La resignación del lector

Pintura de Alexej Harlamoff

Pintura de Alexej Harlamoff

No es fácil ser lector en estos tiempos. Te acomodas en la cama lo mejor que puedes, coges la novela que has empezado a leer y te lanzas al espacio sideral o al menos eso es lo que intentas hacer cuando tu madre, esposo o hermano llega a preguntarte si no has visto su cepillo de dientes. Respiras profundamente, regresas a la tierra y le contestas “no” con la mayor cortesía que eres capaz.

Pasan los minutos, intentas recomponer la escena, ¿en qué estaba? Vuelves a la página, saludas a los personajes, casi llegas a pedirles disculpas y de nuevo te sumerges en el libro. Eres feliz muriéndote de miedo, de amor o de curiosidad por saber qué va a pasar en la siguiente página cuando llega el perro llorando por caricias. Lo compadeces por partida doble: por no saber leer y por animal, qué vida más absurda. Le pasas la mano sobre la cabeza (cerebro diminuto) y te deja en paz.

Ahora ni siquiera recuerdas en qué te quedaste. Tienes que retroceder una página, quizá dos, para echar a andar el motor de la imaginación que fue apagado sin previo aviso. Veamos, uno, dos, jalas la cuerda y aquello, después del segundo intento, vuelve a marchar. Pasas una página, la siguiente, la siguiente.

En eso, cae un mensaje en el celular que mantienes a tu lado. Al principio decides no contestar, pero la lucecita no deja de llamarte con su brillo muerto. Terminas por ceder, mejor lo veo de una vez, así me dejan de molestar. Es la amiga que me pregunta qué hago. Más que pregunta parece lamento, seguro quiere algo. Quedan de verse en una hora. Apuras la lectura, quieres por lo menos terminar el capítulo.

Pero entonces, miras el reloj y te das cuenta que entre interrupción e interrupción ha pasado una hora. Te desmoronas, te ríes de tu suerte, incluso tanteas el libro, cuentas las páginas que te faltan, haces cálculos y te das cuenta que cada día te cuesta más.

Son tiempos difíciles, le dices al libro. ¿Sabes? Ya no somos solamente tú y yo como antes, ya no puedo perderme con vos, atrincherarme en mi cama, esconderme en un rincón de la casa, salir a tomarnos un café por cualquier sitio. Me cuesta, esta relación me cuesta.

Antes de salir para la calle echas un vistazo a la novela que se ha quedado acostada en la cama. Ahora te mira con furia, ahora te mira indiferente. Entonces alzas la vista y tus ojos recorren la habitación llena de libros a medio leer, libros que ni siquiera has tocado desde que los compraste, libros abandonados, libros llenos de polvo, torres inclinadas de libros, las ruinas de un desastre para el que no encuentras solución. No quieres romper, son tu vida, pero ¿qué va a ser de nosotros?, les preguntas.

Por si acaso, metes a uno en tu cartera. A lo mejor -piensas- puedo leer algo en el camino.

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2 comentarios para “La resignación del lector”

  1. Erick Huezo dice:

    jajaja si, así he estado yo con un libro no logro avanzar, y no es que no me guste la trama es que siempre hay algo que desvia mi atención :p

  2. arek dice:

    La verdad eso se resuelve estando en un lugar donde no hagas mas otra cosa que trabajar e ir a dormir… al menos cuando he ido al extranjero por meses o semanas ahi si logro avanzar con los libros que no avanzo en casa. En uno de mis viajes hice lo imposible, luego de cuatro intentos lei lo imposible: Guerra y Paz.

    Saludos y que los lectores hallemos nuestro modus operandi para leer…

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