CUANDO CALIENTA EL SOL. Parte III: En memoria.

A las 5:30 de la mañana fuimos despertados por el canto de chontes, chejes, pijuyos y chachas; era un concierto de hermosos sonidos, tanto que no daban ganas de levantarse, pero debíamos hacerlo, ya que la jornada de este día sería pesada. Nuestra ruta nos llevaría por toda la carretera del Litoral hasta la autopista a Comalapa, y de ahí hacia Olocuilta, donde almorzaríamos, para luego continuar hasta San Salvador. Un total de 55 km aproximadamente y una gran probabilidad de lluvias, sobre todo en la parte alta de la ruta.

La carretera del Litoral es una vía que tiene tráfico de mediana intensidad; cuenta con hombros en buenas condiciones, lo que permite viajar en bicicleta tranquilamente.

 

Lo más hermoso de nuestro país es el contraste, no solo en su cultura y paisaje, sino también en el clima. Uno se viene asando del calor y unos minutos después está empapado y con frío. ¡A quién no le ha pasado esto!

La parte inicial del recorrido no planteaba mucho desgaste físico sino hasta el desvío de la autopista a Comalapa. Desde el Deininger nos esperaba terreno plano y una carretera de dos carriles con hombro, que hizo que la pedaleada fuera tranquila, algo calurosa, pero muy fácil para pedalear. Si a esto le sumamos que el día estaba nublado, eso hizo que el calor no fuera tan pesado. A eso de las 10 de la mañana alcanzaba los 39 ºC; usualmente alcanza los 41 ºC como mínimo. Era el segundo tramo el que presentaba bastante exigencia física, ya que debíamos realizar una escalada desde el nivel del mar hasta los 800 metros, con pendientes entre 10 y 20 grados de inclinación. En total serían unas 4.5 horas de pedaleada hasta el monumento Cristo de la Paz. Gracias a Dios, cerca del mediodía, a la altura de Cuyultitán, en el momento en que el calor era más intenso, se vino una fuerte tormenta que nos refrescó y nos dio energía para continuar pedaleando hacia arriba.

 RESPETO AL CICLISTA

Algo que debo destacar es que muchos traileros respetan a los ciclistas. Muchos, a pesar de que uno va en el hombro, se hacen a un lado para proteger al ciclista. ¡Muchas gracias! No puedo decir lo mismo de los buseros y de algunos automovilistas.

Antes de salir de Olocuilta nos enteramos de una triste noticia: un subcomisionado de la PNC, en aparente estado de ebriedad, había atropellado a dos ciclistas en la carretera del Litoral, cerca de Tamanique. Los dos ciclistas fueron llevados al hospital en grave estado, y esta noticia, tomando en cuenta que fue cerca de donde estábamos, nos tocó mucho,  ya que todavía hay mucho que hacer para concientizar a los conductores en nuestro país, no solo en el tema de respeto a los ciclistas, sino en cuanto a respeto de las leyes de tránsito. La excesiva velocidad, el uso de celulares al manejar, conducir en estado de ebriedad e irrespetar hasta la más mínima ley de tránsito son síntomas de que todavía en nuestro país no existen medidas ejemplarizantes para los que tienen el privilegio de conducir un automóvil. Debo destacar algo muy importante: cuando pedaleo en ciudad siempre me encuentro con que los conductores de vehículos livianos y buseros son los que no respetan el metro y medio de distancia del ciclista. Es escalofriante y aún no me acostumbro cuando los autos y buses me pasan zumbando cerca del oído, pero en la carretera es igual, aunque con una gran diferencia con los traileros. Los conductores de tráileres casi siempre se abren y dejan una distancia de 1.5 m entre el ciclista. Esto evita que el aire que van partiendo esas moles desestabilicen a los ciclistas y respetan su espacio. ¡Muchas gracias, señores traileros!

LO MÁS BELLO DEL CICLOTURISMO

Los salvadoreños tenemos inventiva y sonrisas para regalar.

No hay nada que pueda describir la emoción de viajar largas distancias en una bicicleta solo utilizando la energía de nuestro cuerpo; de estar ahí, en una simple bicicleta, sintiendo el viento, el sol, la lluvia, el frío; de ir viendo cada detalle del paisaje que desde un automóvil  no puede ser apreciado. No hay manera de explicar lo que se siente cuando se termina de subir una cuesta que pensábamos no conquistaríamos.
Una de las cosas interesantes del cicloturismo es que viajamos tan lentamente que eso nos permite ver lo que usualmente no apreciamos cuando vamos a 90 km/h en un carro: cada detalle del paisaje, rótulos, quebradas, los sonidos de los pájaros, ver la sonrisa de las personas, un «buenas tardes, que Dios lo bendiga», una sonrisa, casas escondidas a la orilla del camino; vistas tan típicas de nuestro país que muchas veces no observamos por ir de prisa. En una bicicleta se aprecia todo el esplendor de la obra divina en cada detalle. Solo desde una bicicleta.

Luego de 3.5 horas de subida, el recorrido finalizó en el monumento al Cristo de la Paz. La tarde era soleada y fresca. Muchas personas compraban atol de elote y otros, sentados en una banca, observaban a sus hijos pequeños jugar subidos en una bicicleta. Todos disfrutaban de lo hermoso de nuestro país.

 

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