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¿Dónde está tu hermano?

Saludos hermanos.

Recientemente se lanzó por los medios de comunicación una campaña para la vida llamada ¿Dónde está tu hermano?

Por el momento comparto contigo la letra del tema musical.
En mi próximo blog compartiré más.

¿Dónde está tu hermano?

(Génesis 4, 9)
No comprendo que no veas
Todo lo que está pasando
No destruyas más la vida
Dios te ofrece una salida.

Cuánto duele ver madres
Derramando lágrimas de dolor
Deja ya esa vida
Dios te ofrece una salida.

Coro:
¿Dónde está tu hermano?
Tienes que regresarle la vida a este pueblo
¿Dónde está tu hermano?
Es tu sangre, es tu pueblo, por Dios cambia ya
Por Dios cambia ya.

¿No te duele ver a madres
derramando lágrimas de dolor?
Deja ya esa vida
Dios te ofrece una salida.

Coro:
¿Dónde está tu hermano?
Tienes que regresarle la vida a este pueblo
¿Dónde está tu hermano?
Es tu sangre, es tu pueblo, por Dios cambia ya
Por favor cambia ya (bis)

No eres malo, pero no haces nada bueno…

El pecado es una realidad presente en la vida de todos los hombres. La palabra dice: Porque todos pecaron están privados de la gracia de Dios. Pero, realmente ¿qué es el pecado? Santo tomas definía aversión a Dios y conversión a las criaturas y San Agustín, toda acción, palabra o pensamiento contrario a la ley de Dios.

Pero hay un pecado del cual pocas veces tomamos conciencia. Los cristianos católicos que practicamos la confesión de pecados como sacramento, nos confesamos de lo malo que hemos hecho, hemos pensado o hemos hablado. Pero tenemos poca conciencia de un pecado que también es gravísimo “el pecado de omisión” que consiste en no hacer el bien que pudiéramos o deberíamos hacer.

Cuantas cosas buenas podemos hacer, sin embargo, no las hacemos, sea cual sea el motivo.

Como padres de familia, ¿realmente hacemos todo lo que está de nuestra parte para formar a nuestros hijos? Como hijos, ¿realmente obedecemos y hacemos todo el bien a nuestros padres? Como miembros de la iglesia, ¿cuál es nuestro apostolado o servicio a la iglesia? Como miembros de esta sociedad, ¿qué hacemos para vencer la violencia y la falta de tolerancia?

Necesitamos tomar conciencia que son muchos los que no hacen nada malo, pero el problema es que no hacen nada bueno y por eso este mundo no cambia y cada día nos sumergimos en la desesperación, en la violencia, crimen, etc….

Quiza usted sea una persona buena…La felicito…Pero, hacen falta hombres y mujeres que sean mejores y que tomen conciencia de lo que hemos definido “un pecado de omisión”.

Acorazados

Amiga y amigo lector, hoy quiero hacer énfasis una actitud que se ha puesto de moda y cada minuto parece cobrar auge con mayor intensidad. Así como el desprendimiento saludable y el verdadero desapego son signos de equilibrio mental y emocional, la indiferencia es un error básico de la mente y conduce a la insensibilidad, la anestesia afectiva, la frialdad emocional y el insano despego psíquico.

La indiferencia, en el sentido en el que utilizamos coloquialmente este término, es una actitud de insensibilidad y puede, intensificada, conducir a la alienación de uno mismo y la paralización de las más hermosas potencias de crecimiento interior y autorrealización.

Digiriendo un poco estas palabras, esta mala actitud nos ha adormecido el corazón y sin más, vemos con normalidad que asalten y manoseen a la vecina, sin que cause nuestra mayor admiración; pues ello se ha vuelto el pan diario.

Parece que vivimos acorazados, bajo una capa impenetrable y hasta cierto punto cómoda que no nos permite ver que al no hacer nada por nuestro hermano, estamos siendo cómplices y casi tan culpables como el ladrón, el asesino o el extorsionista.

Existen ciertos autores que dicen que unas veces la indiferencia sirve como «escudo» psíquico y otras para compensar las resquebrajaduras emocionales; cuando esta actitud o modo de ser prevalece, la persona tiene muchas dificultades en la relación humana.

Muchas veces, la indiferencia sólo es una máscara tras la cual se oculta una persona muy sensible pero que se autodefiende por miedo al dolor. Quiero pensar que ese miedo a la delincuencia ha sido la causa principal de la indiferencia que vivimos, aunque bajo ningún motivo esta actitud es loable.

El llamado a tu corazón es para que te des cuenta que eres indiferente y que actúas con egoísmo cuando no ayudas a tu vecino, no cedes el paso, cuando gritas y cuando piensas que no podrías hacer nada para cambiar esta situación y que este país no sirve. Es momento de cambiar y hacer un verdadero análisis sobre nuestro comportamiento en los últimos años y pensar en cómo seremos capaces de crear una mejor sociedad para las futuras generaciones.

A gritos

En ciertas ocasiones, las personas elevan su tono de voz, pensando que así serán escuchados de una mejor manera o que sus órdenes serán cumplidas sin falta alguna. Es común escuchar que el jefe grita demasiado o que cierto compañero piensa que gritando va a sobresalir y estar sobre nosotros.

La verdad es que gritar para ser entendidos o atendidos es la mayor muestra de ignorancia y poco amor por nuestro prójimo. En un texto que recientemente leí dice que las personas gritan cuando sus corazones se alejan. Están tan lejos que la única manera de comunicarse es a gritos. Pienso que es muy aplicable a nuestra vida diaria. Si no, mira a los enamorados que se susurran al oído, el amor que les une les permite tener sus corazones tan juntos que no necesitan de mayores palabras para comunicarse, es más, a veces una mirada basta para saber lo que el otro siente o necesita.

Tantos asesinatos, extorsiones, asaltos y, peor aún, tanta indiferencia son muestra de que los corazones de los y las salvadoreños están alejados los unos de los otros. A veces me pregunto cuánto tiempo más soportaremos esta zozobra.

Tenemos que dejar los gritos y acercar nuestros corazones para comenzar a construir una nueva sociedad. Pero, esto que digo es necesario hacerlo YA. No podemos seguir en esta situación. Si estamos esperando que los políticos o fuerzas de seguridad restablezcan lo que nosotros mismos hemos creado, estamos mal. Es momento de iniciar no gritándole a nuestros hijos e hijas, hermanos, compañeros de trabajo, subordinados, jefes o cualquiera que esté a nuestro alrededor.

Y si eres una persona a la que tratan a gritos, no dejes que te ganen el valor y con caridad y paciencia busca la manera de hacer entender que así no se tratan a las personas.