Washington entró al receso de agosto. El senado tiene ya varias semanas de estar fuera y la cámara baja se fue hace unos días de vacaciones. Quedó, el Distrito de Columbia, ocupado con los últimos calores de la temporada y con la impactante noticia que la familia Graham vendió el Washington Post al dueño de Amazon.com. (Para cualquier periodista que haya crecido a la sombra del Watergate la noticia es, sí, impactante; pero dejo eso para otro post). Lo que se cocina, lento, en las previas del otoño es acaso la más feroz de las batallas en torno a la migración latina en los Estados Unidos; acaso la más feroz de la última década.
Parece claro que los republicanos más conservadores, enfrascados como están en las primarias de sus distritos electorales donde las elecciones se ganan a fuerza de llevar el péndulo político lo más a la derecha que sea posible, harán de la reforma migratoria, como del aborto, la restricción del gasto público y en general cualquier cosa que suene a oponerse a las políticas de Barack Obama, tema de batalla política.
El gran dilema, como ya he dicho en este blog, es que el viejo liderazgo republicano, los aspirantes a la presidencia en 2016 -incluso los más conservadores en temas sociales y económicos- e incluso los líderes en el congreso -aunque estos con un dejo de timidez aún por temor a perder la poca influencia que les queda entre las filas de jóvenes conservadores- están convencidos de que algo debe hacer el partido por satisfacer al voto latino, mientras los políticos más jóvenes y localistas empiezan ya a pensar que todo eso de que el partido no es viable sin los votos de esta minoría no deja de ser un cuento de la prensa más liberal.
Por ahora, y hasta antes del receso, así pintaban las cosas:
– El Senado pasó su versión de reforma con unos pocos republicanos, azuzados por John McCain, a quien la gran prensa escrita identifica ya como el republicano más nacional -que no como presidenciable pues, se sabe, su cartucho quedó gastado frente a Obama en 2008-, y Marco Rubio, el joven de derecha, atractivo para los conservadores pero también capaz de atraer, por su posición en el tema de la reforma, a los votantes latinos.
– Los republicanos más radicales en la Cámara Baja llegaron al receso sonando tambores de guerra, afilando la oposición e incluso explorando, de nuevo, el discurso xenófobo. Lo más chocante en este terreno fueron, acaso, los comentarios del representante Steve King de Iowa, quien comparó a los hispanos con perros y luego trató de darle vuelta a la retórica para disculparse sin desdecirse.
– John Boehner, el líder de la Cámara Baja, se fue al receso con la tropa revuelta: sus tea-partiers envalentonados y convencidos de que toda la tierra que deban echar a la reforma la echarán sin asco alguno para asegurar su victoria electoral; pero al mismo tiempo algunos de sus colegas más prominentes empujando en silencio por una solución que simpatice a la clientela conservadora sin alienar a los latinos: Paul Ryan, el vicepresidenciable de Mitt Romney, dice la prensa, sigue trabajando en silencio por un trato que se parezca al del Senado, que reúna sus dos ingredientes básicos: legalización y seguridad fronteriza.
-Por lo bajo, también, Luis Gutiérrez, el demócrata de Illinois trabaja en un trato que se parezca al del Senado. Dice que ya tiene entre 40 y 50 colegas republicanos listos para votar.
Y mientras todos esos ingredientes esperan a que el fuego vuelva a encenderse en Washigton cuando el Congreso vuelva del receso veraniego a principios de septiembre, también arrancan, de a poco, los primeros motores de la carrera hacia la presidencial de 2016. En el campo demócrata, por ahora, el nombre que más suena, es de mujer: Hillary Rodham Clinton.
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