La bicicleta es, para la mayoría de los niños, el primer vehículo en su vida, y en los países del Tercer Mundo, quizá, el único. Por extraño que parezca, se le coge un gran cariño. Existen más de dos billones de bicicletas en el mundo y cada vez más la necesidad de un medio de transporte que no contamine es una prioridad para nuestro planeta.
El pasado Día del Niño, en KmCero503 quisimos hacer algo para compartir nuestra alegría de poder pedalear en nuestra bicicleta por todo el país, pero más que eso, quisimos entrar en ese mundo de los niños, tan especial para ellos, pero tan lejano para nosotros.
La idea era compartir los beneficios y la versatilidad de este vehículo que, a pesar de tener más de 200 años, no ha perdido su práctica y sencilla forma para transportarnos propulsados por nuestra propia energía. Esto, para un niño, es algo mágico, es como desplazarse volando sobre el piso; nos puede mover frente a la cuadra de nuestra casa como nos puede llevar alrededor del mundo.
Nuestro objetivo era compartir con ellos una mañana llevándolos de un lugar a otro transportados en un carrito especial para niños. Como todo lo que van descubriendo a su alrededor, esta experiencia era algo nuevo para ellos. Muchos ya se han subido en autos o buses, quizá hasta en aviones, pero la idea de subirse en algo tan sencillo y práctico iluminaba sus ojos.
Además del recorrido, queríamos hacer algo que muy pocas veces los adultos hacemos con los niños: escuchar lo que decían. Y les hicimos preguntas como ¿qué piensas de la bicicleta?; si fueras presidente de El Salvador, ¿qué harías con las bicicletas?
Quedamos sorprendidos con sus respuestas, pero también quedamos maravillados de ver sonrisas en sus rostros, la alegría y esa chispa en los ojos que nosotros los adultos hemos dejado engavetada en algún rincón de nuestro corazón. Quizá cuando montamos nuestra bicicleta ya hemos perdido esa sensación de maravillarnos con este medio de transporte que cada vez va retomando su lugar en nuestra sociedad y el mundo entero.