Chica con un libro de Pietro Rotari.
Es inevitable, empieza el día y apenas quiero abrir los ojos, ya no estás, ya te has marchado.
Levantarse, seguir adelante mientras el corazón se retuerce por lo que dejó de existir.
Se fue la alegría, la fantasía, los sueños se quedaron dormidos debajo de la cama cansados de esperar a que tuviera tiempo para jugar con ellos.
Me olvidé de volar, de salir, saltar y gritar.
No hice más que una cosa: sobrevivir.
Me doy cuenta que mi marcha no termina. Por eso, camino, permanezco atenta a las señales.
Percibo colores, figuras, formas y letras, las descifro. Guardó su significado para más adelante.
Camino entre la selva apartando las ramas secas. Trato de escuchar el canto del río saltando hacia la eternidad.
Me doy cuenta que mis manos permanecen abiertas, deseando más.
Atrás se quedaron las flores amarillas, el árbol que saludaba de regreso a casa.
Pero el dolor lo llevo guardado, atado, dentro de una caja. Lo sujeto con mi mano vieja y le susurro que se convierta en mariposa y me deje ser libre.
Canto en silencio mientras mi voz me dice que suba con ella al árbol después que el mar se llevó a tantos.
Sueño con que el tiempo bese finalmente mi mano
Busco en los labios extraños la sonrisa que enterramos juntos
Siembro una planta en mi corazón, quiero que algo nazca en mi alma, algo verde, vivo
Quiero regalar amor pero no recuerdo
Quisiera transformarme para ti, ser niña, darte la mano, llevarte de paseo
Ser cura para tu enfermedad
Ser tersa, olas, arena para suavizar tus pasos
Ser palabras colgadas a lo largo de tu camino
Quisiera ser un deseo, una lágrima
Solo me queda abrazarte con todos mis pensamientos, armar un refugio que te proteja, que te salve de tus propias garras.
Deja que el viento arrulle tu pelo, cierra los ojos, despídete de los que ya no están.
Puedes volver a empezar, perdonarte, dejarte volar liberada de tu propio diluvio.
Comenzar un año nuevo sabiendo que lo haremos juntos, deseando que la fuerza de nuestras esperanzas derriben de los corazones la iniquidad