruce de caminos y nos encontramos con el sendero del Mirador y el de la ruta de la aventura por el sendero de Chanseñora. Tomamos este último, el cual nos llevó, aunque cuesta arriba, por un exuberante sendero lleno de paisajes y vegetación caducifolia. Entre los lugares más interesantes de este sendero está el lugar conocido como «El Mal Paso», una pendiente de piedra que, según cuentan los lugareños, antaño la ruta era transitada por carretas tiradas por bueyes y los percances eran frecuentes debido a lo accidentado del terreno.
Entre caminando y pedaleando, una hora y media después llegamos hasta nuestro objetivo: la frontera norte del parque, ubicada en el Coyolar. La línea divisoria del parque era una simple cerca con alambre de púas; al otro lado se encuentra el cantón el Palomar, y pudimos observar el impacto que la mano del hombre tiene sobre la naturaleza. Luego de caminar entre vegetación, árboles y sonido de pájaros nos encontramos árboles quemados, cenizas y deforestación. Un hombre corta a unos 10 metros de la frontera un árbol para sacar leña. Los rótulos informativos tampoco estaban, me imagino que eran los que daban la bienvenida al parque.
Pensamos que el recorrido de regreso  iba a ser más rápido, pero un mal cruce en el camino nos hizo que tomáramos otra ruta, alejándonos unos dos kilómetros del trayecto original. Entre camino de tierra fuimos a salir cerca del camino vecinal a San José Villanueva, cerca de la hacienda Jacaranda, en donde encontramos la carretera del Litoral.
Nos esperaba nuestro campamento. Bastante deshidratados y con hambre nos aguardaba una suculenta cena de espaguetis con salsa de tomate y chorizo. A pesar de estar en invierno, tuvimos suerte de tener una noche tranquila, no muy calurosa y sin zancudos. Luego de esta caminata, la noche se nos hizo corta.

¿Quién era Walter Thilo Deininger?

Nació en Sololá, República de Guatemala, el 11 de septiembre de 1891; de padres alemanes, país al que fue a estudiar. Cuando tenía 20 años regresó a El Salvador, y desde 1912 empezó a asumir la responsabilidad de los negocios de la familia. Fue un trabajador incansable que siempre estuvo cerca de sus colaboradores, amaba la naturaleza y la vida sencilla. En 1939 obtuvo la nacionalidad salvadoreña por naturalización y perdió la nacionalidad alemana.  Su obra benéfica fue amplia y comprendió donativos en diferentes sectores. Por ejemplo, en educación construyó:

– Escuela Normal de Maestros «Alberto Masferrer»
– Colegio Santa Isabel, de Cojutepeque
– Escuela de Artes y Oficios del Colegio Santa Cecilia, de Santa Tecla
– El Centro Escolar «Walter Thilo Deininger», en Antiguo Cuscatlán
– Kindergarten Nacional de Antiguo Cuscatlán
– Hospicio Belén, de Santa Tecla
– Instituto Dominicano Nuestra Señora de Fátima, de Santa Tecla
– Instituto Dominicano San José, de Quezaltepeque
– Colegio Espíritu Santo, de San Salvador
– Escuela Secundaria de Quezaltepequei

Deininger colaboró en la construcción del Santuario de Guadalupe (Basílica de Guadalupe), la iglesia de Antiguo Cuscatlán; iglesia de San Antonio, de Santa Tecla; iglesias de los cantones San Antonio y San Juan Los Planes. De igual forma, contribuyó en obras de beneficencia tales como: la Casa de San Vicente de Paúl y la Casa de la Misericordia, de Soyapango. En el área ecológica, como ya ustedes lo pudieron observar, dejó una amplia reserva forestal en la zona de San Diego; la cual donó al Gobierno de El Salvador, la cual actualmente ocupa el parque que lleva su nombre.

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