Tienes una misión. Descubrir el libro que ha sido escrito especialmente para ti, solo para ti.

Lo intuyes, lo sospechas, siempre lo has presentido. Por eso, desde que tienes memoria, lo buscas. No conoces su título ni el nombre del autor pero sabes que cuando empieces a leer no podrás dejarlo porque ese libro y tú están conectados. Entre los dos se ha establecido una complicidad que no puedes explicar, incomprensible ante los ojos de los demás y de la que difícilmente te podrás librar.

No es un hechizo, pero se podría comparar con uno. Reconoces tu voz en las páginas, te reconoces en sus palabras, en lo que dice y narra. Es como si se hubiese escrito muchos años antes de que nacieras, como si hubiese descifrado tu código secreto.

Sin embargo, ahora que lo has leído nace un deseo por buscarte otra vez en un nuevo libro. Quién conoce de las aventuras silenciosas de un lector.

Ahí estás, en la biblioteca, en la librería, en esa búsqueda que no puedes remediar. Los libros se han convertido en parte esencial de tu vida y es una condena que te agrada.

Es por eso que no entiendes a los que no les gusta leer, a los que no les gusta explorar. Un mundo por conocer en cada libro, voces que te hablan desde el universo infinito de las letras y te cuentan su historia. Algunos nombres te resultan conocidos como quien reconoce un amigo, una latitud, un lugar: Salgari, Poe, Stevenson, Austen, Dickens, Hugo, Conan Doyle, Cortázar,Verne, Kafka,Vargas Llosa, Melville, Dostoievski, Borges, Flaubert, García Márquez.

La incógnita te sobrecoge: ¿Cuántos más estarán en los estantes esperándote? Entonces enfilas tus pasos hacia ellos, hacia esas murallas maravillosas, paseas tus dedos por sus lomos y tus ojos te describen promesas de vidas nuevas. Desentierras uno, lo tomas en las manos y lo abres al azar. Entonces lo pones a prueba: lees un párrafo y esperas una respuesta.

El viaje ha comenzado. Te has embarcado y gracias a la imaginación te has subido en navíos piratas, visitado estaciones de policía, las entrañas del Amazonas, entrado la habitación de una mujer que ya no se siente amada, hablado con la Reina de Inglaterra y escuchado el chirriar de la madera en las casas de las geishas. Has paseado por las ramblas de Barcelona, entrado al Louvre de noche, regresado a la escuela, recorrido los barrios bajos de Londres, cabalgado por las sabanas venezolanas, contemplado la decadencia en Venecia, entrado en una cárcel brasileña, navegado con Cleopatra, participado en la Revolución Mexicana, despedido a Evita, viajado al futuro, resuelto un asesinato y has visto lo que la bomba le hizo a Hiroshima minutos después.

Nadie sabe las aventuras que los libros te han dado.

Ahora sonríes como quien ha descubierto un misterio, cierras la tapa y suspiras. Vuelves a la realidad y a tu vida, pero ya no eres el mismo.

Ya lo ves. Un libro siempre es algo más que un libro. No se trata de aburridos textos sino de ideas, de personas, de la belleza y la riqueza del ser humano.

Todavía resuenan en tu mente las palabras que acabas de leer.