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29 Ene 2009 Las siete diferencias
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Estas dos imágenes fueron tomadas el mismo día con la misma cámara y en la misma ciudad: Cartagena de Indias (Colombia). Les reto a que busquen al menos siete diferencias entre una y otra. Tiempo.

Arnulfo Guzmán, comunidad Marlinda
Arnulfo Guzmán, comunidad Marlinda
Plaza de los coches, Cartagena
Plaza de los coches, Cartagena

En El Salvador sabemos bien lo que son las desigualdades sociales. Parece que en otros lugares de América Latina lo que ha ocurrido es que han perfeccionado las formas de maquillar la tozuda realidad. La bella Cartagena, la Heroica, la ciudad de la magia. Muchos cartageneros no la reconocen así… y han pasado ahí toda su vida.

25 Ene 2009 Séptimo Sentido en Argentina

El perfil sobre el jesuita salvadoreño Jon Sobrino que publicamos hace tres semanas en Séptimo Sentido ha llegado a Argentina. Hoy, 25 de enero, una versión ligeramente recortada de la crónica sale publicada en Revista C, el suplemento dominical del diario Crítica de la Argentina. A los habituales de este blog quizá les suene esta cabecera. Aparece como uno de los enlaces en la columna de la izquierda, dentro del apartado ‘Otras revistas del género’. 

Pueden acceder a Revista C pulsando aquí. Tarda un poco en cargarse porque está en formato PDF, y ocupa más de 4MB. El tema de Jon Sobrino comienza en la página 48 y finaliza en la 53.

Si no leyeron el tema cuando salió publicado el pasado 4 de enero en Séptimo Sentido, pueden hacerlo pulsado aquí.

Como editor de Séptimo Sentido y en este caso también autor del texto, es una satisfacción que algo producido en El Salvador haya llegado a Argentina, uno de los incuestionables referentes periodísticos de América Latina. A pesar de tanto error que seguimos cometiendo, publicar en Revista C es un buen síntoma. Esa publicación tiene en planilla a cronistas como Cristian Alarcón, Josefina Licitra (ganadora en 2003 del Premio de la FNPI) y Cicco, y ahí también publican de manera habitual gente como Juan Pablo Meneses y Leonardo Haberkorn.

 

Jon Sobrino

Jon Sobrino

 

Y hablando de cronistas y de crónicas, les adelanto que me encuentro en Cartagena, Colombia. Finalizadas mis vacaciones, me vine para acá a un taller sobre crónica (valga la redundancia) que impartirá la mexicana Alma Guillermoprieto en la FNPI, la fundación de Gabriel García Márquez.

Mañana empieza. En los próximos días les contaré qué se está cociendo por acá.

21 Ene 2009 El cronista miseria
 |  Categoría: Reflexiones  | Tags: , , ,  | 1 comentario

Esto parece más un blog personal que uno colectivo, como era la idea original. Pero como dicen que lo prometido es deuda, en este post hablaremos sobre los cronistas miseria. Ayer les comentaba que uno de los riesgos de trabajar en un país como El Salvador, donde la pobreza es tan agresiva, era convertirse en eso, en un moldeador de la miseria. Pero no di el paso de definir a qué me refería. Ahí voy ahora. Lo primero, aclarar que la combinación de palabras no es mía. La estoy hurtando del blog del reconocido cronista chileno Juan Pablo Meneses.

Juan Pablo Meneses

Juan Pablo Meneses

Meneses es otro de los periodistas que ha logrado colarse en el grupo de los cronistas respetados de América Latina, esos que ya tienen libros publicados y les cuesta nada colocar sus textos en las revistas más prestigiosas del género. Pues bien, hace poco le dio por reflexionar sobre la figura del cronista que hace de la miseria su materia prima para trabajar, de aquel que se regodea en la pobreza para elaborar sus notas. íƒâ€°l lo explica mucho mejor que yo. Les dejo con sus palabras.

 

El cronista miseria es uno de los grandes personajes de la fauna cronística.

El cronista miseria consigue fondos gracias a los bajos fondos.

Para el cronista miseria las cosas son simples: para hablar de la miseria humana, se va a una villa miseria. Para decirnos que el mundo es una basura, se va a un basural con niños abandonados. Para confirmarnos que no tenemos salida, cuenta la historia de unos pobres en la cárcel.

El cronista miseria, debilidad de ONG´s y Fundaciones bien pensantes, escribe mal y amarillo.

El cronista miseria elige sus temas con la misma lógica con que responden las candidatas a Miss Universo: í¢â‚¬Å“Los problemas del mundo son la pobreza, el narcotráfico y las guerrasí¢â‚¬Â.

Ideológicamente, el cronista miseria no se hace problemas: divide a las personas entre buenos y malos.

Aunque no sea su meta, el cronista miseria suele fomentar el pánico social y el avance policial. El cronista miseria es amigo de uniformados, y es conocido por los poderosos de cada barrio bravo.

El cronista miseria habla de periodismo narrativo y de lenguaje literario, aunque sus textos sólo terminan siendo una crónica roja de larga extensión.

El cronista miseria disfruta metiendo sus textos en medios del primer mundo, o en revistas tercermundistas dedicadas al buen vivir: Miseria chic.

El cronista miseria piensa que las dobles lecturas son lo mismo que releer.

El cronista misera cree que una buena crónica es narrar miserias que están a la vista, cuando en realidad se trata de revelar miserias ocultas.

El cronista miseria defiende su parcela, su nicho, su quinta de miseria, como si fuera una propiedad privada.

El cronista miseria nunca escribe de los poderosos, aunque conoce a muchos.

El cronista miseria no entiende la pornomiseria.

Algunos piensan que el cronista miseria es un invento del nuevo periodismo latinoamericano.

El cronista miseria se burla de quienes, piensa él, sólo escriben de frivolidades. Seguramente, su risa también sea su gran triunfo: ha logrado frivolizar todas nuestras  grandes miserias.

Cuanto menos, su pensamiento es buen punto de partida para la reflexión. ¿Existen los temas importantes? ¿El buen y el mal periodista se mide en función de la ‘trascendencia’ de lo publicado? ¿Quién decide qué es lo trascendente? Y es que en este gremio tan variopinto hay de todo un poco. Trayendo las palabras de Meneses al escenario salvadoreño, no son pocos los colegas acá que estratificamos la profesión. Saliéndonos del circulo de la miseria del que habla el cronista chileno, escribir sobre política, sobre asesinatos o sobre la desnutrición infantil es estar en la cima, es contar lo importante. Redactar sobre deporte, sobre cantantes o sobre un elefante es para principiantes, frívolos o fracasados. Como casi todo en esta vida, yo me atrevo a aseverar que en esto también hay matices y que, además del qué, cada vez será más importante el cómo se cuenta algo. De hecho, tengo la firme convicción de que un relato es más meritorio si logra atrapar a un lector cuando su materia prima es lo rutinario, aquello que en las facultades de periodismo nos dijeron que no era noticia.

20 Ene 2009 Todo es relativo
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Este es el centro de Vitoria-Gasteiz, la ciudad que me vio nacer allá por 1976 y que me ha vuelto a acoger durante unos días. Siempre lo repito, pero lo haré otra vez. Esta es la ciudad que presta su nombre al polideportivo situado en Nejapa, el complejo en el que juega el equipo de fútbol del pueblo.

Plaza de la Virgen Blanca

Plaza de la Virgen Blanca

Hoy estuve dando el que seguramente sea mi último paseo matutino por sus calles. El cielo estaba azul intenso y brillaba un atípico sol, condiciones bastante anómalas para estar en pleno invierno. La temperatura, eso sí, gélida. Rondaba los 4º C.

Caminando con mi esposa Iris, comentamos que este año no había habido ni un solo homicidio en las casi tres semanas que llevamos acá. La ciudad tiene unos 240,000 habitantes. En las vacaciones de hace un par de años ocurrió uno, y los medios de comunicación locales estuvieron hablando del suceso varios días. ¿Con qué llenan las páginas de los periódicos? Como se puede apreciar en la imagen de la céntrica plaza de la Virgen Blanca, acá no hay ventas informales ni basura acumulada en las calles ni ruidos estridentes. En el tiempo que llevo, las principales noticias locales han sido la inauguración de un tranvía, la gran nevada del 7 de enero, la crisis primermundista que se vive acá, las victorias del equipo de baloncesto y las derrotas del equipo de fútbol. Suena a poco. Esta es la capital del País Vasco, y habrá elecciones al Parlamento en menos de mes y medio. Pero no hay pinta ni pega. La campaña política se ciñe acá a las dos semanas previas al día de la votación. Tampoco he visto ningún accidente de transito en la ciudad, ni siquiera uno pequeño. Nada de tuberías rotas ni de peleas entre bandas de jóvenes en las calles.

Demasiado tranquilo todo, demasiado cuadriculado. No es que uno esté deseando que la gente se mate, pero la verdad es que esto es demasiado aburrido. Acá no lo saben, porque no conocen otra cosa. Pero, al margen de las consideraciones personales, El Salvador es un país infinitamente más atractivo para un periodista; al menos para el periodista que firma estas letras. Muchas veces me han preguntado por qué me vine de un país ordenado a otro desordenado, cuando miles quieren hacer el camino contrario. El periodismo es el responsable. Pero esa atracción por el desorden tiene sus riesgos. Uno es terminar convirtiéndose en un ‘cronista miseria’, aunque de eso les hablaré en el próximo comentario.

Buenas tardes, buenos días.

14 Ene 2009 La crónica e internet
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Si algo caracteriza a Séptimo Sentido es la longitud de sus textos. Raro es que uno baje de las 3,000 palabras, cuando en las páginas de La Prensa Gráfica rarísimo es que una nota supere las 800. Desde sus inicios la revista le apostó a los relatos extensos, prescindiendo de las notas secundarias o terceras, los recuadritos, las frasecitas o los numeritos que llenan las páginas de los diarios de todo el mundo. Séptimo Sentido le apostó a la crónica, y la buena crónica exige espacio. Ahora bien, cuando se transita por este terreno es fácil tropezar, sobre todo en un país con tan escasa tradición periodística de calidad. Para un aspirante al calificativo de cronista es tentador recrearse en las licencias del género: abusar del yo omnipresente o del texto alargado sin historia que lo respalde. Son pecados que con más frecuencia de la deseada se siguen cometiendo en esta revista y que, créanme, no son tan sencillos de extirpar.

Daniel Titinger

¿A qué viene todo esto? Leí hace unos días una reflexión de Daniel Titinger en su blog que quiero compartir con ustedes. En ella, el reconocido cronista peruano habla sobre la tensa relación entre la crónica e internet, dos mundos que a primera vista son irreconciliables. Uno exigiendo tiempo al lector y espacio; y el otro, dosificando -banalizando- cada vez más la información. Al lector asiduo de la revista no le resultará del todo extraño el nombre de Daniel Titinger. En la treintena de números de Séptimo Sentido publicados, han cabido dos temas suyos. Uno trataba sobre el fútbol en Surinam y el otro sobre la relación entre peruanos y chilenos, canalizada a través del Huáscar, un barco de guerra del siglo XIX.

Les dejo con su reflexión.

El periodismo literario se vuelve cada vez más literario y menos periodismo. En un exceso de retórica para envolver pescado los diarios y revistas presentan como crónica cualquier texto soporífero que empieza así: «Era una noche fríaí¢â‚¬Â¦», y la noche, sin querer, le hace sombra a la crónica. Llenar de adjetivos una frase y decir yo, me, mi, conmigo, parece la fórmula secreta del nuevo periodismo que enseñan las universidades, y más sabe el alumno que más barroco se pone.

En la prehistoria del periodismo narrativo los dinosaurios poblaban la Tierra y las técnicas literarias se usaban como fuegos artificiales en una página en blanco. La moda í¢â‚¬â€œaquí tambiéní¢â‚¬â€œ es cíclica y como planta venenosa ataca las raíces. Y lo hace mal. Porque el viejo nuevo periodismo se lee y se relee con placer y el nuevo nuevo periodismo í¢â‚¬â€œapodado boom en América Latinaí¢â‚¬â€œ no sé en verdad ni qué es. Un muchacho de veintitrés años quiere ser Tom Wolfe elevado al cubo. Pero nunca leyó a Rodolfo Walsh. Y yo preferiría que fuera la cuarta parte de Walsh. Nuestra razón de ser, la información, parece un asunto de tercera fila. Si los colmillos de la modernidad nos cogen en ese estado, ay del periodismo literario.

* * *

El mundo de ahora se mide en pulgadas y se accede a él a través una wiki. Creemos que el tiempo avanza más rápido, pero los minutos de mi abuelo también duraban sesenta segundos: lo que avanza más rápido es la información. El pasado que se desvanece en tu computadora sigue ocurriendo en la calle. La tragedia es que salimos a la calle armados de pantallas en nuestros bolsillos, y eso es todo lo que vemos.

Las pantallas nos anuncian cosas cada segundo: todo es información frente a tus ojos y terminas el día con tantos datos nuevos que con suerte recuerdas tu nombre; es decir, tu email. Mientras el periodismo diario siga haciendo de notaría de esa realidad, los periódicos saldrán de la imprenta rumbo al museo de historia. El periodismo literario, o el periodismo narrativo, mejor, debe convertir esa información en conocimiento: el por qué antes que el qué. Y eso vale tanto para la escritura como para el génesis de una crónica: por qué escribes lo que escribes. Una idea te diferenciará de una máquina que en veinte años será capaz de llorar. Si el cronista usa la información para descubrir, iluminar y sorprender, no habrá medio digital que pueda contra eso.

* * *

Sucede hoy en la prensa escrita lo que seguro sucederá en los monitores del mañana: si tenemos información, buenas ideas, pero no hay una gran historia detrás, ay del periodismo literario. La inmortalidad del papel depende tanto de las buenas historias como de la tala de árboles, pero el e-book, el audiolibro, el blog, y todas las tecnologías que vengan serán igual de insoportables con textos periodísticos que no digan nada. A qué se le teme, ¿al futuro o a nuestra incapacidad de meter las narices en la vida real de la gente real? ¿De qué escribimos? ¿Para qué escribimos? Si alguien no soporta lo que hacemos, pasará la página o hará clic o cambiará de canal o apagará la radio, y todas esas acciones son y serán, en el fondo, la misma.

Pero los jóvenes no leen. Al menos es lo que se dice. Lo real, supongo, es que los jóvenes no leen lo que les aburre. Obvio. Nadie lo hace: en mi mesa de noche hay al menos dos libros agonizando con un marcador en la página treinta y tantos. Pasa con toda la literatura í¢â‚¬â€œnovelas, poesía, periodismo, ensayo, etcéteraí¢â‚¬â€œ: cada vez se imprimen más libros y cada día se queman más libros que jamás se vendieron. Tengo una buena historia. Tengo una gran idea. Tengo una investigación impecable. No tengo lectores. ¿Para quién escribo, entonces? El lector, estimado lector, ya no es el mismo de antes: prefiere una carita amarilla y feliz a escribir estoy feliz.

* * *

El periodismo literario tendrá que acostumbrarse y reacomodarse en el nuevo mundo. Si antes se descubrió con asombro la penicilina, la luz y las técnicas literarias en la no-ficción, hoy es tiempo de pensar en la tecnología al servicio de la crónica. Hay cronistas que publican sus historias en internet y añaden audios, videos, links. Hay cronistas que aseguran que la verdadera historia la cuentan quienes comentan en sus blogs, y el texto debe leerse desde el título hasta el último comentario. Dije leerse. ¿Qué pasará luego? No lo sé. Pero la única profecía es que las modas son cíclicas y algún día un muchacho de veintitrés años dirá que quiere escribir de Nueva York como José Martí, o ser la cuarta parte de Walsh, mientras otro se pondrá a escribir í¢â‚¬â€œdije escribirí¢â‚¬â€œ y colgará para siempre los absurdos emoticones.

07 Ene 2009 La migra y yo

El domingo próximo saldrá publicada una crónica sobre la migración. Más que eso es la historia de uno de los tantos deportados que semanalmente vienen a El Salvador en un avión fletado por Estados Unidos. Hablé con él el día en el que aterrizamos -porque vine en el mismo vuelo desde Texas- y lo fui a buscar días después a su casa. No lo encontré. Me contaron que Carlos se encuentra en Jocoro, en el departamento de Morazán, pasando unos días junto a su madre. Aún no tiene trabajo y me pidió que lo ayudara en ese aspecto. En realidad no sé si haya algo que yo pueda hacer por él.

La crónica también relatará brevemente cómo es la labor de patrullaje que desarrollan diariamente los agentes de la Border Patrol de Estados Unidos. Muchos de ellos son latinos o tienen raíces latinas, y me pareció interesante preguntarles si alguna vez han experimentado algún dilema ético-cultural por la labor que ellos desempeñan.

Algo chistoso: durante el reporteo de este  tema, a mediados de diciembre, participé en algunos recorridos con la Border Patrol. Uno de ellos fue en la estación de trenes de Falfurrias, 130 kilómetros al norte de la frontera mexicana-estadounidense. Ahí serví de voluntario para que un perro patrullero me olfateara y encontrara escondido entre los vagones de un tren estacionado. Traté de esconderme lo mejor que pude, sobre un vagón de unos 15 metros de alto, a una distancia de unos 150 metros de donde el perro estaba. A los pocos segundos, Dino me halló, justo cuando comenzaba a creer que era el escondite perfecto. Aquí les dejo el link. http://www.laprensagrafica.com/departamento-15/noticias/6656.html

Lo menos bueno es que durante los recorridos, hechos por y a la medida de los intereses estadounidenses, los agentes no dejaron que entrevistáramos a ningún inmigrante. Eso sin duda habría puesto el elemento drama, tran presente en esta temática de la migración.

También les adjunto los links de las notas que envié para La Prensa Gráfica durante mi estadía allá.

Inmigración ilegal baja un 13% http://www.laprensagrafica.com/departamento-15/noticias/6657.html

Bajan las muertes en la frontera de México y Estados Unidos http://www.laprensagrafica.com/departamento-15/noticias/6754.html

EUA: pandilleros trasiegan armas en frontera http://216.75.53.124/index.php/departamento-15/noticias/7296.html

06 Ene 2009 Nieve
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Son las 11 y media de la noche del 6 de enero. Está nevando. Vean, vean…

Llevaba todo el día cayendo copos, pero sin mucho convencimiento. Ahora parece que la nieve está comenzando a cuajar. Desde mi ventana estoy viendo cómo caen los copos. Bueno, eso de caer es un decir. En la imagen no se puede apreciar (es una camarita compacta sin muchos secretos), pero en una nevada como la que está cayendo, consistente, los copos suben, bajan, se desplazan en lateral, se arremolinan… A veces más, a veces menos. Las calles están vacías, frías. Y los carros pasan silenciosos sobre la alfombra blanca. Está nevando.

Esta ciudad se llama Vitoria-Gasteiz. Sí, como el polideportivo de Nejapa. Es la capital del País Vasco. Y es el lugar donde nací. Estoy acá de vacaciones, con la familia. Desde 2001 vivo en El Salvador, y no veía nevar, por eso no puedo ocultar una sincera sensación de felicidad que seguramente no me deje pegar ojo esta noche.

En mi otro hogar, en El Salvador, ahora son las 4 y media de la tarde. Acá ya es noche cerrada. Intuyo que allá tendrán el mismo sol de justicia y el termómetro rondando los 30º C. En unos días lo estaré echando de menos, pero no ahora. Ahora está nevando. A ver cómo amanece mañana.

Buenas noches, buenas tardes.

02 Ene 2009 La entrada y Jon Sobrino
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La entrada es la carta de presentación de una crónica. Y la entrada, no está de más aclararlo, raras veces coincide con el primer párrafo.  Suele ser bastante más larga y, si está bien escrita, se identifica porque tiene una estructura interna, un mensaje claro y un efecto cautivador. Debe funcionar como el anzuelo para que el lector decida leer el resto de las 3,000 o 4,000 palabras del relato.

Decirlo es relativamente fácil. No lo es tanto dar con la entrada que cumpla todos esos requisitos. Este domingo 4 de enero publico (al fin) un texto en el que llevaba varios meses trabajando. Se trata de un perfil del teólogo jesuita Jon Sobrino, uno de los que sobrevivió a la masacre que el Ejército salvadoreño perpetró el 16 de noviembre de 1989 en la UCA.  A continuación, les dejo la primera de las entradas que escribí.

¿Qué siente alguien que conoce con certeza el lugar donde lo enterrarán? ¿Qué siente cuando sabe que algún día será parte del museo que él mismo ayudó a crear? Son preguntas que me asaltan ahora, cuando faltan minutos para que Jon Sobrino nos reciba en su oficina de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA). La cita es a las 4 de la tarde de un día de diciembre, pero fotoperiodista y yo hemos llegado con los minutos suficientes de antelación como para hacer una breve visita í¢â‚¬â€œuna másí¢â‚¬â€œ al Museo de los Mártires y a la capilla donde hay enterrados ocho jesuitas. Ahí me surgieron las preguntas, pero dudo si me atreveré a platearlas. Después de más de un año de escuchar sus homilías, de lectura de sus textos, de algunas pláticas informales y de entrevistar a personas que lo conocen bien, la imagen que tengo de él es la de un hombre estricto, severo, desconfiado de la prensa e implacable con la falta de seriedad. Y hablar sobre su muerte no parece ser un tema amigable. Menos si se tiene en cuenta que está a días de cumplir 70 años y que su estado de salud es delicado.

Dudo si me atreveré a platearlas.

í¢â‚¬â€Adelante, pasa. Ah, ¿los dos vienen? Adelante, siéntense donde mejor les parezca.

De su despacho espartano destacan pocas cosas: el sinnúmero de libros, un viejo teléfono de oficina que sobrevivió al cambio de siglo y fotografías enmarcadas de personas muertas: de Monseñor Romero, de los jesuitas asesinados en 1989, de Rutilio Grande, de Jon Cortina.

Hace calor.

Jesuita y teólogo, Jon Sobrino Pastor llegó a El Salvador en 1957 y obtuvo la nacionalidad salvadoreña en 1989. Es, por tanto, uno de los salvadoreños con mayor reconocimiento internacional, a pesar de que mantenga un perfil más bien bajo en su país. Pocas entrevistas, pocas apariciones en radio o televisión, pocas presentaciones fuera de la UCA. Fuera todo cambia. Le llueven invitaciones para ir a dar conferencias en casi todo el mundo, ha escrito libros que otros tradujeron, y su doctrina sobre la Iglesia católica fue un verdadero dolor de cabeza para un cardenal llamado Joseph Ratzinger que años después se convirtió en un Papa llamado Benedicto XVI. El punto álgido de esta tensa y larga relación entre dos personas que nunca se han visto las caras tuvo lugar en marzo del año pasado, cuando trascendió que Benedicto XVI ordenó publicar la Notificación que concluía que dos libros escritos por el salvadoreño contenían í¢â‚¬Å“un elenco de proposiciones erróneas o peligrosasí¢â‚¬Â. Transcurridos casi dos años de aquel jalón de orejas papal, Sobrino se mantiene fiel a sí mismo.  Continúa oficiando misa en la misma iglesia humilde, conserva un discurso en el que abundan palabras como oligarquía o imperialismo, y se mantiene firme en lo que alguien décadas atrás bautizó como la opción preferencial por los pobres.

Ahora está aquí sentado, dispuesto a responder mis preguntas, pero temeroso aún del uso que yo, un desconocido, pueda hacer de ellas.

í¢â‚¬â€Lo que te quiero decir í¢â‚¬â€œme dijo con tono paternal unos días atrásí¢â‚¬â€œ, y creo que entiendes bien, es que ahora soy un señor al que Roma le dijo que es malo.

La entrada que acaban de leer la terminé desechando. Demasiados datos, demasiado fría, demasiada presencia del periodista, paranoia de última hora… Quizá un poco de todo. El domingo, si quieren, pueden leer la entrada por la que me decidí y el resto del perfil del salvadoreño Jon Sobrino, que mide más de 6,000 palabras.  Honestamente, y después de un parto tan difícil, aún dudo si el cambio fue para mejor. Lo de las entradas es un arte muy difícil de dominar.