El peligro de convertirse en un Ebenizer Scrooge

Ilustración de John Leech de la primera edición de Canción de Navidad.

Ilustración de John Leech de la primera edición de Canción de Navidad.

La verdad es que no hace falta ser un viejo roñoso, mezquino y miserable como Ebenizer Scrooge para que la Navidad saque lo peor de ti.

Antes se pensaba que un sujeto de tan bajos sentimientos únicamente podría ser alguien como el viejo Scrooge, es decir que en su circunstancia estaba contenida cierta explicación, porque después de todo ¿qué es peor que ser viejo, amargado y solitario? Pero ya no. Ahora ni siquiera es necesario haber sufrido para convertirse en la siguiente peste humana.

¿Quieren pruebas? Pues caminen por las calles o suban a su carro (o al bus) y den una vuelta, vayan al súpermercado a comprar cualquier cosa que les apetezca y pongan a prueba la buena voluntad, la paciencia y la generosidad ajena y verán.

No se despisten, no crean en esas caras sonrientes, ni en su juventud y buenos vestidos. La grosería, el egoísmo y la arrogancia habitan en cualquier corazón. Lo peor es que es en esta época navideña cuando más despunta, cuando más saca su aguijón y lo hunde envenenando todo lo que encuentra a su paso.

Pero Charles Dickens da, en cierta forma, el remedio en Canción de Navidad en caso de ser sufrir una scrootización. Se trata de los tres espíritus y no me refiero a invocar el espíritu de Marley sino usar el sentido común (suele ser el remedio de casi todo). Me explico: viajar al pasado (con la imaginación, es más barato), al presente y al futuro.

¿Al pasado para qué?, me dirás. Padecemos mucho de amnesias colectivas, creo que tenemos una gran habilidad para olvidar nuestros errores, las metidas de pata bien, gracias. Claro eso solo se nota cuando te sobreviene un dejà vu, cuando este año se empieza a parecer al anterior, otra vez me volví a endeudar.

Al presente viajaría no necesariamente para ir a ver cómo pasan la Navidad los otros, no necesariamente. Creo que más bien intentaría mirar de cerca mi presente como quien observa una planta que he sembrado con mis propias manos y que debido a mis decisiones ha crecido poco o mucho (y no se vale echar culpas a los demás).

Por último, el futuro. Es evidente que a estas alturas el mundo no terminó el 21 de diciembre así que creo que podemos ser un poco más ambiciosos al respecto. Al pobre Scrooge le toca ir a su propio funeral. Es un despertar bastante duro, pero al menos da resultado.

El viaje al futuro no es a la otra galaxia, bastante mal administrado tenemos el mundo. Tampoco se trata de quiero cambiar el mundo, ya me pasó. Ni pienso que cuando me vaya este mundo va a ser un mundo mejor. Pero sí me gustaría creer que aunque por  naturaleza todos los seres humanos son egoístas y pueden ser muchísimo más despiadados que el viejo Scrooge, también contamos con un equipaje lleno de bondad, comprensión y amor que deben ser usados.

Sí, después de todo tenemos esperanza.

Feliz Navidad.

 

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