Miami, Florida
La utilidad de los terceros partidos en las elecciones
Gary Johnson, el candidato presidencial del Partido Libertario, en una entrevista con Chris Wallace de Fox News, lo dijo todo con su declaración de que este ciclo de elecciones está tan loco que hasta él podría llegar a ser el próximo presidente.
La nominación por los dos mayores partidos de dos candidatos tan desagradados por la mayoría de la población ha creado una oportunidad para un candidato auspiciado por un tercero partido. Que uno de estos candidatos gane la presidencia no es misión imposible. Si un tercer partido le quitaría suficientes votos a los Demócratas y Republicanos para que ningún candidato llegue a los 270 votos electorales, la elección sería decidida por la Cámara de Representantes.
Hasta el momento, Gary Johnson se encuentra con el 10% de apoyo en las encuestas y Jill Stein, candidata presidencial del Partido Verde, se encuentra con el 1% de apoyo. Pero no sería la primera vez que un candidato auspiciado por un tercer partido juegue un papel significante en una elección.
En 1992, Ross Perot del Partido Reforma alcanzó el 18% de los votos en la elección general y por un momento estuvo por encima en las encuestas al candidato Demócrata, Bill Clinton, y Republicano, George H.W. Bush.
En 1912 el entonces expresidente Republicano Theodore Roosevelt, desagrado con las políticas de su protegido William Taft, formó el Partido Progresivo, también conocido como el Partido “Bull Moose”, y recaudó el 27% de los votos. La última vez que un tercer partido ganó la presidencia fue en 1860 cuando el nuevo partido Republicano, bajo el liderazgo de Abraham Lincoln, surgió de las cenizas del Partido Whig.
¿Pero vale la pena votar por un tercer partido? Claro, el sistema electoral de los EEUU está inclinado a un sistema de dos partidos. Cada estado tiene un número designado de votos en el Colegio Electoral con el ganador llevándose todos los votos electorales, aunque no llegue a una mayoría simple o solo gane por un voto.
Tampoco se implementa el sistema de segunda vuelta. Esto crea un incentivo de crear dos partidos principales consistiendo de coaliciones ideológicas variadas para obtener un mejor resultado. En países con sistemas de votaciones proporcionales, cada facción ideológica probablemente formaría su propio partido. El sistema de debates también forma una barrera a los terceros partidos, ya que se requiere por lo menos el 15% del apoyo en las encuestas preliminares para lograr una invitación, sin la cual se pierde la oportunidad de expresarse a una audiencia de más de 60 millones de televidentes.
A la misma vez, la presencia de terceros partidos normalmente es usado como una excusa por el candidato perdedor. Por ejemplo, en el 2000 la presencia de Ralph Nader, del Partido Verde, le costó la elección al Demócrata Al Gore, en el 1992 Perot al Republicano Bush, y en 1912 Roosevelt al Republicano Taft.
Pero la presencia de terceros partidos juega otra función importante en el sistema político. El voto por un tercer partido es un rechazo del estatus político del país. Esto les manda una señal a los dos partidos principales que deben cambiar sus plataformas. Por el otro lado, un cambio en la composición electoral es posible con suficiente abandono de uno de los partidos principales, lo cual causaría un derrumbe de ese partido, con el resultado que el tercer partido se convirtiera en un partido principal. Una situación no tan disimilar a los Republicanos en 1860.
Esto es un escenario realístico en esta elección, ya que los Demócratas y Republicanos se encuentran fragmentados por los seguidores de sus precandidatos como Bernie Sanders, Ted Cruz y John Kasich.
Al fin, el pueblo no se debe conformar con partidos políticos o candidatos presidenciales que no les agradan. Los jóvenes, especialmente, tienen un deber de realizar un cambio político si lo desean. Al menos que quieran estar encadenado con el statu quo por siempre.
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