Archivo por meses: marzo 2013

“SEÑOR AYUDAME A SER FIEL A TU PALABRA”

Jesús en el Evangelio de este día nos dice: “El que es fiel a mi palabra no morirá para siempre”. Ese es el verdadero discípulo de Cristo, pues no basta con solo creer la bendita palabra de Dios, sino vivirla. A los judíos les molesta que Jesús sea el hijo de Dios y lo quieren matar porque lo ven como un blasfemo.
El que es fiel NO MORIRÁ PARA SIEMPRE, esto para los judíos fue demasiado y lo acusan de estar endemoniado. ¿Cómo puede ser posible vivir eternamente? Se enojan tanto y le mencionan que Abraham murió y los profetas también murieron. ¿Quién pretendes ser tú? Claro, ellos no entendieron. Piensan solo en la vida terrenal; no tienen visión de la eternidad, de la vida que Cristo nos ofrece; y les dice: Abraham, el padre de ustedes, se regocijaba con el pensamiento de verme; me vio y se alegró por ello”. Con estas palabras se acabaron de confundir ¿cómo es que no teniendo ni cincuenta años has visto a Abraham?. Abraham es cierto no vio a Jesús hombre, pues nace siglos después sino que lo manifestó el mismo Dios que se haría carne en Jesús y Él, es una persona con el Padre eterno.
“Yo les aseguro que desde antes que naciera Abraham, YO SOY”, con esta afirmación los aniquila pues bien claro lo dice: SOY DIOS. Su enojo es tan grande que recogieron piedras para arrojárselas. Y tú y yo no estaremos haciendo lo mismo que los Judios que con nuestras infidelidades estemos haciendo lo mismo. Hoy es momento para entregarle nuestro corazón a Cristo. Pidamos con mucha fe que nos de la gracia de que seamos fieles a su palabra para que estemos con Él en la eternidad, contemplándolo.

“VIVIR COMO ÉL”

Jesús les dijo a los Judíos que creían en Él, “si se mantienen fieles a mi palabra, serán verdaderos discípulos míos, conocerán la verdad y la verdad los hará libres”. Esto evidencia que no basta con creer en Jesús; sino vivimos conforme a lo que su palabra nos enseña. Si no hacemos vida sus enseñanzas, no conoceremos la libertad de los hijos de Dios.
Si no vive Cristo en mí de nada me sirve que crea conocerle. Jesús se dirigió a esos judíos que decían creer en Él, sin embargo lo hacían a su manera y se parecían mucho a lo que San Pablo escribe a los Gal. 3, 3-5: ¿Tan insensatos sois? Comenzando por espíritu, ¿termináis ahora en carne?
Jesús tenía esta discusión con aquellos que pensaban estar en la verdadera religión. Esto nos da a entender cuál sería el enfrentamiento de Jesús, con muchos de los que nos llamamos verdaderos cristianos católicos.
Si hoy pasara entre nosotros, Jesús no nos reprocharía tanto por nuestros pecados, como por seguir viviendo en el pecado. Estar en pecado es vivir en la falsedad, es guardar un orgullo, un apego a nuestros criterios que no nos permiten entrar en el camino de Dios.
Jesús no es la bandera de un grupo social llamado católicos o de cualquier otro nombre con la cual iríamos a pelear con otro grupo. Él ha venido como EL REY DEL REINO DE LA VERDAD. Suyos son los que buscan la verdad, más aún son suyos quienes viven en la verdad. Jesús ha venido por toda la humanidad, no por unos pocos, ni por un grupo. Por tanto estamos obligados a buscar la unidad con todos, no con determinado grupo. De lo contrario, caeremos en el mismo error de los Judíos.
Para los Judíos, el mundo se dividía en dos: Los hijos de Abraham, o sea ellos, y los demás. Se gloriaban de su antepasado y olvidan que a los ojos de Dios cada cual vale por su naturaleza. Jesús se presenta ante ellos como testigo de la verdad y hoy a nosotros nos invita a descubrirle.
Pidamos al Espíritu Santo nos ilumine para que vivamos como quiere Jesús.

YA NO VUELVAS A PECAR

Jesús se retiró al monte de los Olivos y al amanecer se presentó de nuevo en el templo. Toda la multitud se le acercaba; y Él sentado entre ellos les enseñaba a pesar de lo cansado que podría estar. Este es ejemplo para nosotros, en primer lugar, la oración antes y después de cada acontecimiento de nuestra vida y luego estar dispuestos siempre para la necesidad de nuestros hermanos.
Luego, los escribas y fariseos le llevan a una mujer sorprendida en adulterio y poniéndola frente a Él, le dijeron: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio, Moisés nos manda en la ley apedrear a estas mujeres, ¿Tú que dices?”. Ellos hablan como defensores y cumplidores de la ley, pero la cumplen acusando a los demás. Lo que desean es ponerle una trampa a Jesús, para después acusarlo. Jesús los ignora, no les dio importancia. Los fariseos y escribas le siguen preguntando; Jesús se incorporó y les dijo: “AQUEL DE USTEDES QUE NO TENGA PECADO, QUE LE TIRE LA PRIMERA PIEDRA”. Se volvió a agachar y siguió escribiendo en el suelo. Al escuchar esas palabras se fueron uno a uno. Me los imagino retirándose uno a uno con sus cabezas agachadas y en silencio. El Señor le demuestra a la mujer ternura y compasión.
Pero en esa mujer estamos identificados todos nosotros, la humanidad entera frente a nuestro Señor. Jesús no condena como estamos acostumbrados nosotros. Dios utiliza otros medios para llevar al pecador a que se arrepienta y para que se purifique con el sufrimiento de culpa.
Jesús no ha venido a condenar sino a traer la salvación y por ello nos da la oportunidad de arrepentirnos. Jesús preguntó: “Mujer, ¿dónde está los que acusaban? ¿Nadie te ha condenado?” Ella le responde: “Nadie Señor” y Jesús le dijo: “TAMPOCO YO TE CONDENO. VETE Y YA NO VUELVAS A PECAR”.
Que importante es que tomemos en serio esas palabras que le dijo a la mujer, pedirle a Dios que nos ayude a cada uno de nosotros a que no pequemos más. Este es un momento oportuno para acercarnos al sacramento de la reconciliación. No perdamos de vista que El Señor volverá a nosotros como un justo juez.
Que Él nos dé sabiduría y fortaleza para vencer al mal.

SEÑOR AYUDANOS A ESCUCHAR TU VOZ

El Señor nos instruye a su manera, dispone en nuestra vida porque a Él le pertenecemos, somos suyos y nos va guiando por medio de otras personas. Somos nosotros quienes no lo comprendemos; Jesús nos enseña que QUIEN AMA LA VERDAD, RECONOCE A LOS QUE DICEN LA VERDAD.

Que nuestro Señor bendiga abundantemente nuestras vidas y nos permita descubrirle en el hermano.