Nunca alcanzan las vacaciones

Mafalda, cuánto te envidio.

Mafalda, cuánto te envidio.

Poco a poco voy rompiendo esas reglas que yo misma me puse cuando inicié este blog. Una de ellas era (no sé por qué) no hablar de trabajo. En fin, quiero creer que eso quiere decir que voy entrando en confianza con ustedes.

Regresé de vacaciones de Semana Santa con las pilas recargadas. Claro, se me descargaron el mismo día porque la cantidad de trabajo acumulado era tal que parece que me hubiese ido por un mes.

Hoy es viernes, fin de semana por delante aunque lo recibo sin muchas perspectivas pues tengo a mi lado una pila de trabajos por calificar. Podría jurar que el paquete de fólders de colores me mira de reojo, yo lo miro también, pero mantengo mi distancia. Todavía no, le digo. Entonces he encendido la computadora y aquí me tienen.

Lo que sucede es que las vacaciones nunca alcanzan. Siempre hay millones de cosas por hacer un millón de veces más interesantes que el trabajo y no vayamos lejos: pasar tiempo con la familia, con los amigos, estar en casa o bien salir de paseo, dar una vuelta.

Al final todo ese peace and love que llevábamos el lunes (o el martes) quedó destrozado en cuanto nos subimos a la realidad de cuatro ruedas. Terminamos la semana con la respectiva cuota de accidentes, trabazones, manifestaciones con cierre de calle incluido, asesinatos y escándalos políticos. 

Ahora solo espero que el fin de semana me baste para cargar las pilas de nuevo. Sí, la esperanza nunca muere.

 

 

 

Tu puedes dejar un comentario, o seguir desde tu sitio.

Dejar un comentario