Archivo por meses: marzo 2010

Es Semana Santa

Alrededor de estas fechas surgen muchas interpretaciones sobre cómo celebrarlas. Para algunos esta época es sinónimo de sol, playa, arena, baile, embriaguez y desenfreno por doquier. Para otros, la oportunidad para visitar lugares históricos y ver y comprar cuanto se pueda. Parece ser que poco a poco esto es una lucha entre Semana Santa vrs. Vacaciones de Verano. Lastimosamente, me atrevería a aseverar que está ganando el segundo contrincante y que quienes brindamos esa ventaja, muchas veces somos nosotros mismos, los que decimos llamarnos católicos.

Poco o nada se habla del verdadero significado de la Semana Mayor. Amiga y amigo lector, este tiempo es para que conmemoremos la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Salvador, Jesucristo. Es para hacer empatía con María al ver el atroz padecimiento de su hijo. No basta ver alguna película sobre la vida de Jesús y derramar unas cuantas lágrimas, lo importante es que abramos nuestro corazón y nuestros sentidos para comprender que si no hubiera sido por aquel que murió en una cruz, no tuviéramos la oportunidad de disfrutar de la Gloria eterna del Padre Celestial.

Sin darnos cuenta, desviamos el rumbo de esta semana en diferentes direcciones y los resultados ya los estamos experimentando. Hasta el momento, se han contabilizado más de 120 accidentes de tránsito en lo que va de la Semana Santa. Estos sucesos no se suscitaron en ningún ejercicio espiritual propio de estas fechas. Por el contario, ocurrieron en las carreteras que conducen a diferentes sitios turísticos. No quiero que interpretes que estoy diciendo que descansar es pecado o que los lugares de sano esparcimiento sean malos. Descansar está bien, lo que no lo está es poner en primer plano cualquier otra actividad sobre las religiosas.

No me dejaras mentir que nuestros niños ya no conocen algunas costumbres que cuando era pequeño me hacían vivir mi Semana Mayor, por ejemplo, recuerdo cuando mi madre me decía que en Viernes Santo no se debía jugar, ni correr porque era el día que murió Jesús. Yo, aunque no comprendía mucho, acataba y de alguna manera entendía sobre el significado de la época. O cómo olvidar las Vigilias Pascuales, los Vía Crusis, El Lavatorio de los pies, las procesiones, en fin, todas las costumbres que fomentan nuestra fe y que paulatinamente desplazamos por otras que nos alejan de Dios…

Quiero hacerte un reto especial en esta semana: Vive una actividad, solo una y en cualquier lugar que residas o en cualquier parroquia. Vívela de corazón, medítala y descubrirás un nuevo sentido a este período y experimentarás qué es vivir una verdadera Semana Santa.


Es Semana Santa, nada más…

La entrada triunfal de Cristo

Ahora que nos encontramos en la Semana Mayor, te saludo afectuosamente y te invito a vivir una verdadera Semana Santa, conmemorando la Pasión, Muerte y Resurrección de nuestro Señor Jesús.

En esta época, te exhorto a dar el verdadero significado que estos días conllevan: No son vacaciones de verano… Descansar está bien. Jesús lo hacía. Pero, no debemos dejar pasar este tiempo sin reflexionar en el sufrimiento que pasó Jesús para la salvación de nuestras almas.

Iniciamos esta Semana Santa con la entrada triunfal de Cristo a Jerusalén, conocida como Domingo de Ramos. Cuenta la historia bíblica que cuando llegaba a Jerusalén para celebrar la pascua, Jesús les pidió a sus discípulos traer un burrito y lo montó. Antes de entrar en Jerusalén, la gente tendía sus mantos por el camino y otros cortaban ramas de árboles alfombrando el paso, tal como acostumbraban saludar a los reyes. Los que iban delante y detrás de Jesús gritaban: “¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!”, (Mt 21, 1-9)

Entró a la ciudad de Jerusalén, que era la ciudad más importante y la capital de su nación, y mucha gente, niños y adultos, lo acompañaron y recibieron como a un rey con palmas y ramos gritándole “hosanna” que significa “Viva”. La gente de la ciudad preguntaba ¿quién es éste? y les respondían: “Es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea”. Esta fue su entrada triunfal.

La muchedumbre que lo seguía estaba formada por hombres, mujeres y niños, cada uno con su nombre, su ocupación, sus cosas buenas y malas, y con el mismo interés de seguir a Jesús. Algunas de estas personas habían estado presentes en los milagros de Jesús y habían escuchado sus parábolas. Esto los llevó a alabarlo con palmas en las manos cuando entró en Jerusalén.

De la misma manera, nosotros debemos salir al encuentro de Jesús, día a día. No importan nuestros defectos o nuestros pecados, lo importante es que salgamos a su encuentro, reconociendo su majestad, su grandeza y su misericordia.

Haciéndolo nuestro, resulta una oportunidad para proclamar a Jesús como el rey y centro de nuestras vidas. Debemos parecernos a esa gente de Jerusalén que se entusiasmó por seguir a Cristo. Decir “que viva mi Cristo, que viva mi rey…” Es un día en el que le podemos decir a Cristo que nosotros también queremos seguirlo, aunque tengamos que sufrir o morir por Él. Que queremos que sea el rey de nuestra vida, de nuestra familia, de nuestra patria El Salvador y del mundo entero.

En otro punto, notarás que la misa del Domingo de Ramos es un poco diferente. Te explico. La Misa se inicia con la bendición de las palmas. Nosotros recibimos las palmas y decimos o cantamos “Bendito el que viene en el nombre del Señor”. El sacerdote bendice las palmas y dirige la procesión hacia el templo. Luego, se lee el Evangelio de la Pasión de Cristo.

Al terminar la Misa, nos llevamos las palmas benditas a nuestro hogar. Se acostumbra colocarlas detrás de las puertas en forma de cruz. Esto nos debe recordar que Jesús es nuestro rey y que debemos siempre darle la bienvenida en nuestro hogar.

Es importante que recuerdes que la misa inicia con la bendición de los ramos y asistas a tiempo para que participes de toda la liturgia.

Respecto a llevar los ramos a nuestra casa, es primordial no hacer de esta costumbre una superstición, pensando que por tener nuestra palma, no van a entrar ladrones a nuestros hogares y que nos vamos a librar de la mala suerte.

Bendiciones y desde ya, felices pascuas de resurrección.

El valor de la vida en El Salvador

Me aparto brevemente de los temas eminentemente espirituales propios del tiempo de la Cuaresma para comentar algunas circunstancias preocupantes, por las cuales estamos atravesando en nuestro querido país, El Salvador. Has pensado ¿Cuánto vale la vida hoy en día en El Salvador? Queridos hermanos, lamentablemente vale muy poco…

En las últimas décadas nos hemos precipitado por una pendiente cada vez más pronunciada y hemos atravesado levantamientos armados, el asesinato de un arzobispo, una sangrienta guerra civil, una posguerra de insoportables expresiones de muerte y más violencia; todo ello acompañado de la paulatina extinción de los valores morales y cristianos de nuestra sociedad. Especialmente entre un sector de nuestra juventud que tiende a ya no interesarse en Dios.

Hoy en día, se habla hasta la saciedad del tema de la prevención de la violencia y de la represión de la misma, pero se habla muchas veces desde cómodos y frescos salones de hoteles, palabras que inevitablemente se las lleva el viento, ya que no aterrizan en hechos concretos y, por el contrario, los asesinatos siguen a la orden del día y a veces con el promedio de hasta 15 muertos cada 24 horas.

Vivimos tiempos de enormes crisis económica, política, delincuencial, pero sobre todo vivimos una época marcada por una profunda crisis de fe, ya que buscamos sacar a Dios de todos los ámbitos de nuestra vida secular.

Desde que quedaron fuera las materias de moral y cívica en las escuelas (aunque en algunos lugares ya se han retomado ambas) desaprovechamos años hermosos en la formación de valores para quienes en la actualidad son padres y madres de familia.

A lo anterior, hay que agregarle las injusticias sociales que se han vivido históricamente en nuestro país y que fueron el caldo de cultivo del sangriento conflicto armado que padecimos.

Pero volviendo a nuestra actualidad, existe actualmente un agrio debate entre diversos sectores sobre si el fotoperiodista que captó el preciso momento en que un joven estudiante era asesinado actuó contra la ética humana y en lugar de haberlo retratado, hubiera hecho algo por evitarlo. Luego hay voces que se alzan para repartir la culpa en los sectores oficiales por la falta de idoneidad de los funcionarios o el fracaso de los planes gubernamentales para terminar con la violencia.

Sea como sea, lo importante es hacer que todo plan, iniciativa o política que vaya en ese sentido, sea cumplido a cabalidad y que cada sector de la población (trabajadores, estudiantes, Iglesia, profesionales, etc.) haga lo que le corresponde con una mentalidad de nación.

Recientemente, fui invitado a la presentación del Plan de Prevención de la Violencia en Santa Ana, el cual me pareció de sumo interés y muy esperanzador, pero confieso que me embargó la preocupación de que el mismo peligre en quedarse en palabras, en buenas intenciones o en letra muerta.

Si ese plan que menciono como todos los que las autoridades respectivas han generado se quedan únicamente en lo teórico, mis queridos amigos, ¡¡no saldremos de nada!!.

Para mientras, los cristianos en general estamos llamados a continuar en nuestra labor por la extensión del Reino de Dios, la proclamación del Evangelio de Jesucristo y derrotando el mal a fuerza de hacer el bien como lo dice San Pablo en Rom.12,21.

Unámonos en el clamor por nuestra bendita tierra, tal vez nuestro señor tenga misericordia de nosotros y abra los cielos para que caiga la abundante lluvia de la paz y la reconciliación (2º Cro. 7,14).

¡Que Dios te bendiga!

“El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra”, Jesús

Como cada viernes, comparto contigo una breve reflexión sobre el Evangelio de este quinto domingo de Cuaresma, tomado de San Juan 8,1-11. Leamos:

Jesús fue al monte de los Olivos
Al amanecer volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles.
Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos, dijeron a Jesús: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio.

Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?”.

Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo. Como insistían, se enderezó y les dijo: “El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra”. E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo.

Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí, e incorporándose, le preguntó: “Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?”.

Ella le respondió: “Nadie, Señor”. “Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante”.
Sobre este evangelio, quiero meditar sobre dos aspectos importantes. El primero sobre la actitud de Jesús al retirarse al Monte de los Olivos para orar, meditar y hablar con el Padre Celestial. Sitio de silencio y de paz, donde renovaba sus energías desgastadas por el apostolado agotador de cada día. El sabía muy bien que en el silencio y en el retiro progresa la santidad del alma. Es necesario ahondar en este punto y transportarlo a nuestra vida, cuando el día a día agota nuestra humanidad.

Querido hermano, cuando sientas que tus fuerzas se acaban y los problemas te atacan todos a la vez, no olvides hacer lo mismo que Jesús: Apartarte del de los ruidos del pecado y buscar la tranquilidad y paz de nuestro Padre. Practícalo y verás como tu vida será diferente.

Ahora bien, el segundo punto a tratar es sobre la condenación de la mujer adúltera. Insoslayablemente, nuestra sociedad no se aleja de la narrada en el Evangelio. Lastimosamente, cuando vemos el pecado de un hermano o hermana, en lugar de ayudarle a salir de esa situación, le apedreamos con nuestras palabras, desprecio y discriminación.

Como dijo Jesús, ahora también les repito, “el que no tenga pecado, que arroje la primera piedra”. Hermanos, muchas veces criticamos y dañamos a nuestros mismos hermanos, como si nosotros no cometiéramos falta alguna. Ante tales situaciones, lo importante no es hacerlas ver. Por el contrario, lo apremiante es buscar una solución adecuada o una forma de ayudarle a nuestro hermano para que salga de ese agujero. También, hay que tratar de no repetir las mismas actitudes que manchan nuestra alma.

Hermanos, ayudémonos mutuamente. No olvidemos que somos una misma familia.

Un abrazo en Cristo

Padre Martín.