A veces puede pasarnos que durante la realización de nuestras las actividades, el cansancio se puede empezar a hacer presente. La monotonía, la rutina, el trabajo, la familia, los estudios, incluso hasta las actividades pastorales.
Nos sumergimos tanto en los afanes personales y del mundo que nos olvidamos del verdadero propósito por el cual hemos sido creados. Dios nos ha creado para que seamos felices y le demos toda la gloria y la alabanza sólo a él.
Si bien es cierto, el cuerpo y nuestra mente se pueden cansar, es nuestro espíritu el que debe permanecer siempre alerta. Porque “sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito” (Rom 8;28).
A pesar de las pruebas, las enfermedades, los obstáculos y las trampas del enemigo, nosotros como cristianos debemos estar firmes y seguros en Cristo. No dejarnos vencer y por el contrario, luchar con alegría por hacer cumplir la voluntad del Padre en nuestras vidas.
Constantemente debemos preguntarle en oración a Dios qué desea de nosotros, pues solo conociendo su voluntad podremos luchar contra los embates de este mundo y hallar el camino que él ha trazado para nosotros desde la eternidad. Un camino seguro y lleno de bendiciones. Un camino muchas veces estrecho, pero el único que es verdadero.
Pidámosle a Jesús tener un corazón alegre y dócil. Un corazón que sepa seguir la voz del buen pastor sin cansarse y sin desfallecer. Un corazón que sea testigo alegre de las bendiciones y milagros de Dios.