Washington DC
El Presidente Más “Cool del Mundo” Asalta la Asamblea Legislativa – Por José Manuel Ortiz Benítez
El Presidente Más Cool del Mundo se toma la Asamblea Legislativa y los partidos políticos y sus aliados se unen en vaca para defenderla – Por José Manuel Ortiz Benítez
Coldplay probablemente no sepa todavía que su fan número uno en El Salvador se haya tomado la Asamblea Legislativa por “despiste” durante el fin de semana pasado.
El fan número uno de la democracia salvadoreña, el vicepresidente Dr. Félix Ulloa, sabe que nunca es recomendable que un presidente de república visite a los parlamentarios acompañado de la fuerza armada, menos si se trata de diputados holgazanes y radioactivos, un domingo cualquiera. “Hay que aprender de los errores” ha dicho Félix Ulloa a una radio colombiana.
Todo el mundo sabe que este presidente, con razón, no tiene mesura a la hora de responsabilizar a ARENA y al FMLN por la situación de desesperación y ansiedad que vive la población ante la inseguridad rampante en nuestra democracia. No va a dejar de hacerlo pues es la verdad que lo llevó a la popularidad y al poder. “Démosle una semana a estos sinvergüenzas”, dijo el presidente Bukele en un tono conciliador para unos, brabucón para otros, cuando el pueblo le pidió darle al botón y desmantelar instantáneamente la Asamblea Legislativa la tarde del 9 de febrero de 2020.
Dios pide “paciencia” defendió a los diputados, algo perplejo, el presidente, ante el grito y sed de acción de la multitud.
Nayib Bukele no sólo es el presidente más “cool del mundo”, también puede ser el más horripilante, según el gusto del consumidor. De eso da fe Rodolfo Parker, quien ha quedado traumatizado desde el domingo. Se dice que el diputado Parker tiene pesadillas, por la noche ve la bota brillante de un sargento sudoroso, con la cara pintada, estrangulándole el pescuezo a Norman Quijano y que eso le produce una fuerte sofocación, que le perturba la paz emocional, esa estabilidad interior que todo buen diputado necesita para ver las prioridades nacionales con más claridad. Se dice también que el reconocido diputado va a formalizar un “complaint” en la oficina laboral de la Asamblea por acoso y tortura psicológica en el lugar de trabajo, todo gracias al presidente, dice.
La función que se echó el presidente fue “extraordinaria” más allá de lo que se esperaba en la famosa plenaria y ha dado la vuelta al mundo por la profunda solemnidad de las imágenes de los militares, en camuflaje de guerra, sobre los pasillos del Salón Azul, con ametralladoras y botas XL, pisoteando indiscriminadamente la alfombra roja, reservada exclusivamente para el mocasín que usan los diputados y los señores de las cúpulas.
Tras el susto, el presidente del legislativo Mario Ponce resucitó para “subastar” al mejor postor la susodicha “silla usurpada” como muestra de desprecio íntimo y personal hacia el presidente por lo acontecido el domingo por la tarde. Hay algunos diputados que todavía aguantan la respiración, incrédulos y estupefactos, en la precaria nación centroamericana.
Todo el mundo ha salido con uñas y dientes a defender el terruño del ataque feroz y antidemocrático perpetrado por el presidente más cool. Los medios, los empresarios, las gremiales, los abogados, los columnistas, los partidos políticos, los cuñados y los suegros, todos, han salido a poner el grito en el cielo porque a algún bicho del gabinete se le olvidó recordarle al capitán que “cerrara la puerta” y dejara la tropa fuera, al margen del lente de las cámaras de los periodistas.
La cara fresca del nuevo FMLN, Oscar Ortiz, a quien no le cabe otra cicatriz de guerra en el cuerpo, fue el más beligerante de todos: el domingo “entró un ladrón a la Asamblea Legislativa” dijo Ortiz, y ya vamos nosotros para allá para ver “de quien son las mulas”.
De nuevo, los diputados holgazanes optaron por el ego, el victimismo, el caprichito, destruyendo la plenaria extraordinaria a favor del pueblo. Fue el presidente, una vez más, quien, con su impulsividad juvenil, arriesgó más de la cuenta, improvisando, ante las cámaras, un show errático excepcional, cuyas imágenes quedarán plasmadas en nuestra memoria para el resto de la posteridad.
José Manuel Ortiz Benítez es columnista salvadoreño en Washington, DC.
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