“Cuanto más inteligente sea la computadora, más tonto será el usuario”

Por decir lo menos, la frase en el título es polémica y hasta un poco insólita. Es apenas una muestra del tipo de reflexiones contenidas en el libro “Superficiales ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?”, de Nicholas Carr. Éste es el mismo autor que generó tantos debates cuando en 2004 publicó su libro “IT doesn’t matter” (traducido como “Las Tecnologías de la Información ¿Son realmente una ventaja competitiva?”), sosteniendo la tesis de que las TIC ya no deben considerarse un elemento diferenciador en las empresas, puesto que son tan esenciales como la energía eléctrica y el agua para operar cualquier negocio.

En esta nueva publicación, editada en español en 2011, Carr explora, documenta y reflexiona sobre los cambios que nuestra continua interacción con Internet está provocando en nuestros cerebros, incluso fisiológicamente.

Los indicios que aparecen documentados en esta publicación pueden darnos pauta para reflexionar y, si encontramos la forma, anticiparnos a los retos que se plantean respecto a la conversión de nuestros cerebros y habilidades para reflexionar, analizar, meditar y sentir. La vasta documentación incluida debe, al menos, hacernos revisar algunas de las aseveraciones que hasta hoy hemos dado por sentadas.

La relación con nuestras herramientas

Cuando tomamos un martillo, éste se convierte en parte de nuestra mano, en una extensión que nos permite dar golpes con mayor fuerza que con nuestro puño. Por otro lado, mientras lo tengamos sostenido, nuestra mano solamente puede martillar. Esta relación simbiótica y en doble sentido es lo que nos sucede con cada herramienta, dispositivo e invención que hemos creado a lo largo de la historia.

Nadie niega los beneficios del uso de estas herramientas, entre las que las computadoras y los programas que ejecutamos en ellas ocupan un lugar especial por su versatilidad y gran flexibilidad. Lo que debemos cuidar es el efecto de la herramienta en nosotros.

Algunos elaborados experimentos, como los conducidos por el holandés Christof van Nimwegen, parecen demostrar que mientras más útil y servicial es un programa de computadora respecto a las tareas que el humano debe realizar, orientándole continuamente en sus posibles respuestas y acciones, menos capaces se vuelven los usuarios de resolver problemas por propia cuenta. Es como si nos acostumbramos a que alguien (o algo, en este caso) haga las tareas de pensar por nosotros.

La conclusión Van Nimwegen es que “a medida externalizamos la resolución de problemas y otras tareas a nuestras computadoras, vamos reduciendo la capacidad de nuestro cerebro para construir estructuras estables de conocimientos que luego puedan aplicarse a nuevas situaciones”.

La reducción de nuestra autonomía

Adicionalmente, aunque Internet nos abre un amplio mundo de posibilidades, de información y de nuevas formas de aprender, también es verdad que nos impone un guión, una forma de hacer las cosas y una estructura mental que no hemos decidido nosotros. Seguir un vínculo proporcionado por Google, hacer click en “Me gusta”, limitarnos a 140 caracteres para expresar una idea, son conceptos y acciones que seguimos, aunque no hayamos participado en su concepción y ni siquiera conozcamos su razón de ser.

El mismo McLuhan, teórico de las comunicaciones, advirtió hace tiempo que nuestras herramientas acaban por adormecer cualquiera de las partes que amplifican. Gracias al telar, los tejedores producen más tela que a mano, pero pierden la sensación de contacto con el hilo. Los agricultores pueden arar más extensiones de tierra gracias a los tractores, pero dejan de tener el contacto con la tierra. Nuestros cerebros encuentran información y datos más fácilmente en Internet, pero aletargan su capacidad de búsqueda y análisis.

Incluso la empatía, la solidaridad y la compasión pueden verse erosionados en la humanidad que utiliza intensivamente las tecnologías y la conectividad a Internet, ya que, de acuerdo a investigaciones recientes de Antonio Damasio y Mary Helen Immordino-Yang, es necesario permitir un tiempo a nuestras mentes para que analicen y experimenten las emociones más profundas de la empatía, entendiendo y sintiendo las “dimensiones psicológicas y morales de una situación”.

¿Entonces, qué hacemos?

No se trata de deshacernos de estas poderosas herramientas, pues el servicio que nos prestan es incuestionablemente útil y eficiente, en prácticamente todas las tareas en que las hacemos participar.

En primer lugar, es importante que, independientemente de si aceptamos o no lo que los experimentos y reflexiones de neurocirujanos y otros pensadores como Carr nos dicen, al menos conozcamos esas posiciones y esa documentación.

En segundo lugar, siempre es bueno un poco de autocrítica y análisis respecto a lo que hacemos con estas tecnologías: ¿Será que necesitamos estar conectados absolutamente todo el tiempo? ¿Podemos establecer una rutina de conexión y desconexión? ¿Tenemos tiempo para reflexionar y analizar lo que sea: desde la situación política hasta nuestras creencias religiosas o filosóficas? ¿Podemos concentrarnos en un tema por más de una hora? ¿Leemos un libro largo con placer?

Y sobre todo, ¿qué tipo de nueva generación estamos formando? ¿Serán capaces nuestros hijos de reflexionar, analizar, abstraerse, darse tiempo para sentir empatía y solidaridad?

¿Quién está a cargo: nosotros o nuestros dispositivos de conectividad?

 

Un comentario sobre ““Cuanto más inteligente sea la computadora, más tonto será el usuario””

  1. Interesante tema, del cual se pueden escribir mares y mares de libros, realizar discusiones la mar de prolongadas; recordemos que el ser humano es un ente en evolución, nuestro cerebro esta forjado como lo esta debido a la forma en que evolucionamos.
    El lenguaje, la imitación, la creación de herramientas en un momento llegaron a ser destacables y cosas hasta cierto punto intimidantes (eran nuevas), poco a poco empezaron a formar parte del ser humano hasta tal grado de que no se puede concebir la vida sin ellas, a lo mejor de esta misma forma el internet y las tecnologías de la información en general comiencen a incorporarse al ser humano.
    Cuando el telégrafo y el teléfono aparecieron, la gente sintió ese sentimiento de rechazo hacia lo desconocido, aparatos que lo único que harían es tenernos alejados y zombificados, mediante la experiencia sabemos que eso no fue así, son herramientas útiles que nos hacen la vida en cierta manera más fácil, desde el telégrafo no se tenia que esperar semanas para una respuesta por telegrama, cosa que en ese momento parecía fascinante y a la vez desconcertante más para aquellas personas que siempre mantienen un fuerte anhelo por el ayer.

    Si bien las tecnologías de la información limitan a nuestro cerebro en unos campos en otros los desarrollan, se a comprobado mediante estudios que nuestra memoria a corto plazo se esta deteriorando, también nuestra atención se esta viendo dañada, pero áreas encargadas de la abstracción en nuestro cerebro se están viendo mejoradas, nuestro sentido de búsqueda ha mejorado, y nuestro indice de adonde buscar que cosa crece y crece, sino veamos que generación tras generación se escucha la misma frase en las familias: «Este niño salio bien inteligente», no es casualidad, es porque realmente nos estamos volviendo más inteligentes porque estamos expuestos a entornos más complejos interactuando con herramientas más complejas (¿que grado de abstracción necesitaba un niño cuando jugaba a la chibola o al trompo?, ¿qué grado de abstracción necesita un niño que juega con un iphone o smartphone en general?), que no solo son lo que aparentan sino mucho más.

    A mi parecer es parte del cambio del ser humano, en ciertos temas deberíamos de poner un poco de énfasis para no degenerar el uso de la tecnología (aunque sea lo que sea el ser humano se las ingenia para degenerarlo), pero en otros a veces simplemente estamos siendo como aquel abuelito o aquella abuelita que siempre dice: «En mis tiempos todo era mejor» (afirmación que en gran medida se encuentra errada).

    Yo guardo mucha esperanza de que la evolución del hombre va encaminada y que el futuro no pinta tan mal como muchos creen, lastima no pueda vivir eternamente para ver todo ese cambio.

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