POR LAS TORTUGAS | Parte II: Invasión plástica

 

Pedalear en la playa es una experiencia muy gratificante. Estar frente al mar, con la brisa, el sol y la bicicleta, no tiene precio. La costa salvadoreña tiene muchas playas que permiten realizar esta actividad y una de ellas es la Costa del Sol, en el departamento de La Paz. Está ubicada a unos 65 kilómetros, y por su amplia playa y su oleaje tranquilo es uno de los lugares más visitados por turistas.

Esta zona también es considerada como el complejo turístico más grande del país, ya que cuenta con playas, islas, bocanas, estero, manglares y otros atractivos naturales, entre los cuales podemos mencionar: playa San Marcelino, playa Los Blancos, estero de Jaltepeque, bocana Cordoncillo, isla Tasajera, bocana Río Lempa, La Puntilla, entre otros.

La Costa del Sol, desde la playa San Marcelino –cerca de la desembocadura del río Jiboa– hasta la Puntilla, tiene una longitud de 17 km. Debido a que su arena es grano grueso y la inclinación de su playa es intermedia, entre 5 y 15 grados, es ideal para pedalear, sobretodo en marea baja.

La gran decepción

Esta ruta nos presentó dos retos. El primero fue que la marea estaba alta a la hora  de nuestra pedaleada, por lo que tuvimos que hacerlo entre la arena suelta de la orilla y la mojada de la playa. Era todo un reto guardar la cadencia y el equilibrio, pero fue divertido, ya que entre ir esquivando las olas y tratar de no caerse, fue todo un desafío.  Si tu quieres hacer esta ruta, te recomendamos lo hagas durante la marea baja… Bueno, en ambas será divertido.

Esta playa es hermosa, y el segundo reto fue tratar de llevar la mayor cantidad de basura en nuestra alforja, ya que el común denominador en todo el trayecto fueron los desechos plásticos. La mayor parte de la basura era de plástico «de un solo uso». La mayoría de los desechos que encontramos eran colillas de cigarro, botellas de todo tipo, envoltorios de alimentos, bolsas de supermercado, tapas de plástico, pajillas, agitadores para café, cubiertos de plástico, empaques y pedazos de durapax (poliestireno).

Esto fue muy decepcionante y frustrante, ya que mucha de esta basura plástica proviene de la ciudad.
Al encontrarnos una cuchara plástica tratamos de imaginarnos su viaje hasta esta playa y pensamos que luego de ser tirada a la calle, cayó en un tragante, luego a un río y finalmente terminó aquí en una de las playas más hermosas de El Salvador.

¿Cuánto tiempo pasó desde que fue utilizada solo 5 minutos para comer algo y apareció aquí en la Costa del Sol? Pues la verdad que no importa, ya que estos desechos tienen más tiempo de vida que cualquiera de nosotros. Por ejemplo: esta cuchara de plástico, al igual que las bolsas y botellas, se tarda 150 años en desaparecer; una botella de vidrio tarda hasta 4,000 años; una botella de gaseosa o jugo, 1,000 años; una lata de aluminio, 10 años; un trozo de goma de mascar, cinco años; y una colilla de cigarro, hasta 15 años en degradarse.

Mucho por hacer

Aunque este tipo de contaminación es el resultado del comportamiento irresponsable de muchos salvadoreños, incluyéndonos a nosotros, se debe también –y en mucha mayor medida– a los sistemas deficientes de gestión de desechos sólidos y reciclaje que existen en nuestro país. Se debe a las inexistentes leyes que prohíben o regulan el uso de este tipo de plásticos.


En países de la región centroamericana, como Guatemala y Costa Rica, nos llevan mucha ventaja ya que existen varias iniciativas de prohibición de uso de plástico de un solo uso. Por ejemplo, cinco municipios de Guatemala ya cuentan con prohibiciones específicas para este tipo de plásticos.
En general, estas regulaciones se enfocan en prohibir el uso, distribución o venta de bolsas, pajillas y todos los desechables de durapax. Los primeros resultados que han generado estas prohibiciones ha sido el aumento de los ingresos económicos alternativos de las municipalidades debido a las multas, ya que hay personas que se niegan a ver el daño al medio ambiente.
En el caso de Guatemala, estos municipios promueven, sobre todo en el comercio, el uso de servilletas, bolsas de tela y papel, canastos y empaques biodegradables, incluyendo hojas de plátano para servir los alimentos. Aunque no se tiene aún un efecto claro de lo que estas prohibiciones han causado, es importante tomar ejemplo de ellos, pues son pioneros en la región. Además consideramos que el efecto palpable sería ver el medio ambiente sin esta basura contaminando la playa.

Pero ¿qué podemos hacer nosotros? Debido a que no hay una legislación que regule estos desechos, nosotros debemos de comenzar a educarnos y educar a las nuevas generaciones a no utilizar los plásticos de un solo uso: cubiertos y platos de plástico y durapax, bolsas de plástico y botellas, pajillas y removedores de café. La misión que todos deberíamos tener se resume así: dejar de usar plástico de un solo uso, reutilizar, reciclar y no tirar la basura en la calle y mucho menos a los ríos y al mar. Hay mucho que hacer, pero es trabajo de todos.

Rumbo a la isla

Luego de 17 kilómetros llegamos a La Puntilla, que está ubicada en la desembocadura del estero de Jaltepeque. Este lugar es muy concurrido por turistas y la cantidad de negocios que hay aquí permite tener una variedad de oferta gastronómica.


De aquí tomaremos una lancha hacia la isla de Tasajera, en donde visitaremos un vivero de tortugas. Pero antes conoceremos uno de los 12 restaurantes flotantes que se encuentran en el estero. Estos negocios son estructuras que han sido edificadas en las zonas menos profundas del estero y son muy visitados porque son un lugar diferente donde ir a comer o a beber algo.

El trayecto lo hicimos en la lancha de Andrea, propiedad de Gustavo, quien ofrece sus servicios a los turistas con diferentes tours de 45 minutos por diversas zonas del estero de Jaltepeque. «Los llevo a los restaurantes flotantes. El paseo a los manglares, en el cual se pasa por los canales y se puede observar la vida silvestre de la zona: garrobos, mapaches y uno que otro lagarto. Ahí es donde sacan las conchas de donde se hace el cóctel y los tradicionales punches (cangrejos)», comenta Gustavo. A Gustavo lo pueden encontrar en el rancho Mamá Timo, ahí los atenderá para trasladarlos a diferentes lugares de este hermoso estero que ofrece una variedad de lugares interesantes.

El Hard Rock Café

Desconozco por qué los salvadoreños tenemos la fijación de colocarle nombres en inglés a los negocios o las estrategias de publicidad, etc. ¿Más caché?, ¿hacernos internacionales? o ¿ayudarle a los salvadoreños en el exterior a sentirse más cómodos cuando regresan a casa?

Bueno, cualquiera que sea la decisión por la cual ponen esos nombres, llegamos al restaurante flotante Hard Rock Café Yeimita, el cual es atendido por su propietaria Yeimi, una cocinera originaria de la isla de Tasajera con 11 años de experiencia y ocho de ser la dueña de este restaurante.

El restaurante tiene dos cualidades muy significativas, tal como lo explica Yeimi:  «Aquí todo es fresco, por eso el pescado usted lo siente delicioso, porque es pescado del día y cocinado a leña. Aquí le tenemos de todo: cócteles, conchas, camarones y pescado; bebidas bien heladas y una variedad de platillos», explica Yeimi.

En cuanto a los precios, son medianamente económicos, pero el lugar vale la pena. Debido a su ubicación es un lugar fresco, pintoresco y muy agradable. Es una experiencia muy diferente a comer en un restaurante a la orilla, por tanto lo vale.

Cerca de Tasajera

De aquí a la isla Tasajera son un par de minutos. Ese es nuestro destino final a donde iremos a visitar un lugar muy especial. Este día fue, por una parte, muy bonito; pero por otra, muy triste, ya que la cantidad de basura que encontramos en la playa es abrumadora.

Nuestra alforja estaba casi llena y aún así había mucho más que recoger. Pero la verdadera gran preocupación es la indolencia de los salvadoreños en cuanto a la basura plástica de un solo uso. Considero que aunque hubiese una legislación al respecto y severas sanciones, la basura plástica continuaría apareciendo, ya que el problema no son únicamente las leyes, sino también la actitud y la conciencia de todos los salvadoreños que aún sabiendo el daño que hacemos a la naturaleza continuamos utilizando plástico de un solo uso a diestra y siniestra. Mientras no cambiemos nuestra actitud, la ecología seguirá pagando por nuestras malas decisiones.

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