Parece existir coincidencia plena en los más variados foros y grupos sobre el papel que el grado de avance tecnológico y científico de un país juega en el desarrollo y bienestar de su población. Abundantes ejemplos registrados en investigaciones a nivel mundial apuntan a establecer una alta correlación entre las fortalezas en los ámbitos de la investigación, innovación e inventiva y la posición económica y la calidad de las prestaciones sociales de un país.
Al respecto, alguien puede argumentar que los países con mayor desarrollo económico y social tienen mayor solvencia financiera para realizar investigaciones, mejor ambiente para propiciar la innovación y una cultura extendida a favor de la invención, y por eso es que esos países realizan más y mejor investigación. El eterno dilema del huevo y la gallina.
Otra persona puede insistir en que las prioridades y serias deficiencias en países como el nuestro nos impiden dedicar atención a temas de menor impacto inmediato, como los dedicados a la creación de infraestructura y cultura científica, cuyos efectos se aprecian en después de varios años, y aun eso, sólo si son apoyados por políticas y estrategias nacionales sostenidas y sostenibles.
Sin negar ninguna de las anteriores aseveraciones, también es verdad que es importante realizar apuestas e inversiones estratégicas, a largo plazo, tales como las que son demandadas en el área de la educación y en el avance de la ciencia y la tecnología, como ejes transversales a todos los sectores productivos de cualquier país. La cosecha de esa siembra se puede obtener solamente muchos años adelante, pero puede incidir positivamente en la sostenibilidad de una nación.
Y aunque los esfuerzos para fomentar las actividades científicas y tecnológicas en nuestro país existen, aun son descoordinados y con muy poco apoyo político y financiero por parte del estado. Un ejemplo positivo destacado en esta área, digno de imitación, pero aun aislado, lo constituye el Fondo de Investigación de Educación Superior (FIES), convocado en su segunda edición por el Ministerio de Educación, del que conversaremos en próxima oportunidad.
Un buen comienzo: Indicadores de Ciencia y Tecnología en Educación Superior
En este sentido y contexto, una excelente noticia es que el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) de El Salvador, atendiendo a sus funciones de ley, y habiendo gestionado el apoyo de algunas instituciones y organizaciones, hizo público el 10 de diciembre un documento con las estadísticas sobre actividades científicas y tecnológicas en El Salvador, durante 2007, en el sector de Educación Superior.
El estudio fue realizado por el CONACYT, y los resultados se han publicado en un documento de 57 páginas, impreso a colores, conciso y bien estructurado. Presenta, tanto en forma tabular como gráfica, la información de cinco grandes áreas del quehacer científico en las instituciones de Educación Superior salvadoreñas: 1. Inversión en actividades científicas y tecnológicas (ACT), 2. Recursos humanos dedicados a investigación, 3. Proyectos de Investigación y Desarrollo, 4. Producción científica y tecnológica, y 5. Tecnologías de información.
El estudio recopila la información de 22 universidades y 3 institutos tecnológicos, lo que representa la mayor parte del universo de instituciones de educación superior (IES) autorizadas y activas en El Salvador. Parte de la metodología empleada constituye la presentación agregada de la información, evitando individualizar los datos obtenidos de cada institución, de manera que las IES se sientan cómodas proveyendo la información solicitada. Adicionalmente, se han seguido los estándares y definiciones del Manual de Frascati y de la Red Iberoamericana de Indicadores en Ciencia y Tecnología RICYT.
Algunas de las gráficas y tablas que resumen parte de la información se presentan a continuación, con la autorización de CONACYT y la intención de provocar la lectura atenta del interesante estudio “Indicadores de Ciencia y Tecnología: Estadísticas sobre Actividades Científicas y Tecnológicas. El Salvador 2007”, publicado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de El Salvador.
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El CONACYT ha manifestado su intención de continuar e ir mejorando cada año la recolección de estos datos, tanto en el sector de la Educación Superior, como en las empresas privadas y el sector público. Al hacerlo, podremos ir teniendo un panorama más claro y sistemáticamente observado, acerca de lo que hacemos en el país en el área de la investigación científica y tecnológica, y servir como instrumento para la definición focalizada de políticas públicas que realmente favorezcan y estimulen el desarrollo de la investigación, el desarrollo y la innovación salvadoreña.
¡Así sea!