La lluvia no se puede alterar, pero tú sí

 

A Gene Kelly la lluvia lo pone de buenas.

A Gene Kelly la lluvia lo pone de buenas.

Los días nublados son perfectos para leer.

¿A quién no se le antoja quedarse acostado en la cama o en el sofá leyendo cualquier cosa que esté leyendo?

Dejar que el frío se acomode en tus huesos y que tu mente vague por las páginas de un mago que se llama escritor.

Faltar al trabajo (o tal vez no faltar al trabajo, pero sí escaparte un rato), robar un momento en una banca,  soñar con otros mundos lejanos para encontrar un poco de poesía de esa que no se ve en la oficina.

Me encanta cuando el invierno llega y altera la rutina diaria.

Es como si cada gota de agua fuera un mini dios que se encarga de jugar con nuestros humores, que tiene la capacidad indescifrable de arruinarte el día, de cambiar tu estado de ánimo hasta convertirte en un monstruo o más bien de revelar tu verdadero ser. Tanto poder tienen.

Las gotas de lluvia son mis nuevos héroes. Si lo piensan, en algunas personas el efecto es tan poderoso que no necesitaríamos un polígrafo para conseguir separar la mentira de la verdad. Una tormenta basta para sacar lo peor de ti o lo mejor.

Aunque no siempre lo que llueva sea agua.

La lluvia de  escarabajos y chicotes pasa más desapercibida de lo que quisiera. Incluso, los escarabajos gigantes, esos que parecen monedas de chocolates lo pasan mal. He visto cómo la gente los aplastaba a la entrada de un súper, sin reparar en  su belleza, más interesados  en entrar a comprar cerveza.

Ahora recuerdo que a muchos libros les pasa lo mismo.

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