La terrible realidad de los cuentos de hadas

Últimamente no sé qué me pasa que ando en busca de cuentos de hadas y princesas. Será porque las han revivido en el cine, con esas películas llenas de superestrellas a cual más bonita y me da una envidia loca. Será porque todas tienen un final feliz, ya quisiera yo, pero sé que hasta que no terminen la Diegode Holguín (que ya no se va a llamar así), mis días no tendrán un final feliz.

Lo cierto es que tuve que recurrir al viejo truco de buscar esos libros que tenía bastante olvidados, tan olvidados que creí los había regalado (¿se regalan los libros? mis queridos lectores ese es un tema que dejaremos para otro blog). Al final, encontré a los chicos de los cuentos: Perrault y los hermanitos Grimm.

Ellas siguen allí: la Bella Durmiente, Caperucita Roja, Blancanieves, Cenicienta, Piel de Asno, la Guardadora de Gansos, Rapunzel o Ruiponce, tan intactas como cualquier anuncio de cremas.

De inmediato me dí a la tarea de leer aquellas historias que desde mi tierna infancia no había leído, pero el experimento no salió bien. (Advertencia: El contenido de los siguientes párrafos no es apto para menores de 12 años o para aquellos que no quieren saber el terrible final de estos hermosos cuentos que viéndolo bien no resultan tan hermosos).

Para empezar a la Caperucita se la come el lobo. Sí, como Ripley: aunque usted no lo crea. Empiezo por las malas noticias porque eso de empezar por las buenas para acabar con las malas no va conmigo. En fin, que el lobo sí se la come, de un solo bocado, peor que Annibal Lecter, que era un gourmet. Las últimas palabras de la pobre Caperucita son: “¡Abuelita, qué dientes más grandes tiene!” y no alcanzó a decir más. No sé porque se me vino enseguida la imagen de alguno de mis alumnos reporteando en la Asamblea Legislativa. Encima hay una moraleja bastante deprimente que se las resumo en dos palabras: no hacerle caso a los lobos, como si fuera tan fácil más cuando salen tan bien en la tele.

Con Blancanieves son buenas noticias, al menos, para ella, porque después sufrir varios atentados (asfixiada y envenenada dos veces) se salva y no por el príncipe, que aparece al final y a quien lo único que se le ocurre es pedirle a los enanos que le regalen a la difunta para contemplarla en su cajita de cristal (¿?).

Por suerte, se ve que en aquellos tiempos tampoco tapaban los hoyos de las calles y gracias a un tropiezo Blancanieves expulsa el pedazo de manzana envenenada, conoce al príncipe y se casa con él (ustedes me dirán si eso es un final feliz).

La que me dio lástima fue la reina que se muere después de probarse unos zapatos que casualmente habían dejado encima de unos carbones encendidos. Pero claro, eso no se compara con algunos altísimos modelos que venden hoy en día, seguro que si se los prueba también cae muerta.

La próxima vez que quiera fantasear voy a probar con otro tipo de lectura: la de superación personal, soñaré que puedo ser otra.

Colorín colorado este cuento se ha acabado.

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Un comentario para “La terrible realidad de los cuentos de hadas”

  1. Ciencia dice:

    Muy de acuerdo con la nota.Los finales de estos cuentos son bastante obscuros.Se nota que la moralidad social a cambiado mucho desde entonces.Siempre le encotree problemas a la historia de Robin Hood,ya que siempre me dijeron que robar era un crimen sin imnportar el estatuto economico de la victima.Otra que me molestaba mucho era Rumpelstinkyn.Que clase de ser humano hace esa clase de pactos con un ser de la talla de un duende?.Hay otros escritores que copian un poco esos estilos hoy en dia uno de mis favoritos R.L. Stine hace muy buen trabajo pero tambien sus finales no son tan felices que se diga.Creo que hoy es importante que busquemos mejores formas de estimular la imaginacion de los nenes dependiendo la edad.Uno de mis heroes que nunca pasa de moda Dr.Seuss y apela a todas las edades con su estilo jugueton y finales felices todo el tiempo. Mercy boo coo +_+.

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