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En el pesebre de tu corazón

El pavo, el árbol de navidad, los estrenos, las luces de color y todo el ambiente navideño ya invaden nuestras vidas, nuestros sentidos y nuestro corazón…

El aguinaldo ya tiene dueño y planes desde enero de este año. Los comerciantes no esperan ni siquiera noviembre para sacar todos los productos navideños a relucir. En muchos lugares, las ventas de luces y pólvora no se aguantan por comenzar a vender y los niños haciendo su carta a Santa Claus explicando lo maravillosamente bien que se han portado este 2010.

En otras palabras, todo está listo para ese gran día. Pero, ¿cuál gran día? Muchas veces me pregunto si en realidad estamos conscientes de lo que esta época significa y el verdadero sentido, significado y manera de celebrar que debemos darle. Parece que nuestras billeteras vacías se han apoderado de la mente y solo piensan en cómo llenarse para seguir y seguir gastando, hasta el cansancio.

Haber, lo diré como una historia. Erase una vez, en un lugar del Medio Oriente, y muy lejano por cierto, una joven pareja conformada por José y María pedían posada, pues la mujer estaba a punto de dar a luz. A pesar de su estado, nadie les dio posada alguna. Es más, hasta les tiraban la puerta en la nariz, literalmente. La noche era fría y el niño estaba a punto de nacer. Al ver la situación y por vergüenza solamente, alguien les ofreció un espacio en un establo; esperando que se lo rechazaran. Sin embargo, aquella pareja lo aceptó. Resulta que el momento de dar a luz llegó y nada más que paja fue la cuna de aquel bebé, que luego de unos años dio su vida hasta por los que no quisieron abrir las puertas de su hogar para que naciera.

Por cualquier situación, el nombre de aquel bebé era Jesús. Desde tiempos de los primeros cristianos, se ha venido recordando aquel momento profetizado desde hace mucho. Cuando el hijo de Dios se hizo hombre, para la redención de todos y todas.

El objetivo de haber escrito los párrafos anteriores no ha sido para abofetear tus conocimientos de historia. Ha sido para mover tu consciencia y recordarte la verdadera razón de celebrar la navidad.

No voy a dudar que muchos de los elementos que ya conocemos brinden alegría. Pero no olvidemos una verdad muy importante: La primera navidad no fue llena de lujos, estrenos, arbolitos ni nada por el estilo. Fue humilde y lo más importante, en familia.

Los amigos, el trabajo y todo lo demás deben quedar en segundo plano al celebrar este 24 de diciembre. Abramos nuestro corazón para que sea un pesebre dónde Jesús pueda nacer y dejar su paz y amor. Estas no son cursilerías. Son realidades que al crecer muchas veces olvidamos.