El día que se te ocurrió abrir un libro

No es fácil recordar cuál fue el primer libro que abrí, pero sé que lo hice hace muchos años, cuando era una niña. Cualquiera que haya sido me debe haber maravillado de manera extraordinaria. No lo sabía entonces, pero ese fue el inicio de mi gran aventura.

Leer Los fantásticos libros voladores del Sr. Morris Lessmore de William Joyce me hizo recordar que la historia de cada lector comienza con el primer libro que abrimos y así, sin un plan determinado empezamos a explorar un libro tras otro. Una historia afectiva se empieza a tejer.

A veces nos tropezamos con un autor cuyas palabras ejercen una fascinación tan grande que tenemos que leer todos sus libros. Pero si nos ha gustado cierto género, como novela negra o bien novela histórica deseamos conocer a todos los autores y todas las tramas.

También hay períodos de exploración. Salimos de la comodidad y nos animamos con un título que nos recomendó un amigo o por iniciativa propia, decidimos correr el riesgo y probar algo nuevo.

Al leer algo nuevo nos podremos llevar sorpresas, agradables o desagradables, pero de cualquier manera la experiencia no tiene desperdicio: nos hemos conocido un poco más. Es como comer, hay que probarlo para saber si nos gusta o no nos gusta.

Al final Morris debe dejar sus amados libros voladores, aunque no lo hace por completo porque siempre los llevará en su corazón.

Creo que esa es la parte que más me gustó.

Porque no importa si lees un libro al año o cien. No es el libro en sí lo que importa, eres tú después del libro.

 

 

 

 

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