EL LEJANO ESTE | Parte I: a galope

Cuando nos subimos a la bicicleta y comenzamos a pedalear, se siente como que montáramos un caballo y cada pedaleada se convierte en el galope de un corcel de acero. Aunque el camino se vea largo, será ese galope de nuestras piernas el que nos hará avanzar y llegar a nuestro destino. En este primer capítulo iniciamos el tour hacia el Lejano Este salvadoreño. Esta vez nuestro punto de destino será Conchagua, La Unión. ¿Por qué pedalear hasta allá? Bueno, este tour lo hemos planificado durante un año viendo rutas, tramos y condiciones del terreno. Además, el Lejano Este salvadoreño, o mejor conocido como «el oriente», es una tierra llena de muchas cosas hermosas y tradiciones que en el centro o en el occidente del país no son iguales.

Equipados y listos nos despedimos de la ciudad de San Salvador con una bella vista.

Conchagua es una población con mucha historia en nuestro país, ya que fue ahí que en 1522 una expedición mandada por Gil González Dávila, bajo el mando de Andrés Niño, descubrió el golfete de Chorotega, al que llamaron golfo de Fonseca en honor de fray Juan Rodrigo de Fonseca, en aquel tiempo presidente del Consejo de Indias. Andrés Niño descubrió una isla grande poblada llamada Meanguera, a la que denominó «Petronila» en honor de una sobrina de Fonseca. Para esas fechas los nativos de dichas islas formaban una cantidad ya considerable de personas; también existía en tierra firme otro pueblo conocido como los Amapalas, cuyo asentamiento estuvo en el lugar que actualmente se conoce como Pueblo Viejo, a pocos kilómetros al oriente de la ciudad de La Unión.
Además, nuestro tour llega hasta Conchagua con la intención de conocer su iglesia colonial  en honor de Santiago Apóstol, una de las pocas estructuras coloniales que se mantienen intactas desde su construcción, hace ya casi 334 años. Este es un tour de aproximadamente 400 kilómetros, ida y vuelta, partiendo desde el Kilómetro Cero hasta el pueblo de Conchagua, en La Unión. Un recorrido de siete días por diversos lugares de nuestro país, explorando  y observando lo que solamente galopando lentamente sobre una bicicleta podremos observar.

Con aroma a café

Ricardo Castaneda es un emprendedor que desea llevar la tradición del café de palo a todas las familias salvadoreñas.
Un dólar cuesta este café cuyo aroma es delicioso.

El primer tramo que teníamos pensado realizar era de 60 kilómetros desde San Salvador hasta Zacatecoluca. Este tramo era casi todo en descenso y decidimos transitar los primeros kilómetros sobre la carretera a Comalapa, pero luego nos desviamos hacia la calle vieja a Zacatecoluca, en la salida hacia Santo Tomás, para tomar una ruta con menos carga de vehículos. Antes de llegar al desvío hacia la «calle vieja» (debo aclarar que a pesar de este nombre no tiene nada de vieja, pues está en muy buenas condiciones) nos encontramos a Ricardo Castaneda, de 66 años, un emprendedor salvadoreño que vende un café llamado «Café d’Palo».
«Esta es una marca y un producto que yo la inventé, porque quería exportar algo del país y lo único que había en cantidad todos los años era café. Entonces esta es una fórmula para la base de la pirámide del mercado, para el pueblo…. se llama Café d’Palo porque el mismo pueblo me dio el nombre. Café de palo significa café puro… aquí ha venido un montón de gente que me ha felicitado porque le he hecho recordar a su mamá, a sus tías, ya que cuando estaban pequeños les daban café de palo. A este tipo de café le dicen la ‘leche’, porque a los niños pequeños se los dan porque es más accesible para la gente pobre», asegura Castaneda. Este emprendedor se desplaza en un automóvil rotulado de forma peculiar y, debido a que no tiene un punto específico donde estacionarse, por las mañanas lo hace sobre la carretera hacia el Aeropuerto Internacional, en Comalapa, ya que puede ofrecer su café para que los hermanos salvadoreños en el exterior lo vean y compren su producto. Cada libra vale $1. Si usted está interesado en adquirir su producto, lo puede hacer llamando al 7773-0007.

Entre peces y pedales

Antonio Franco muy amablemente nos muestra su negocio de taller de bicicletas y venta de peces.
Los hermosos peces koi; su color naranja los hace atractivos para los amantes de estas mascotas.

El día era soleado pero no tan caluroso, al menos en esta zona alta del país. Ya entrando a la calle vieja hacia Zacatecoluca, una calle de dos carriles sin hombros en donde debido a su baja carga vehícular se puede desplazar tranquilamente en bicicleta, una de las primeras poblaciones que nos encontramos fue Santo Tomás, en San Salvador, una población bastante activa en donde la economía del municipio se basa en la agricultura. Ahí se cultiva café, caña de azúcar, hortalizas y frutas; en cuanto al comercio, hay productos elaborados de la caña de azúcar, fabricación de muebles de madera y productos pirotécnicos, entre otros.
Sobre el kilómetro 10 de dicha carretera, cerca de Santo Tomás, en la colonia Los Izotes, nos encontramos un peculiar negocio llamado «Acuario y Bicirrepuestos Emmanuel», en donde su propietario, Antonio Franco, ha cumplido su sueño de poder trabajar con sus dos pasiones: las bicicletas y los peces.
Cuenta con un taller y venta de repuestos de bicicleta y venta de una gran variedad de peces. Podríamos decir que están bien surtidos de peces. «Tenemos peces koi, bagres, tiburones colombianos y una gran variedad», comenta Franco.  Ya saliendo de Santo Tomás nos encontramos la población de Santiago Texacuangos sobre el desvío hacia la carretera Panorámica, una ruta que hicimos el año pasado y que nos trae gratos recuerdos. Unos kilómetros más abajo encontramos la entrada a Olocuilta. No les puedo negar que me surgió el deseo de pasar a comer un par de pupusas de arroz,  pero teníamos un largo trecho que recorrer; nuestra meta del día: Zacatecoluca. Ese era nuestro plan, pero tuvimos que detener el camino.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *