Quiero iniciar comentando que la fidelidad es un valor fundamental y aplica muy directamente con amigos, familiares y compañeros de trabajo, aunque regularmente se vincula más directamente a las relaciones de pareja entre novios y entre esposos.
La fidelidad es el Ãntimo compromiso que asumimos de cultivar, proteger y enriquecer la relación con otra persona. Lo cual garantiza una relación estable en un ambiente de seguridad y confianza que favorece al desarrollo integral y armónico de las personas.
Por extraño que pueda parecer, la fidelidad es anterior a la relación misma; debemos conocer y descubrir realmente lo que buscamos y estamos dispuestos a dar en una relación. La rectitud de intención nos ayudará a superar el egoÃsmo y hacer a un lado los intereses poco correctos.
Este valor no es exclusivo del matrimonio, es indispensable en el noviazgo porque no hay otra forma de aprender a cultivar una relación y hacer que prospere. No está mal conocer a distintas personas antes de decidir con quién sacar adelante su proyecto de vida, pero debe hacerse bien, sin engaños, procurando conocer realmente a la persona, dando lo mejor de sà mismos, teniendo rectitud de intención, siendo leal al plan de Dios, eso es noble y correcto. Asà también, en nuestras relaciones de amistad, de trabajo, de la familia y en la iglesia.
También, debemos ser cautelosos en nuestros afectos y tratar con delicadeza y respeto a las personas del sexo opuesto, mayor aún, si ya existe otra relación o un compromiso con alguna persona en particular.
Una cosa es la cortesÃa y el trato amable, otra muy diferente los halagos, las excesivas atenciones y la comunicación de sentimientos e inquietudes personales. Estos intercambios hacen crecer un afecto que va más allá de la amistad y de la convivencia profesional porque se involucra a la persona en nuestra vida, en nuestra intimidad y siempre tendrá la misma consecuencia: faltar a la fidelidad. Por eso, es necesario ser muy cuidadosos con nuestro trato en la oficina, la escuela, con los familiares y en todos los lugares que frecuentamos.
La fidelidad no es atadura, por el contrario, es la libre expresión de nuestras aspiraciones, nos colma de alegrÃa e ilumina cotidianamente a las personas. Una buena relación posee una serie de caracterÃsticas que la hacen especial y favorecen a la vivencia de la fidelidad, pero deben cuidarse para que no sean el producto de la emoción inicial:
– Existe el interés por estar al lado de la persona, se procuran detalles de cariño y momentos agradables.
– Constantemente se hace un esfuerzo por congeniar y limar las asperezas, procurando que las discusiones sean mÃnimas para lograr la paz y la concordia lo más pronto posible.
– Se da poca importancia a las fallas y errores de la pareja, hacemos todo lo posible por ayudar a que las supere con comprensión y cariño.
– Somos cada vez más felices en la medida que se “avanza” en el conocimiento de la persona y en la forma en la que corresponde a nuestra ayuda.
– Compartimos alegrÃas, tristezas, triunfos, fracasos, planes… todo.
– Por el respeto que merece nuestra pareja, cuidamos el trato con personas del sexo opuesto, con naturalidad, cortesÃa y delicadeza; que a final de cuentas, es el respeto que tenemos por nosotros mismos
La fidelidad no es sólo la emoción y el gusto de estar con la pareja, es la lucha por olvidarnos de pensar únicamente en nuestro beneficio; es encontrar en los defectos y cualidades de ambos la oportunidad de ser mejores y asà llevar una vida feliz.
Sin lugar a dudas, cuando somos fieles podemos decir que nuestra persona se perfecciona por la unión de dos voluntades orientadas a un fin común: la felicidad del otro. Cuando este interés es auténtico, la fidelidad es una consecuencia lógica, gratificante y enriquecedora.
Vivir la fidelidad se traduce en la alegrÃa de compartir con alguien la propia vida, procurando la felicidad y la mejora personal de la pareja, generando estabilidad y confianza perdurables, teniendo como resultado el amor verdadero.
La fidelidad, un valor a descubrir. La verdadera fidelidad está en crisis, parece que ser fieles es cosa de tontos o de débiles. Por el contrario, sólo los fuertes de espÃritu pueden ser fieles a su matrimonio, familia, vocación, amigos, y, sobre todo, a su iglesia.