Tenía mucho tiempo de no ver una cajetilla de cigarrillos, hasta hace unos días en casa de unos buenos amigos. Me quedé horrorizado al ver la fotografía de regular tamaño de una lengua cancerosa justo debajo de la marca. Sin embargo, a juzgar por el gesto de placer de mi amigo en cada bocanada de humo, me parece que la foto no le importaba en lo más mínimo.
Eso de convertir cada cajetilla de cigarrillos en una especie de revista sensacionalista en miniatura ¿tendrá algún impacto en reducir el número de fumadores? No tengo idea. Pero me parece que la cosa es terreno de la hipocrecía. ¿Por qué no hacer lo mismo con las botellas de alcohol?
¿Qué tal que en los elegantes envases que suelen contener los licores aparecieran fotografías de hígados cirróticos o, peor aún, de los hierros retorcidos y la sangre en el pavimento que con frecuencia deja la conducción bajo los efectos del alcohol? No es lo mismo me dirán algunos: tomar con moderación no hace daño. Es más hasta puede ser beneficioso para la salud.
En cambio fumar no tiene ningún beneficio. El cigarro es el malo entre los malos. ¿Entonces porque se vende? ¿Por qué se permite su publicidad abierta o subliminal? Los mejores comerciales que he visto son los de los cigarrillos. A nivel subliminal James Dean en el pasado y en la actualidad DiCaprio, fumando en las películas, venden más cigarrillos que cualquier comercial.
La publicidad de licores resalta al ambiente alegre que genera el licor, o la categoría que supuestamente otorga tomar ciertas marcas. En casi todas las celebraciones se ofrece licor. No se concibe una buena fiesta seca. Y la gente toma el licor y el licor emborracha. Luego al pobre que se le pasó la mano o al que pillaron, se le despedaza en sociedad… por borracho.
Para empatar las cosas con los malos hábitos consideremos esto: nadie, por más cigarrillos que fume en una reunión o fiesta, saldrá a manejar embrutecido a causar esos trágicos accidentes. Fumar cigarros no altera la personalidad a tal punto de hacer que un exitosos y públicamente tranquilo hombre de negocios atropelle a alguien en alguna carretera o pero aún dispare sobre su esposa en un ataque de celos.
Al fumador se le ponen amarillos los dientes y los dedos de las manos, se le arruga la cara y huele mal (aparte, claro, de los efisemas y el probable cáncer mortal), pero si fuma fuera de la casa, se está haciendo daño él sólo.
El alcohólico aparte de los daños físicos en su persona, se degrada socialmente, daña en todos los sentidos a su familia y a casi todo el círculo que lo rodea. Beber con moderación no es malo, alegan los fabricantes. El peligro de comenzar bebiendo con moderación y terminar entregado a la botella ocurre de manera muy frecuente. No nos engañemos.
Es difícil que un tabaquista pierda su empleo por el hecho de serlo. Pero un alcohólico es seguro que perderá su trabajo o arruinará su negocio. Es resumen, el tabaquista en se suicida de manera lenta. El alcohólico aparte de buscar la muerte en cada borrachera, es un depredador social y puede convertirse bajo la influencia del trago en homicida múltiple. El alcoholismo es una enfermedad como el cáncer. Pero solo las cajetillas de cigarros tienen esas fotos espantosas.
No estoy defendiendo el tabaquismo. Tampoco proponiendo que pongan fotos en las botellas de guaro fotos de mujeres golpeadas o gente arruinada. No. Lo que digo es que en una sociedad libre e informada cada quien es responsable de su propio bienestar. Cada familia es responsable de educar a sus hijos. Cada quien es libre de hacer lo que quiera con su espíritu y su cuerpo siempre que no dañe a terceros.
Fumar o no fumar. Tomar o no tomar y en qué cantidades, apostar en los casinos, cosas así, son decisiones muy personales en las sociedades libres, donde ni la salud ni la felicidad se dan por decreto.
lo malo es que “segun Harvard” los fumadores pasivos son los que pagan las consecuencias