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El Mesias ha nacido en Belen, Aleluya Aleluya

Hace pocos días hemos celebrado el misterio del nacimiento del Mesías, el Redentor, el mundo entero lleno de jubilo conmemoro ese gran milagro de amor y de salvación de Dios para con nosotros por haber enviado a su unigénito a la tierra para que por su causa fuésemos salvos.

Jesús ha nacido eso es un hecho pero tal como lo decía  Angelus Silesius, conocido poeta alemán del siglo XVIII: “Si Jesús naciera mil veces en Belén, pero no nace en tu corazón, de nada te serviría”. Y es que muchos lamentablemente celebran la navidad de la forma pagana olvidándonos del verdadero festejado, ese ser especial y único que ha logrado transformar tantos corazones y vidas desde su nacimiento.

Cuantos adoraron a Jesús niño y reconocieron el amor de Dios al ver tan grande milagro como  los reyes magos que viajaron desde lejos para adorarle o como los pastores que  convencidos de que el Mesías había nacido fueron y postrándose dieron Gloria a Dios.

Sin duda Jesús por ser hijo del rey de reyes merecía haber nacido en un palacio o en un lugar mas digno, pero Dios lo envió y permitió que su hijo naciera en un lugar humilde para recordarnos que ante sus ojos no hay distinción, que todos somos iguales. Cuanta bendición recibieron aquellos que fueron los primeros adoradores, ahí se unieron para cantar aleluya  poniendo su mirada en el Mesías; a veces a nosotros nos cuesta dejar de lado nuestra posición para reconocer a Dios en el hermano  para darnos un abrazo con el que tenemos al lado, con el vecino con el compañero o con algún miembro de nuestra familia y nos olvidamos por completo que en la  navidad de hace 2008 años se unieron todos en ese portal y se olvidaron de sus riquezas y de sus miserias porque el amor que los llevo y los unió fue mas grande y mas especial que todo lo material.

Esta época que aun estamos celebrando nos debe dejar una reflexión para cada uno, recordar  lo que hemos hecho, sin en esta navidad le dimos entrada  al niño Dios en el pesebre limpio, ordenado y calientito de la casa, pero mas especial en el  del corazón tal como nos comprometimos en el adviento a mejorar y a poder darle lo mejor de nosotros día con día  a Jesús.

Quizá el ruido de la pólvora, la música la comida las reuniones ya hayan terminado pero si hay algo que debe empezar es el compromiso certero de acercarnos mas a Dios y de cuidar nuestro corazón de cosas vanas solo así podremos hacer presente el amor de Dios recordando como fue que Jesús vino a esta tierra lo que la Virgen María y San José pasaron, los temores las angustias, el cansancio pero todo valió la pena porque confiaron en la promesa de Dios y su fe los movía para seguir adelante.

 

Que Dios siga bendiciendo tu vida estimado lector y que estas líneas sean también un motor para empezar un compromiso de amor con Dios

 

Una verdadera educación sexual

Una verdadera educación sexual

 

Presbítero y licenciado Martín Ávalos

 

La creciente sobrepoblación, falta de valores y aumento de la delincuencia son factores que hacen que nos pongamos a pensar en qué hacer para solucionarlos. Pero una cosa es pensar y planificar qué hacer, y otra muy distinta hacerlo.

 

En la actualidad, se habla mucho de la educación sexual, a los adolescentes y jóvenes de nuestro país, para combatir los principales problemas de transmisión del VIH y la maternidad precoz. Estos problemas son los que más afectan al desarrollo óptimo de nuestra juventud. A consecuencia de ellos, dejan de estudiar, no obtienen buenos empleos y con ello contribuyen al deterioro paulatino de la sociedad, en los aspectos moral y social.

 

La iglesia no está al margen de esta situación y expresa su punto de vista al respecto de la educación sexual. El papa Juan Pablo II reservaba un puesto destacado a la educación sexual como un valor de la persona humana. Y no es para menos, puesto que como cristianos no debemos satanizar este tema. La relaciones coitales orientadas a la procreación son la expresión máxima del amor en el matrimonio. Y es responsabilidad única de los padres de familia orientar a los hijos para el uso correcto de su sexualidad. Los maestros y educadores juegan un papel de apoyo a la formación iniciada por los padres.

 

La verdadera educación sexual no consiste en promover el uso de preservativos o anticonceptivos. Más bien, en orientar la inteligencia y la voluntad de los jóvenes para que puedan tomar decisiones correctas, basadas en los principios morales y éticos que les ayudarán a llevar una vida sana al servicio de Jesús. Es importante destacar este último aspecto, puesto que si bien es cierto que se puede vivir correctamente apegado a los principios éticos, también es válido decir que sólo en Cristo los jóvenes encontrarán las fuerzas necesarias para poder vivir una etapa de su vida, que aunque parezca utópica, casta y virginal hasta el matrimonio.

 

En lo que respecta a los líderes religiosos, sin importar la denominación, estamos obligados a orientar nuestro quehacer evangelizador para que sea un terreno fértil, para la renovación de toda la comunidad eclesial. En otras palabras, llevar a los fieles, en general, a una madurez en la fe, integrando las diferentes temáticas que afectan el entorno actual a la luz del misterio de Cristo y de la iglesia.

 

 

FELICIDAD A TU ALCANCE

“El ladrón no viene sino para hurtar, y matar, y destruir: yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (S. Juan 10, 10).

Dios, que por amor creó al hombre, le dio la capacidad de analizar y dar respuesta a un sin número de situaciones que a lo largo de su vida enfrentaría, y de la forma como las resuelva dependerá la realización o no de su persona.

En este punto es importante aclarar que Dios, al momento de crearnos y hacernos a su imagen y semejanza tenia un proyecto de amor para cada uno de nosotros y es que seamos plenamente felices desde ahora y para siempre.
 
Ese hermoso plan de Dios, da respuesta a la pregunta de ¿Por qué existimos? o el ¿para qué existimos? pero muchos dirán: si Dios, nos creó para ser felices, para realizarnos de manera total y plena, ¿por qué sufrimos?, ¿por qué hay dolor, miseria, guerras?…

La respuesta la encontramos en la falta de orientación de nuestra vida, el hombre y la mujer buscan la felicidad donde no se encuentra, la buscan en  EL PODER, EL PLACER, O EL DINERO, que son los grandes ídolos modernos que el paganismo contemporáneo ofrece a nuestros pueblos. Los llamo ídolos porque tienden a tomar el lugar que por derecho corresponde a Dios.

No niego al dinero o al placer de vivir la categoría de necesidades. Pero lo que critico es que usurpen el lugar que solo le compete a Dios fuente de verdadera alegría, seguridad y paz.

Pero entonces ¿donde debemos buscar la felicidad? Ya San Agustín nos decía: “Nos hiciste Señor para ti y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en tí”.

Por tanto nuestro primer paso en la búsqueda de la felicidad es encontrarnos verdaderamente con ese Dios que por amor nos creó a su imagen y semejanza y  vivir una autentica fe en Cristo Jesús, que no es el reconocimiento de su persona, (Jn. 14,1), sino la aceptación de la salvación por él obtenida y la vivencia de su señorío en todas las áreas de mi vida.

En segundo lugar, debemos tener objetivos buenos y bien definidos para nuestra vida, no podemos ser como las veletas que van donde el viento las mueve, debemos dedicarnos tiempo y planificar lo que haremos con nuestra vida, estando atentos a la inspiración del Espíritu Divino.

En tercer lugar debemos ser disciplinados y estar dispuesto a sacrificarnos por alcanzar nuestras metas. Nadie puede asegurar que realizarse es cosa fácil, al contrario implica mucho esfuerzo, dedicación, audacia y mucha oración.

Finalmente debemos aprender a convivir y trabajar en unidad, en medio de la diversidad. No todos somos iguales, y eso es bueno, todos tenemos diferentes formas de pensar, actuar, incluso formas de decir las cosas, pero hiriendo a nuestro prójimo, nos herimos a nosotros mismos por el hecho de ser un solo cuerpo.

Practicando estos sencillos pasos no tendremos felicidad, sino, seremos plenamente felices.

Padre Martín  Ávalos.