CAMINANDO CON SAN ROMERO | Parte I: Misericordia

 

La misericordia es la disposición a compadecerse de los sufrimientos y miserias ajenas. Se manifiesta en amabilidad, asistencia al necesitado, especialmente en el perdón y la reconciliación. Es más que un sentimiento de simpatía, es una práctica. Su etimología –del latín misere (miseria, necesidad), cor, cordis (corazón) e ia (hacia los demás)– significa tener un corazón solidario con aquellos que tienen necesidad.

Cientos de peregrinos inician su ruta hacia la cuna del profeta, Ciudad Barrios, este año con la intención en común de celebrar la elevación a santo de Monseñor Romero y con la petición especial de pedir por la paz.

Monseñor Romero proclamaba un mensaje de misericordia, no creado por él, sino encomendado por Jesucristo hace más de 2,000 años. Por segundo año consecutivo, en la primera semana de agosto se realizó en El Salvador la peregrinación «Hacia la cuna del profeta». Este año se denominó «Caminando con San Romero para construir la paz».

La peregrinación del camino de Monseñor Romero es una fiesta, todos van alegres.

Esta peregrinación es un grito de los salvadoreños que quieren vivir en paz. Una paz que no va a poder ser conseguida si no aplicamos a diario en cualquier ámbito de nuestra vida la misericordia como una forma de reconciliación y búsqueda de ella.

No importa el tipo de zapato o qué tan largos se den los pasos, la misión es llegar y cumplir con el sacrificio.

Al igual que el año pasado, a esta peregrinación asistieron cientos de fieles que caminaron por tramos los 157 kilómetros hacia Ciudad Barrios, San Miguel. KmCero503 acompañó de nuevo –montados en nuestra bicicleta– a los peregrinos. Esta vez el tour fue diferente, ya que debido a las diferentes estaciones de la peregrinación teníamos que realizar trayectos que nos alejaban de ella pero que nos acercaban a poder ver y sentir la misericordia de Dios en cada tramo que pedaleamos.

La peregrinación permite a muchos poder sacar el sustento diario. Este año los vendedores acompañaron en todo el camino la peregrinación, ellos también fueron peregrinos.

La peregrinación permite a muchos poder sacar el sustento diario. Este año los vendedores acompañaron en todo el camino la peregrinación, ellos también fueron peregrinos.El primer día acompañamos la peregrinación en su tramo inicial hasta Soyapango y de ahí teníamos que pedalear 84 km hasta el caserío Río Frío, en San Vicente.  Este tramo sería el más largo, pero no el menos pesado del tour; el segundo día serían menos kilómetros pero con condiciones de terreno y clima más duros.

Cientos de peticiones, una sola intención

«Hoy viene más gente (a la peregrinación), se han inscrito 1,500 personas, más los niños y todas las personas que se nos van a unir en el camino… serán muchos más», comenta Santos Belisario Hernández, director de la Pastoral Juvenil Arquidiocesana y sacerdote que ha organizado las peregrinaciones desde su inicio.

Nuestro país es de contrastes: arriba de la foto, el lago de Ilopango, y abajo un botadero clandestino de basura. Nuestro planeta y nuestra tierra claman por misericordia. La contaminación por desechos es un grave problema, la única solución es que cada uno de nosotros dejemos de botar basura en lugares no autorizados.

«Esta es una fiesta, con ella queremos dar un mensaje al país y al mundo que queremos construir la paz», agrega Hernández.

En las carreteras siempre hay que andar atento. Un descuido y las consecuencias pueden ser desastrosas.

Y de hecho, muchos de los que van en la peregrinación van felices porque cada uno ha puesto intenciones personales diferentes, pero todos tienen una sola intención en común: que esta peregrinación sea una demostración de que El Salvador quiere la paz.

Toda una fiesta

En los primeros kilómetros de la ruta estuvimos acompañando a los peregrinos, pero a partir de Soyapango comenzamos un viaje en solitario que nos llevó por San Martín, Cojutepeque, San Rafael Cedros, San Vicente, y finalizamos en el caserío Río Frío, no sin antes pasar una serie de experiencias que nos muestran la misericordia de Dios.

Una venta de depósitos plásticos nos muestra los primeros 20 km de nuestro tour.

El trayecto inicial en bicicleta es pesado por las constantes subidas y el calor que iba en aumento. En este tramo subimos de los 270 msnm hasta los 800 msnm; luego, más adelante, descenderíamos hasta los 30 msnm. La carretera Panamericana en este tramo es una autopista de doble carril con hombros maltrechos que la mayor parte del tiempo nos obligaba a subir a la carretera.

Ermita Nuestra Señora de Guadalupe, departamento de Cuscatlán.

Desde San Martín hasta Cojutepeque el camino es casi todo de subida. Luego viene un tramo corto de descenso hasta San Rafael Cedros. Pero antes de llegar ahí y luego de recorrer los primeros 24 km llegamos a la ermita Nuestra Señora de Guadalupe, perteneciente a la parroquia San José El Espino, en el departamento de Cuscatlán.

Miembros de la comunidad Nuestra Señora de Guadalupe y de la parroquia San Juan El Espino elaboraron unos 5,000 refrigerios.

Ahí nos encontramos a decenas de mujeres y hombres trabajando en los preparativos para recibir a los peregrinos. «Estamos preparando 5,000 refrigerios para todos los hermanos que van a llegar. Estamos muy ansiosos», asegura Carmen con una gran sonrisa. Dentro de la iglesia los jóvenes preparan servilletas para envolver los sándwiches y afuera los hombres colocan guirnaldas y una pancarta que dice «Bienvenidos hermanos peregrinos». Todos se mueven rápidamente a pesar de que apenas son las 11 de la mañana; la peregrinación está programada para pasar por aquí a las 2 de la tarde.

Dulces cuestas

Los departamentos de Cuscatlán y San Vicente se caracterizan por sus cultivos de caña de azúcar y moliendas, por lo que no es extraño que a la orilla de la carretera se encuentren muchas ventas de jugo de caña de azúcar y dulces típicos. En una de esas subidas que hay antes de llegar a Cojutepeque nos encontramos a Zoila exprimiendo caña de azúcar con una máquina, extrayendo cada gota del sabroso jugo.

La extracción del jugo de caña de azúcar puede parecer fácil, pero es un trabajo duro.

El negocio se llama Rancho Niña Yoli y el trabajo de extraer el oscuro jugo es pesado y requiere de mucha paciencia y determinación. Un vaso de jugo refrigerado lo venden a $0.25, con hambre es todo un manjar que hace que se renueven las fuerzas y que pensemos que no importan cuántas cuestas vengan adelante.

La sonriente Marcela atiende a los amantes de los dulces en la dulcería El Carmen, ubicada a unos 2 km del desvío a Cojutepeque.

Luego de pasar el desvío a Cojutepeque nos encontramos la dulcería El Carmen, donde venden dulces típicos de la región. Nadie supo decirme si estos negocios son del mismo propietario o son diferentes, pero en el camino hasta llegar a San Vicente se encuentran unos ocho negocios muy parecidos. En fin, aquí venden una variedad de por los menos 35 dulces diferentes, desde los más conocidos como las melcochas, dulce de atado y batido, hasta los de toronja, naranja y uno que se llama «dulce de tontos».

El dulce de batido elaborado con panela está cargado de energía y de vitaminas. Muy bueno para los ciclistas.

Aquí compramos unas melcochas, que es un dulce muy chicloso, muy tradicional en las ferias patronales de El Salvador. Estos pueden ser elaborados con azúcar, los cuales son blancos, o de dulce de panela, que son de color café quemado. El azúcar o la panela se calientan y se baten hasta tener una masa pegajosa y luego la amasan hasta que adquieren una textura chiclosa. Posteriormente se empacan en plástico o tuza, en rueda circular. Nosotros compramos de los de panela, ya que este tipo de azúcar es más integral y saludable.

«Alfeñiques» es el nombre de estos dulces. Bueno, pero alfeñique significa: «Persona de aspecto delicado y constitución física débil». ¿Será que le pusieron este nombre a este dulce por su apariencia o porque solo personas de aspecto delicado los comen?

Si van a consumir dulces en sus pedaleadas, les recomiendo los elaborados con panela, ya que esta contiene 50 veces más nutrientes no azucarados que la azúcar blanca, como vitaminas del grupo B, vitamina C y minerales como fósforo, potasio, hierro, calcio, cobre, manganeso y antioxidantes.

«Dulce de tontos» es un dulce típico que, a diferencia del resto, está envuelto en hojas de tuza. Marcela nos dijo que «se llama así porque nadie sabe lo que tiene adentro», pero luego nos contó que era dulce de naranja con miel.

Por lo tanto, para pedalear y tener más beneficios en la salud, siempre es preferible escoger lo natural. De hecho, estos dulces serían cruciales en las cuestas que tendríamos que afrontar durante el segundo día de este tour.

Con mucha fe

En San Rafael Cedros, al igual que en San José El Espino, mucha gente realizaba preparativos para la recepción de los peregrinos. Se anunciaba una gran fiesta por la noche, ya que aquí los caminantes cenarían, escucharían una misa y pasarían la noche. Nosotros no veríamos todo esto, ya que estábamos a la mitad del camino y todavía teníamos más de 40 km por recorrer.

Jóvenes preparan las decoraciones para recibir a los peregrinos en San Rafael Cedros. Aquí pasarían la noche y saldrían en autobuses hacia el caserío Río Frío, nuestro destino del día.

Eran las 3 de la tarde cuando comenzamos a pedalear rumbo a San Vicente, nos esperaban unas cuestas antes de llegar a un largo descenso de 20 km hacia Río Frío. Aunque no soy supersticioso, sí me he dado cuenta de que cuando me subo a la bicicleta y digo que espero no tener una llanta pinchada –no sé si será la ley de Murphy o esas cosas de llamar el mal agüero–, usualmente se nos pincha una.

A pesar de la sequía de este año, algunos agricultores en la zona de San Vicente lograron sacar su cosecha de maíz. Más adelante miraremos el estrago de la sequía en las cosechas en la zona oriental.

Esta vez no fue la excepción y se nos pinchó la llanta delantera, y con ribete, ya que a pesar de que siempre cargamos dos tubos de respuesto para hacer los arreglos más fáciles y rápidos, esta vez nos falló este plan, pues aunque los tubos eran de la misma marca y medida de los que siempre hemos comprado, el fabricante –por alguna razón desconocida– había modificado el protector de la válvula y esta no dejaba armar la llanta. Por tanto, teníamos dos tubos nuevos, pero inservibles.

A unos kilómetros antes de llegar a San Vicente sufrimos una ponchadura que nos tomaría por sorpresa, ya que los tubos de repuesto no funcionaron y tuvimos que arreglar el desperfecto con mucha fe.

Este sí era un problema que ponía en riesgo todo el tour, ya que además teníamos un agujero de un centímetro en la llanta. Literalmente, necesitábamos un milagro, porque eran tubos para rin 700, escasos por esas latitudes. En blogs de cicloturismo siempre aconsejan utilizar rin con llanta 26” o 27.5”, que son los de bicicleta de montaña, que abundan en todas partes.

No me pregunten cómo sucedió, pero el tubo tenía una rajadura de un centímetro. En la llanta solo encontré una alambre pequeño, nada más. La reparación requeriría de cuatro parches y mucha fe.

Bueno, era hora de dejar de lamentarse y hace como dice el refrán: «A Dios rogando y con el mazo dando». Y así lo hicimos. Reparamos el tubo con cuatro parches y rogamos a Dios que por lo menos nos dejara llegar a alguna población donde hubiese un taller. Casualmente, a unos 7 km, encontramos una taller de bicicletas, con poco éxito: los tubos 700 son desconocidos en esta zona. Pero muy amablemente el propietario del taller nos cambió los tubos por dos cajas de parches, los cuales serían más útiles que ir cargando dos tubos inservibles para nosotros.

El peor enemigo de los ciclistas en la carretera, además de los baches y los conductores temerarios, son estos pedazos de llantas, de los cuales se desprenden unos alambres finos que son un dolor de cabeza.

Bueno, hicimos nuestras oraciones y nos encomendamos a Dios. Otra ponchadura en el mismo sitio de la reparación sería el final del tour. Algunos ciclistas y atletas me han criticado el porqué somos tan espirituales o mencionamos a Dios en nuestro blog, y la verdad es que cómo no hacerlo. Dios nos da muestras en nuestros tours de su misericordia y su protección. Cómo no tener fe cuando finalizamos un tour ilesos o cuando en situaciones como esta siempre él nos provee de las mejores soluciones. Lo único que necesitamos es tener fe.

Un verdadero milagro

Ya cuando tomamos el descenso para el desvío de San Vicente vimos un mirador desde donde se observa el valle del Jiboa. Una tierra pintada de sembradíos multicolores que son custodiados al fondo por el volcán Chichontepec. Una hermosa escena.

El valle del Jiboa, no importa cuántas veces pase por aquí ni cuántas veces vea este paisaje, pero siempre es fascinante y hermoso.

Respiramos resignados y me fui para la bicicleta con fe de que no estuviera pinchada la llanta, y justo cuando íbamos a subirnos aparecieron tres ciclistas locales, uno de ellos en una bicicleta con rin 700. Inmediatamente le pregunté si de casualidad tenía un tubo 700 y me dijo que sí, pero en su casa, en el cantón San Felipe, a unos 17 km del mirador.

La misericordia de Rigoberto y que estuviera en el lugar y momento adecuados no fue una casualidad. Él nos salvó el tour al regalarnos un tubo  en donde menos lo esperaba.

Su nombre es Rigoberto Andrade Iraheta, un entusiasta ciclista de la zona quien –oigan esto– es un admirador del cicloturismo y quiere comenzar a conseguir su equipo para armar su bicicleta y realizar su primer tour. Esto no era casualidad.

La pedaleada con Rigoberto y sus amigos fue divertida. El clima era fresco y teníamos una preocupación menos. Teníamos el tubo de repuesto asegurado.

Rigoberto era acompañado de otros dos ciclistas, Julio César Orellana y Carlos Edilberto Portillo Andrade, con quienes pedaleamos por un divertido recorrido que nos llevó por la pintoresca ciudad de Apastepeque, que a eso de las 5 de la tarde estaba llena de gente que recorría las calles buscando qué merendar durante la hora más fresca del día, después de que el sol abrasador golpeara estas tierras.

Pedalear con Rigoberto, César y Carlos fue bastante reconfortante. Rigoberto nos comentó su interés por practicar el cicloturismo; le fascina la idea de pedalear por varios días y vivir la experiencia de libertad que da el ciclismo de larga distancia. Ahora solo tiene que reunir su equipo para comenzar a pedalear.

Al fin llegamos al desvío del cantón San Felipe en donde Rigoberto, muy amablemente, nos regaló el tubo 700. De la misma marca y medidas que los que siempre compramos, pero del modelo anterior.  ¿Cuáles son las probabilidades de encontrar a alguien en esta carretera que tenga un tubo 700? Solo es cuestión de fe y que Dios nos dé la respuesta.

Este es el momento en que Rigoberto nos obsequió el tubo de repuesto. «¿Lo va a cambiar?», me preguntó. Yo le respondí: «No creo. Ya es tarde y hay que tener fe. Luego te cuento qué pasó con el tubo». Sin fe no somos nada. La fe mueve montañas y cura enfermedades. El tubo reparado no lo cambié en todo el tour y no volvimos a sufrir más ponchaduras. ¿Suerte o habilidad para reparar tubos? No lo creo, sin la mano de Dios con nosotros no lo hubiéramos logrado.

Pura bajada

El camino que restaba para Río Frío era todo descenso. Debíamos pasar por Quebrada Seca, cantón La Galera y Chamoco.  La carretera de bajada hay que tomarla con calma, ya que no está en buenas condiciones. Está llena de hoyos y no tiene hombros, por lo que hay que desplazarse con mucha precaución y no emocionarse en la bajada.

Antes de salir de Apastepeque pudimos ver los murales tan hermosos que hay en la ciudad. Folclor y arte.

Como a las 6:15 de la tarde llegamos al caserío Río Frío. El próximo milagro fue encontrar el mejor lugar para pasar la noche, el cual fue proveído por una amable familia que nos dio de cenar y un lugar donde dormir. La noche fue tranquila, con un cielo estrellado y la compañía del perro Oso (sí, así se llama), que me recordó al perro del mismo nombre que nos acompañó una noche en la playa Mizata. No creo que haya sido casualidad tampoco.

Desde Apastepeque hasta antes de la cuesta de Quebrada Seca han reparado la carretera y es como pedalear en las nubes. Fabuloso después de kilómetros de baches. A unos kilómetros estaba el caserío Río Frío, nuestro destino del día.

El primer día del tour ha finalizado, mañana nos espera una larga subida. Se preguntarán ¿qué pasó con el tubo reparado? Pues, aunque no lo crean, el tubo no lo cambié en los 157 km del tour. Nunca perdió aire ni sufrí otra ponchadura. ¿Buena suerte? No lo creo. Pura misericordia de Dios.

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