Saber leer y escribir no solo es saber leer y escribir

Todavía no sé bien por qué, pero me gusta escribir (léase, poner casi todo por escrito). Fue cuando los libros llegaron a mi vida, al mismo tiempo que tuve que abandonar los juguetes que surgió en mí una necesidad existencial de almacenar mis pensamientos en alguna parte.

Comencé a escribir en un cuaderno lo primero que tenía que escribir, que en esa época me tenía consumida: historias de fantasía, de reinos y reyes en el espacio remoto, muy lejos de las aburridas clases del colegio.

Dibujaba y escribía mis historias, inventaba nombres extraños, investigaba en las enciclopedias para sacar ideas y hasta llevaba un récord de los títulos de mis historias inventadas. En esa etapa, para mí escribir era un juego.

No me da pena (ya no) decir que ese deseo de seguir fantaseando, de crear historias como un pequeño dios en su propio mundo fue lo que determinó mi vocación. Cuando hice la prueba de aptitudes en el bachillerato yo  había hecho mi elección, quería aquella profesión –cualquiera que fuera-  que me permitiera escribir.

De la universidad me llevé una pequeña decepción. Se estudia, se memoriza y se analiza más de lo que se escribe o te enseñan a escribir. Aun así aprendí mucho. Conocí un país, su cultura, a muchas personas y eso también te hace escribir.

Por iniciativa personal de un profesor nos reuníamos una vez por semana en una especie de taller de escritura. La dinámica era simple: leer lo que has escrito, escuchar (sin juzgar) y aportar. A veces, escribir juntos es lo que hace falta para aprender a escribir.

Como periodista escribir se convirtió en un oficio. Yo decía para mis adentros que escribía ajeno y al principio no me importó. Una vez más podía conocer otros mundos, adentrarme en ellos y escribirlos.

Aprendí a escribir contra el tiempo y eso me obligó a leer con más atención. No sé cómo hace el resto, pero para escribir necesito leer. Es como ir al mercado antes de preparar la comida. No se puede escribir de la nada.

El periodismo también me enseñó a buscar la novedad (quizá con demasiada insistencia) de cada historia, a tratar de usar bien las palabras porque es poco el espacio que se tiene y hay que aprovechar cada pulgada. Narrar con una imagen, narrar con una declaración e incluso con un silencio. Ya que no contamos con esas grandes redacciones llenas de recursos se trata de aprovechar y potenciar lo que se tiene. Eso también es escribir, trabajar con lo que se tiene (esperando que sea bueno, claro).

Me doy cuenta que escribir no es solo saber escribir, como leer no solo es saber leer. Detrás de un impulso inicial o de una vocación también será necesario aplicar cierta técnica, corregir una y otra vez, buscar los vacíos, retocar. La edición es una palabra que no todos acogen con alegría porque implica más trabajo, quizá borrar lo que hiciste, pensarlo mejor, pero no conozco a ningún pintor que crea que pintar el fondo es terminar un cuadro.

Todavía me gusta imaginar otros mundos. Míralo como ironía, no sé, pero el último mundo que pensé visitar fue el de la escritura y me estaba perdiendo de tanto.

 

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Un comentario para “Saber leer y escribir no solo es saber leer y escribir”

  1. mauricio dice:

    Me gusto lo de ir al mercado antes de cocinar, al igual que para escribir hay que leer. siempre he oído que la comida queda mejor cuando se prepara con amor. ¿que sería entonces escribir con amor? porque no siempre se escribe pensando en el amor, aveces, protestamos, aveces odiamos. Creo que quízas son las ganas de hacerlo.

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