Como ya se acerca el Día del Libro (lunes 23 de abril) me puse a pensar cuáles libros han sido los que han marcado etapas en mi vida y la verdad es que no sé si he pasado por demasiadas etapas o qué porque no me sale una lista de cinco libros. Con mucho esfuerzo me salió una de diez. Es un buen número, creo  (como si eso importara).

Pero antes de entrar en materia, y al contemplar semejante lista, me quedé pensando todavía un poco más. Y para que entiendan mi asombro se los suelto así: una pelirroja con trenzas, una adolescente escondida en una buhardilla, otro que no sabe qué va a ser de su vida, un principito de un extraño planeta, dos cabezas, un doctor y sus amantes, cronopios, un periodista con un perrito blanco, un niño con gafas y una monja carmelita.

¿Esos son los que han influído en mi vida? Es de preocuparse. Pero ya sin pena paso a platicarles de ellos.

 A Pippi o Pipa, como yo le decía, la conocí en el colegio y fue el primer llamado a la rebelión. Pippi era una niña extraña y extraordinaria para mí. Vivía sola (su padre se la pasaba navegando), tenía la compañía de sus mascotas y parecía arreglárselas bastante bien sin los adultos. Encima, su vida estaba llena de aventuras. Hasta su nombre me pareció especial: Pippilota Provisionia Gaberdina Dandeliona Ephraimsdaughter Calzaslargas. ¡Yo quería un nombre así!

 El Diario de Ana Frank, a pesar de que fue una lectura obligatoria, la recomiendo. Lo primero que saqué en limpio fue que en mis problemas de pre adolescente no estaba sola, que ella pasaba por las mismas luchas y no había nada malo en tenerlas. Luego comencé a escribir mi propio diario. Claro, que no fui muy original al principio. Si la destinataria imaginaria de Ana era Kitty la mía era Lizzy. Todavía me causa admiración y me recuerda que aunque estés en la situación más terrible la belleza, el amor y la amistad siempre son posibles.

 ¿Quién no recuerda la boa abierta y la boa cerrada? Los volcanes, el zorro domesticado, el hombre de negocios, el pozo y por supuesto, la rosa, esa rosa de raices salvadoreñas. Creo que El Principito es uno de esos libros que no deja indiferente a nadie. Y sí, es cierto: “El tiempo que perdiste por tu rosa hace que tu rosa sea tan importante”. ¿Cuál es tu rosa?

Con Luz Negra de Álvaro Menen Desleal me enamoré del teatro y sus posibilidades.  Lo leí también en el colegio pero aquellas dos cabezas, Goter y Moter, gritando amor me impactaron tanto que quise escribir mi propia obra de teatro (que no prosperó porque como toda adolescente mis intereses eran fugaces).

Siguió después La Tumba de José Agustín con quien comencé a leer más literatura mexicana. La escribió a los 19 años y  fue como entrar en otro mundo, un mundo donde se narraba de un modo  diferente al que conocía y que se llamó literatura de la onda. Ni que decir de ese interminable clic, clic, clic. Obviamente, bajo el influjo del autor, también escribí mi propio cuentecillo.

 En las primeras páginas del libro escribí algo así: “Este fue el primer libro que leí de Milan Kundera por recomendación de una amiga. Me encantó desde la primera página”.  La historia de Tomás y Teresa, en medio de  los problemas políticos y los enredos filosóficos cautivan de principio a fin. Kundera también tiene otros libros que merece la pena leer.

 A Tintín y su inseparable perro Milú lo leí desde siempre. Por él me interesó ser periodista (claro, después comprobé que Tintín no es exactamente un periodista). Su galería de personajes es tan entretenida como sus aventuras: el capitán Haddock con su grito: ¡Mil millones de mil naufragios!”, Hernández y Fernández, el profesor Tornasol, Bianca Castafiore, Néstor, Tchang, Serafín Latón y los malvados de turno.  

Otro de los libros que me abrió la puerta a un mundo nuevo fue Historias de Cronopios y Famas del argentino Julio Cortázar. La parte que más me gustó fue la dedicada a la vida de los pobres cronopios, las engreídas famas y las esperanzas. Al final me quedó claro que soy un cronopio.

  Manolito Gafotas no es un libro muy conocido en El Salvador, pero en España tuvo un gran éxito. A él lo conocí durante un viaje y como siempre, me cautivó la forma tan particular de Manolito de narrar su realidad. También está lleno de otros personajes que Manolito se encarga de presentar, como es el caso de su hermanito menor al que llama El Imbécil, su abuelo, el Orejones López, Susana, la sita Espe y tantos más del barrio de Carabanchel (Alto).

Finalmente está Historia de un alma de Santa Teresita del Niño Jesús (otros la conocen como Teresa de Lisieux), una monja francesa carmelita descalza que, nuevamente, me introdujo a otro mundo, el de Dios. Lo increíble del caso es que ella solo obedeció y puso en papel todo lo que estaba en su interior. También impresiona que lo escribió en sus veintes, pues ella murió a los 23 años.