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30 Oct 2009 El camino

Este es el recuento de lo que el fotoperiodista íƒâ€œscar Leiva encontró mientras realizaba un extenso fotorreportaje acerca de la generación de energía eléctrica.

El reportaje ‘En busca de la chispa adecuada’  fue un esfuerzo  fotográfico que arrancó hace unos meses en la oficina de mi editor. Ahí se planteó el reto de tocar a profundidad el tema de la energía en El Salvador. Desde el inicio sabíamos que uno de los temas importantes era constatar si en el país existían esfuerzos reales por encontrar nuevas fuentes de energía renovables y alternativas para satisfacer futuras demandas y apelar a la conciencia del lector sobre la necesidad de que cada quien, desde su hogar, debe convertirse en un luchador contra el  derroche de los preciados y limitados recursos que tiene El Salvador.   

Es difícil imaginarse la vida  en un mundo sin energía eléctrica. Damos por hecho que la luz siempre estará  ahí. Pensamos que ese  foco encenderá siempre que se nos antoje activar un switch en la pared. Casi nunca meditamos sobre nuestro consumo  y hábitos de ahorro hasta que tenemos en frente el siempre puntual recibo del pago de la  luz.
Cambiar el panorama energético implicaría  empezar a  desintoxicarnos de la enorme dependencia de la sociedad al  uso de combustibles fósiles tanto para movernos en nuestros autos, como para generar energía en las múltiples plantas térmicas que producen entre 40% y 50% de la electricidad en nuestro país. Este es un mal necesario mientras no encontremos soluciones energéticas diferentes, a pesar que contamos con recursos hidroeléctricos y geotérmicos.

Durante el trabajo de campo llegué  casi por accidente a  las puertas del hogar de María Elena Nájera,  una humilde mujer residente en el asentamiento humano Guayaltepeque, en Nahuizalco. Ella en su hogar cuenta  solo con un foco de luz el cual enciende con una batería de auto. Esa escena contrasta con el desperdicio de recursos que se vive en el centro de San Salvador. Cientos de ventas callejeras   mantienen sus luces encendidas a media noche a pesar de que los clientes duermen. Ahí nadie piensa en ahorro energético. No existe esa cultura.
 Conocí personas que tienen ideas radicales para el futuro, gente que ve cercana la posibilidad de ‘desenchufarse’ del sistema y de los recibos de luz al considerar la energía solar  como una solución viable. Después de todo, somos un país donde lo que menos hace falta es sol. Muchos solo esperan que esta tecnología registre una baja de precios, porque, por el momento, requiere una fuerte inversión y mantenimiento.

Tuve la oportunidad de conocer proyectos humanitarios que han llevado  energía solar a lugares remotos como el cantón El Mojón, en Tepecoyo, o en la Antigua Barra de GíƒÂ¼ija, una comunidad  de 18 familias que permanece aislada por las aguas del lago metapaneco durante todo el invierno y parte del verano. Así, los ojos de los niños que viven en el cantón El Tablón, en Berlín Usultután, brillan mientras hacen cola para utilizar una computadora de bajo costo que les ha permitido saltar í¢â‚¬Å“años luzí¢â‚¬Â en calidad educativa gracias a una donación de paneles solares de la ONG Intervida.

 También fortalece saber que en este país se realizan investigaciones pioneras en pequeños laboratorios que están permitiendo  logros motivadores en esta búsqueda de nuevas chispas que muevan nuestro mundo.

¿Cuándo encontraremos el remplazo del petróleo y otros combustibles fósiles que contribuyen al cambio climático? ¿Cómo sería un mundo sin derroche de recursos y conectado a energías no contaminantes y renovables?  No es necesario que usted encuentre las respuestas ni que haga el descubrimiento energético del siglo. Basta con que apague el foco que no ocupa. No abra la refrigeradora sin saber antes qué va a sacar. Se cambie a focos ahorradores. Y, sobre todo, hable del tema’.