RUTA PANORÁMICA | Parte I: Donde nacen las mariposas.

En la planificación del recorrido tomamos la decisión de acampar en un sitio llamado Nativo, ubicado a la orilla del lago de Ilopango, cerca de Candelaria (Cuscatlán), por lo que teníamos que desviarnos hacia esa población y de ahí bajar hasta punta Cutaliya, en las riberas del lago de Ilopango. Esta desviación haría que nuestro recorrido fuera de 49 kilómetros hasta el lugar de campamento.
Todo sonaba perfecto. «Una ruta sin problemas», nos dijimos. Aunque el análisis  de esta nos decía que implicaba un ascenso hasta 1,210 metros y luego un descenso hasta los 430 metros; eso significa muchas subidas y bajadas. Con un tiempo estimado de recorrido de cuatro horas y media. La ruta por la carretera a Comalapa tiene un par de subidas pronunciadas que son fuertes, en especial si se va con la bicicleta cargada con todo el equipo de campamento y la comida, unas 45 libras de peso total, sin contar el peso de la bicicleta y el de este loco cicloturista.

Google Maps
Mapa de recorrido desde el Km Cero hasta Punta Cutaliya, Cuscatlán; un recorrido de 70.6 km. Esta ruta se vuelve muy pesada, ya que más de 25 km de estos son de pura escalada, con pendientes que llegan hasta los 30 grados de inclinación.

Ya en el desvió de Santiago Texacuangos preguntamos a algunos residentes de la zona cómo era la ruta hacia Candelaria, y todas las respuestas tenían un denominador en común: «¡Uy!, está lejos en bicicleta», «Todo es subida» y «¿En bicicleta piensa ir?». Pues no se equivocaron: desde Santiago Texacuangos comenzaría el verdadero reto, ya que de la distancia total de la ruta más de 25 kilómetros son un sube y baja, más subidas que bajadas, aunque no son cuestas pronunciadas; eso sí, son largas. En realidad, se conquista la cima de esta carretera y se tiene un respiro hasta llegar a San Miguel Tepezontes, ya que desde ahí vienen varios kilómetros de un hermoso descenso, con densa selva a los dos lados del camino, que hace que el clima sea fresco. Luego se llega a San Emigdio y posteriormente a Santa Cruz Analquito. La diversión del descenso acaba al  llegar a un lugar que se conoce como «el desagüe», el cual es un puente que pasa sobre la desembocadura del río Jiboa.
Como nuestra ruta no era hacía Cojutepeque, un residente en San Emigdio nos recomendó ahorrarnos varios kilómetros de subida hasta San Ramón, Cuscatlán, y tomar un desvío hacia Candelaria por una calle rural pavimentada de siete kilómetros hasta el punto más alto del cerro, y al llegar a Candelaria, comenzar a descender de nuevo hasta el lago de Ilopango.
Tal como lo comentamos al inicio, la Ruta Panorámica es una calle de dos vías pavimentada, de carriles sin hombros. En su tramo inicial, desde Santiago Texacuangos hasta el desvío de San Francisco Chinameca el tráfico es moderado, con frecuentes autobuses, vehículos livianos y motocicletas. Desde ahí hasta San Miguel Tepezontes el tráfico es bajo, con vehículos livianos y motos esporádicamente.  En el tramo hacia Candelaria el tráfico es pesado, con bastantes autobuses y vehículos que en una calle de dos carriles improvisados, sin hombros ni aceras, van a una velocidad irresponsable, ya que apenas caben dos vehículos en ella.

A PASO DE MARIPOSA

Mariposa Morpho Azul Andina, uno de las más bellas de su especie.

A excepción de algunos ciclistas profesionales a quienes he escuchado decir que disfrutan escalar puertos de montaña (en buen salvadoreño: cuestas o subidas), en lo personal, este es uno de los obstáculos más duros de vencer en el cicloturismo debido a que con el peso extra del equipamiento, la comida y el agua -ojo, nada de cosas banales- son aproximadamente unas 40 libras de peso adicionales que debemos transportar. Pero así es el cicloturismo, y como todo en la vida, hay que hacer un esfuerzo para ganar la cima, aunque sea por breves momentos.
Al pasar Santiago Texacuangos hay una subida bastante larga de unos siete kilómetros de pendiente, una de esas pendientes que se sienten interminables en bicicleta, esas cuestas que hacen que el tiempo se detenga y que todo se haga más lento. Fue en ese hipnótico pedaleo que me acordé de un documental que vi hace un par de años, producido por un reconocido cicloturista español llamado Álvaro Neil, el Biciclown, que se titula «A la velocidad de las mariposas». En este, Neil cuenta sobre sus experiencias durante su vuelta al mundo, la cual inició en 2004  y en donde él dice que el cicloturismo es igual a «viajar a la velocidad de las mariposas». Sí, eso es, lentamente y sin prisas.

Mariposa de la especie Heliconius eratus petiverana.

Iba en esa pendiente concentrándome en mantener una cadencia decente para no perder el equilibrio y deseando que después de la siguiente curva se acabara esa subida, cuando un señor en el camino me saluda y le devuelvo el «buenas tardes». Veo el reloj y era ya la 1 de la tarde. «¡¿Qué?!», me dije. Tan concentrado iba en el camino que ni recordaba que iba a detenerme a almorzar en algún lugar. Detengo la marcha a media cuesta para tomar aire, literalmente, y levanto la vista, y como una de esa casualidades de la vida veo un rótulo en letras coloridas que decía «mariposario». Le pregunto al septuagenario si estaría abierto. «Sí, toque que ahí están». De inmediato se escucha una voz que me dice «¿va a entrar, don?» y le respondo «¡Sí!».
El mariposario se llama Alas y Flores  en San Francisco Chinameca, La Paz, que está ubicado sobre el kilómetro 9 de la carretera Panorámica. Esta es una casa de campo con un gran jardín lleno de árboles y flores, a la par de una quebrada de unos 100 metros. Allá abajo está el mariposario, como escondido, y en él se pueden observar decenas de mariposas revoloteando. Es algo mágico.

El cuidador del mariposario Alas y Flores explica la forma en que las mariposas depositan sus huevecillos en las plantas.

En Alas y Flores crían tres tipos de especies de mariposas nativas de nuestro país: las Búho Llorón,  Morpho Azul y Heliconius. La Morpho Azul Andina, cuyo nombre científico es la Morpho peleides,  es una mariposa tropical iridiscente que se encuentra desde México, América Central, el norte de América del Sur, Paraguay hasta la Isla Trinidad, en el Caribe. El color azul brillante en sus alas es causado por la difracción de la luz de millones de diminutas escamas que se encuentran en ellas. A diferencia de los humanos, a los cuales nos atraen esos colores brillantes, en la selva tienen un significado totalmente diferente, ya que esta mariposa ahuyenta a los depredadores mediante el parpadeo de sus alas y mostrando esos colores brillantes. La envergadura de esta mariposa oscila entre 7.5 a 20 cm (de 3 a 7.9 pulgadas). Todo el ciclo de vida de la mariposa Morpho Azul, de huevo a adulto, es de solo 115 días.
Por otra parte, las no menos hermosas las Heliconius viven en casi toda América, desde el sur de los Estados Unidos hasta el sur de Sudamérica. Lo interesante de esta especie de mariposas es que son unas promiscuas… Sí, tal cual lo leyeron, ya que por regla general, las mariposas prefieren aparearse con individuos de su propia especie, pero las mariposas Heliconius timareta y Heliconius elevatus  se aparean con otras especies de mariposas y estas mutaciones genéticas son el mecanismo adaptativo común de las especies animales e insectos. A esto los científicos le conocen como hibridación (intercambio de información genética entre dos especies), y facilita su supervivencia. Es por esto que los científicos han estudiado a este tipo de mariposas desde la década de 1860 como un ejemplo clásico de evolución en acción, pero solo ahora la moderna tecnología de secuenciación está comenzando a esclarecer la genética subyacente que hace que especies diferentes de mariposas se puedan mezclar y conservar su genética. Las Heliconius tiene sus alas de color negro salpicadas de colores rojo y amarillo intenso, lo que en la naturaleza es una advertencia para las aves y les indica que son de sabor extremadamente desagradable y que contienen toxinas.

Estos dos perrillos son mascotas del vivero, aunque aún no tienen nombre. Su padre se llama Frodo. Ahora imagínese qué nombre le pondrán a estos dos: ¿Pippim, Sam o Merry?

La especie Búho Llorón son mariposas que alcanzan un tamaño similar a las Morpho Azul y son consideradas las más grandes de América del Sur. Existen unas 20 especies de mariposas búho, quienes reciben este peculiar nombre porque en la parte inferior de sus alas tienen dos manchas grandes que parecen los ojos de un búho. Esta especie tiene un tiempo de vida de 90 días desde larva hasta adulta.
Todas estas  hermosas especies de mariposas poseen características físicas que les permiten estar a salvo frente a muchos depredadores diurnos. Son de hábitos crepusculares, lo que significa que vuelan desde el amanecer alimentándose y reproduciéndose, y descansan cuando las temperaturas son más suaves. Durante el día, cuando son más vulnerables, se mantienen volando desplegando sus alas y mostrando esos vivos colores; pero cuando las cierran, prevalece en ellas el negro con mezcla de café oscuro; así logran camuflarse increíblemente con el tronco de los árboles, aprovechando la oscuridad del bosque y quedando ocultas de sus depredadores.
Estas tres especies de mariposas se alimentan de frutas maduras, como el mango, guineos, plátanos y el néctar de flores. En los tiempos de reproducción, la mariposa coloca en las hojas de plantas específicas unos pequeños huevecillos que parecen gotas de agua. De estos nacerán unas orugas que se alimentan de la misma planta donde nacieron, lo que puede ser molesto para agricultores o amantes de la jardinería. Si sobreviven a la mano del hombre, luego de un corto tiempo las orugas crean un capullo llamado crisálida, que es el lugar en donde se refugia para convertirse en mariposa.
El mariposario Alas y Flores tiene una gran importancia de conservación de estas especies de mariposas en la zona boscosa del departamento de la Paz que de otra forma extinguirían debido a la contaminación, la deforestación  y la mano destructora del hombre, que sin piedad les roba cada día su hábitat. Alas y Flores está abierto desde 10 de la mañana hasta las 5 de la tarde, de lunes a domingo. La entrada tiene un costo de $2 por persona. En el lugar se encuentran los encargados, quienes le dan un recorrido guiado por todo el lugar explicando con paciencia y mucho entusiasmo cada uno de los procesos de la crianza de estos hermosos lepidópteros.

AL «DESAGÜE»

Iglesia parroquial de San Emigdio, La Paz. Sus pobladores celebran sus fiestas patronales del 9 al 18 de agosto en honor del patrono San Emigdio de Ascoli.
Puente Bailey sobre el Desagüe del río Jiboa, La Paz. Este es el punto más bajo del recorrido.
El río Jiboa se bifurca en dos vertientes: una que se conoce como «el Desagüe», que desemboca en el lago de Ilopango,, y la otra que desemboca en la bocana de la playa San Marcelino, en La Libertad.

Al salir del mariposario y retomar la ruta solo pude ponerme a pensar que a pesar de la corta vida de las mariposas estas no andan con prisas y vuelan ligeramente, se posan sobre flores, comen y viven su vida llenando de color el bosque. Entonces, la velocidad no es todo en la vida. Muchas veces debemos detenernos a observar  y disfrutar lo que la vida nos ofrece.
Pero de nuevo caímos en nuestra realidad y nos dimos cuenta que continuaremos subiendo, siendo este el común denominador en gran parte del recorrido hasta llegar a un mirador ubicado a un kilómetro de San Miguel Tepezontes.
Desde ahí todo fue descenso. Este tramo fue muy bonito por lo espeso de la vegetación que nos dio un respiro del agobiante sol de la tarde. Al cruzar el límite fronterizo de La Paz y Cuscatlán, la siguiente población que encontramos fue San Emigdio, que es un pequeño municipio del departamento de La Paz que posee un área de 9.91 km² y se encuentra a una altitud de 700 msnm. Ahí nos detuvimos en un restaurante donde muy amablemente nos dieron direcciones y nos regalaron un delicioso vaso de refresco. Con cuatro horas y media de pedaleo constante, probar esta bebida helada fue una bendición para nuestro cuerpo y nuestra moral.
Aquí los lugareños nos dijeron que la bajada llegaba hasta «el Desagüe», un puente ubicado sobre el río Jiboa, el punto más bajo en esta ruta. Desde ahí todavía faltaba un buen trecho hasta Candelaria, Cuscatlán. «Mire, está lejos», me dijo el encargado del negocio. Pero nos dio un dato importante: no subir hasta San Ramón, ya que era otra cuesta de varios kilómetros. Me sugirió tomar un desvío unos dos kilómetros después del Desagüe. Un gran consejo.  Ya en la zona urbana de San Emigdio pudimos ver que es un pueblo pequeño pero con mucha vida y gente muy sonriente. Poseen una hermosa iglesia colonial. La fundación de esta población data de principios del siglo XVI, pero no fue hasta el 7 de abril de 1892 que el municipio se segregó del distrito de Olocuilta y se incorporó en el de San Pedro Masahuat.
Al salir de San Emigdio continuamos el descenso, muy refrescante pero a su vez inquietante, ya que descendimos hasta los 380 msnm, esto significaba una sola cosa: que comenzaríamos de nuevo a escalar. Y así fue. Luego de pasar el Desagüe  llegamos a una calle rural de concreto que es un atajo para llegar a Candelaria. Serían siete kilómetros de escalada hasta los 900 msnm. Desde ahí faltaría poco para llegar al lago de Ilopango, pero la tormenta se aproximaba. Eran las 5:30 de la tarde, íbamos a media cuesta y la noche se acercaba.
Luego de subir por una calle solitaria escuchamos música de Maluma, los gritos de «¡gol!» de los jugadores de un partido de  fútbol y el olor a comida,  señales indiscutibles de que habíamos vuelto a una zona poblada. Al estar cerca de Cojutepeque, estos cantones son muy poblados, aunque por esta callecita solamente vimos una motocicleta. Al irnos aproximando a la cima esta calle tiene varias bocacalles que hacen que sea muy fácil extraviarse, pero encontramos muchas personas en el camino, muy amables y dispuestas a indicarnos el camino.

El descenso desde Candelaria hacia el lago es un pendiente muy inclinada. Aunque está pavimentada, es una bajada en la que uno ruega que no fallen los frenos.

Ya en la cima está el empalme de la calle que conduce de Candelaria hacia San Ramón y Cojutepeque. Es una calle rural estrecha de un solo carril, pero con mucho tráfico de buses y carros. Al parecer, no hay límite de velocidad, porque todos llevan prisa. Pasan casi rozando los retrovisores y más parece que es algo divertido para ellos. Al llegar a Candelaria ya estaba oscureciendo y se aproximaba una fuerte tormenta. Nos indicaron que deberíamos llegar al cantón Las Flores y bajaríamos hasta el lago, donde encontraríamos una calle de tierra, y a unos tres kilómetros encontraríamos el sitio del campamento.  El descenso es una pendiente en la que uno ruega para que no se vaya a romper el cable de los frenos. En penumbras y al filo de una tormenta huracanada llegamos a Nativo Ecolodge. Este fue un gran día. Al igual que las mariposas, volamos lentamente de día, y al oscurecer… nos vamos a descansar.

Antes de llegar al lago cayó una tormenta eléctrica que iluminó las riberas del lago de Ilopango.

 

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