Alguna vez me parece haber escuchado el siguiente diálogo entre un dependiente de una librería y un potencial lector:
-¿Tiene tal libro?
-Sí lo tenemos, ya se lo traigo.
-¿Este es?-dice con incredulidad-¿Tan grueso?
Es como si en lugar de decirte tenés que correr un kilómetro ahora te dijeran resulta que tenés que correr diez, así, sin avisarte. La perseverancia y el verdadero deseo de leer algo son puestos a prueba.
Pero alrededor de ese miedo a los libros gruesos hay alicientes que sin duda funcionan como contrahechizos como es un autor conocido (Dan Brown y su Inferno tiene más de 500 páginas), la existencia de una mini serie o una película (George R.R. Martin y el interminable Juego de Tronos) y ser un bestseller como es el caso que me ocupa hoy con Perdida de Gillian Flynn.
Perdida tiene más de 500 páginas y la verdad es que no me detuve a pensar en eso cuando me decidí por ella. Hacía tiempo que no leía un thriller y fue eso y su fama suficientes para convencerme. Claro, no es lo mismo hablar de ella que verla venir.
El inicio fue un poco incierto y hasta lento, no entendía por donde me querían llevar, pero al llegar a las cien páginas fue como “ahora entiendo de qué va esto”, puse segunda y seguí leyendo (voy por la 235 y quisiera avanzar más rápido).
Quizá una novela gruesa requiera -por ponerlo en términos culinarios- ser leída a fuego lento, permitiendo que espese, que despida su olor y tome forma ante nuestros ojos.
Buen provecho, mientras tanto yo seguiré perdida.
Muy interesante planteamiento. En mi clase de lectura, los alumnos tienen la tendencia de valorar un libro no por su contenido, sino por su peso o su grosor, o el numero de paginas que contenga. Inculcar la lectura en nuestros niños/as desde una edad temprana, e incitarlos a una critica sobre el contenido mas que la apariencia del libro, haria que nuestra cultura avanzara hasta niveles insospechados.