Postal de otoño en un suburbio de Washington
Un rápido vistazo a los temas de la agenda política que la temporada otoñal (octubre-diciembre) traerá a la capital de Estados Unidos, y de cómo estos temas están relacionados con El Salvador.
1. La plática política sobre las elecciones centroamericanas. En Honduras dentro de tres semanas. En El Salvador dentro de tres meses. Los dos eventos han vuelto a activar algunos “lobbies” y tanques de pensamiento en la capital estadounidense que suelen establecer los tonos de las conversaciones en torno a la política en Centro América. La batalla por Washington, de hecho, inició hace ya largo rato entre los contendientes salvadoreños y sus adeptos en esta ciudad, pero una nueva ola, un “sprint final”, arrancó con los albores del otoño. Los cabilderos más cercanos a Arena empujan por vender de nuevo la narrativa centrada en Alba; los más cercanos a Saca se esfuerzan en encontrar los pecadillos de ex administraciones y administradores areneros; y los efemelinistas están centrados más bien en el silencio que les permita pasar de puntillas por el hecho de que la derecha republicana más tradicional suele tener éxito en reinventar la narrativa de la Guerra Fría alrededor del partido de izquierda. El otoño arrancó con una serie en El Nuevo Herald de Miami que habla de Saca y Alba; con el guión del presidente Funes según el cual una agencia estadounidense ha abierto una investigación a un “ex presidente” arenero -nadie da razón de ese expediente en Washington, al menos hasta ahora. La carrera sigue esta semana con un evento en el que estará Juan José Daboub, presidente de la Fundación del Global Adaptation Institute de Washington y ex hombre fuerte del ex presidente Francisco Flores en compañía de Carl Meachan del “Center for Strategic and International Studies” para hablar sobre lo que está en juego en las elecciones salvadoreñas (Meachan fue “staffer” del ex senador republicano de Indiana Richard Lugar y uno de los principales activistas en el esfuerzo por condicionar el Fomilenio 2 en junio-julio de 2012).
2. El largo -y ya imprevisible- camino de la reforma migratoria. Escucho cada vez más seguido en la calle los sonidos de la desazón: “¿Reforma migratoria? A saber. No se ve claro. Noooombre… Si es lo mismo…” Los salvadoreños aquí son estoicos, duros, dueños de una fe que es difícil de quebrar; de una fe basada más, me parece, en la convicción de que la propia capacidad de sobrevivencia siempre dará para, pues, para sobrevivir, y de que a falta de promesas cumplidas de políticos u otros lo que queda es hacer eso para la que han venido: trabajar. Los años también han traído, sí, escepticismo. No es de la que hablo una fe ingenua en los despropósitos casi siempre inconclusos de una política que no les pertenece -a falta de representación real la política suele serles tan indiferente aquí en el Norte como lo era allá, la tierra de la que salieron empujados por la violencia, la mala economía y sí, la corrupción, como recién reveló una encuesta del Pew Research Center. Así las cosas, la esperanza de que una reforma migratoria llegue este año empieza a difuminarse en el imaginario de los latinos. Bueno puede ser que la discusión trajo esas dos cosas que los activistas-que-hablan-español ya reconocen: Primera, visibilización. Como la revolución silenciosa de los derechos de los gays en Estados Unidos (a la que ya solo se oponen los más conservadores en la derecha o en algunas iglesias), la visibilización del tema de los indocumentados, y sobre todo la certeza de que los latinos con documentos -los que votan- marcan papeleta con sus amigos o parientes indocumentados en mente, han hecho que hoy sea más difícil para los fanáticos políticos negar que mexicanos, salvadoreños, filipinos, hondureños que entran sin papeles a la Unión para empujar una economía en declive son, en efecto, sujetos de derechos. Segunda, de hecho, la consecuencia política: los latinos que votan hoy son más y siguen creciendo. Malo es que las buenas intenciones de la reforma, que por hoy siguen siendo solo eso, han tapado tendencias muy oscuras que se han revitalizado, como las deportaciones masivas de la administración Obama y las consecuencias que conlleva (separación familiar, niños desprotegidos y un gasto millonario que no ha resuelto los flujos) o el renacimiento de la xenofobia más rancia en estados fronterizos que ya empieza, por ejemplo, a materializarse en la expulsión de esos que se suponía eran ya sujetos de derechos, los “dreamers”. El camino en la Cámara Baja, con elecciones de medio periodo a la vuelta de la esquina marcadas de nuevo por la fuerza del ala conservadora republicana que no traga la reforma, parece demasiado complicado. A la llegada del otoño, la reforma languidece, como las hojas de los árboles.
3. Los asuntos pendientes. Más allá de las ansiedades pre-electorales están los asuntos pendientes en la agenda de Washington con el triángulo norte, en especial lo que atañe a la iniciativa CARSI, la “Central American Regional Security Initiative”, la bolsa de $350 millones que reúne todos los programas bilaterales y regionales que Estados Unidos tiene en el istmo. En noviembre, según fuentes de la administración Obama, Washington decidirá cosas importantes sobre cómo continuará con la cooperación: ¿énfasis bilateral? ¿A través de SICA? ¿Nuevos programas con más énfasis en prevención? Incluso hay una discusión, en voz baja aún, sobre la posición que la administración tendrá en torno al futuro de la tregua salvadoreña entre pandillas. Y, sí, está el asunto Leahy: en el Congreso y la administración confirman que las observaciones que el senador demócrata, presidente del subcomité de ayuda externa del comité de apropiaciones (hacienda) de la Cámara Alta hizo a la administración Funes por temas relacionados con corrupción en la PNC, la idoneidad del ministro de Defensa y el pleito por la Corte Suprema, entre otros, es un caso aún o resuelto.
Así el otoño en Washington. Agenda llena.
Otoño
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