CAFE BELLA NAPOLES

¿Acaso perdimos para siempre el centro de la ciudad? ¿Quedó condenado a ser para la eternidad ese territorio de nadie, revoltijo de ventas y de miradas perdidas; calles que, después de cierta hora, son pasarelas de putas, maricones y maleantes donde la vida no vale nada? No siempre la cosa fue así. Hasta hace poco más de dos décadas el centro era el lugar para el paseo, la compra y el encuentro.
Yo no tenía idea de lo que había pasado con el centro de la ciudad, hasta que regresé de la guerra. Un sábado de febrero de 1992, en aquellos primeros días de pos guerra, me fui con una carguita de expectativas y nostalgias a recorrer los entrañables sitios que gravitan en torno a la Plaza Libertad. Habían pasado 12 años, desde la última vez, que había estado allí. Muchas veces, en el frente de guerra, me había dicho a mi mismo como Pablo Milanés: “yo pisaré esas calles nuevamente”.
Había un lugar al que de manera especial quería ir: El Café Bella Nápoles. Allí, en los setentas, se juntaban los poetas a intercambiar poemas acabados de salir del horno, hablar de la gran literatura, de política, de todo y de nada. Fue allí donde, siendo adolescente conocí el Ulises de Joyce y los portentosos versos de Saint John Pearce, las tres novelas de Sábato y los poemas de la oficina de Mario Benedetti.
Con el corazón acelerado entré al Café. Adentro parecía que el tiempo se había detenido. Todo parecía igual que 12 años antes: los colores, los sabores, los olores. Muchas de las meseras eran las mismas. Hasta la dueña seguía igual, sentada en la caja como en un trono desde donde controlaba el mundo. Las meseras me reconocieron y nos abrazamos. Me preguntaron por los poetas. ¿Qué había sido de ellos durante los terribles años de la guerra?
Les conté lo que mi hermano Geovani me había relatado días atrás, durante la inolvidable noche del reencuentro con él en México. Leo Argüello, el actor, vivía en Canadá; Dago el escultor se fue para Los Ángeles; Napoleón López, el pintor se fue para México; Fidel Cortés y Saulón, del teatro Sol del Río, recién habían venido de rodar por el mundo. Jaime Suárez, Nelson Brizuela, Roberto Saballos y Moris Abelardo se nos murieron. La guerra nos causó bajas a los del Café les dije a las meseras.
Hasta mediados de los setentas el Café de “los intelectuales” –ninguno tenía más de 25 años– era El Scandia, ubicado en los bajos de Gran Hotel San Salvador, en el pleno corazón de la capital. Pero una tarde un joven pintor que regresaba de Alemania, sumamente irritado porque no le llevaban su capuchino a tiempo, salió a la calle y de un puntapié hizo añicos una de las paredes de vidrio de la cafetería.
El italiano que gerenciaba el hotel expulsó del Café a los poetas, como el arcángel de la espada había expulsado a Adán y Eva del paraíso. Se fueron a refugiar al Bella Nápoles, donde se convirtieron en toda una atracción por las barbas, los morrales, las pipas, las sandalias y las apasionadas discusiones políticas y literarias en torno a las humeantes tazas de café o de las heladas cervezas.
Jaime se declaraba anarquista como Durruti. Entonces lo repudiaba Roberto Saballos, quien se asumía como un pro soviético hasta la muerte. Fernando Zal-dívar, por pura provocación, recitaba entonces, con solemnidad, los 22 puntos del partido Nacio-nal Socialista de Hitler.
Y aunque ninguno de ellos se fue para un frente de batalla, la espada demencial de la guerra los tocó. A Jaime lo llegaron a sacar del Café unos hombres armados. Lo torturaron hasta matarlo y lo dejaron tirado en un basurero de Antiguo Cuscatlán. A Roberto lo mataron durante un extraño tiroteo en el barrio San Miguelito. Moris Abelardo murió cubriendo noticias de la guerra. Nelson murió en un accidente de tránsito en Managua, donde vivía exiliado.
Aquella tarde de 1992, recordé a mis muertos del Café. Había soñado en reunirme con todos después de la guerra. Algunas de las meseras no pudieron contener las lágrimas. Salí esa tarde del Café con un pensamiento de Fernando Sabater: “Lo único positivo que puede sacarse de la guerra es la firme disposición de evitar por cualquier medio posible la repetición de la catástrofe”.

HORRIBLES FOTOGRAFÍAS

Tenía mucho tiempo de no ver una cajetilla de cigarrillos, hasta hace unos días en casa de unos buenos amigos. Me quedé horrorizado al ver la fotografía de regular tamaño de una lengua cancerosa justo debajo de la marca. Sin embargo, a juzgar por el gesto de placer de mi amigo en cada bocanada de humo, me parece que la foto no le importaba en lo más mínimo.

Eso de convertir cada cajetilla de cigarrillos en una especie de revista sensacionalista en miniatura ¿tendrá algún impacto en reducir el número de fumadores? No tengo idea. Pero me parece que la cosa es terreno de la hipocrecía. ¿Por qué no hacer lo mismo con las botellas de alcohol?

¿Qué tal que en los elegantes envases que suelen contener los licores aparecieran fotografías de hígados cirróticos o, peor aún, de los hierros retorcidos y la sangre en el pavimento que con frecuencia deja la conducción bajo los efectos del alcohol? No es lo mismo me dirán algunos: tomar con moderación no hace daño. Es más hasta puede ser beneficioso para la salud.

En cambio fumar no tiene ningún beneficio. El cigarro es el malo entre los malos. ¿Entonces porque se vende? ¿Por qué se permite su publicidad abierta o subliminal? Los mejores comerciales que he visto son los de los cigarrillos. A nivel subliminal James Dean en el pasado y en la actualidad DiCaprio, fumando en las películas, venden más cigarrillos que cualquier comercial.

La publicidad de licores resalta al ambiente alegre que genera el licor, o la categoría que supuestamente otorga tomar ciertas marcas. En casi todas las celebraciones se ofrece licor. No se concibe una buena fiesta seca. Y la gente toma el licor y el licor emborracha. Luego al pobre que se le pasó la mano o al que pillaron, se le despedaza en sociedad… por borracho.

Para empatar las cosas con los malos hábitos consideremos esto: nadie, por más cigarrillos que fume en una reunión o fiesta, saldrá a manejar embrutecido a causar esos trágicos accidentes. Fumar cigarros no altera la personalidad a tal punto de hacer que un exitosos y públicamente tranquilo hombre de negocios atropelle a alguien en alguna carretera o pero aún dispare sobre su esposa en un ataque de celos.

Al fumador se le ponen amarillos los dientes y los dedos de las manos, se le arruga la cara y huele mal (aparte, claro, de los efisemas y el probable cáncer mortal), pero si fuma fuera de la casa, se está haciendo daño él sólo.

El alcohólico aparte de los daños físicos en su persona, se degrada socialmente, daña en todos los sentidos a su familia y a casi todo el círculo que lo rodea. Beber con moderación no es malo, alegan los fabricantes. El peligro de comenzar bebiendo con moderación y terminar entregado a la botella ocurre de manera muy frecuente. No nos engañemos.

Es difícil que un tabaquista pierda su empleo por el hecho de serlo. Pero un alcohólico es seguro que perderá su trabajo o arruinará su negocio. Es resumen, el tabaquista en se suicida de manera lenta. El alcohólico aparte de buscar la muerte en cada borrachera, es un depredador social y puede convertirse bajo la influencia del trago en homicida múltiple. El alcoholismo es una enfermedad como el cáncer. Pero solo las cajetillas de cigarros tienen esas fotos espantosas.

No estoy defendiendo el tabaquismo. Tampoco proponiendo que pongan fotos en las botellas de guaro fotos de mujeres golpeadas o gente arruinada. No. Lo que digo es que en una sociedad libre e informada cada quien es responsable de su propio bienestar. Cada familia es responsable de educar a sus hijos. Cada quien es libre de hacer lo que quiera con su espíritu y su cuerpo siempre que no dañe a terceros.

Fumar o no fumar. Tomar o no tomar y en qué cantidades, apostar en los casinos, cosas así, son decisiones muy personales en las sociedades libres, donde ni la salud ni la felicidad se dan por decreto.

OTRA VEZ LOS TICOS

 

Cuando los ticos juegan contra  la Selecta, su nivel de juego desciende al estilo centroaméricano. A veces incluso pierden contra la azul. A veces.

Quizá el mejor juego entre ambas selecciones fue aquel cuando rumbo al mundial de Francia El Salvador ganó 2 a 1, con un nivel de juego sorpredente de ambas selecciones. Eran los tiempos de Milovan.

Mucha agua ha pasado por el molino desde entonces y Costa Rica ha hecho historia en los mundiales. En el último clasificó primero en un grupo en donde estaba Italia, Inglaterra y Uruguay. Se deshizo de Grecia y sucumbió, tras 120 minutos de gallardía,  en penales frente a la poderosa Holanda.

Mientras tanto El Salvador no pasa de dejar “buenas sensaciones” en la Copa de Oro, torneo donde los grandes suelen enviar  selecciones alternativas. No lo hicimos mal del todo. Jugamos como nunca pero, como dicen los mexicanos perdimos como siempre.

Los ticos el viernes derrotaron a Estados Unidos en New Jersey 2 a 0.  El Salvador no derrota a Estados Unidos ni siquiera en el Cuscatlán. ¿Por qué siendo Costa Rica un país de centroamérica igual que El Salvador, con jugadores que no son distintos fisicamente a los nuestros, juega a ese nivel cuando enfrenta a los grandes?

A mi forma de ver, la respuesta está en que la Federación de fútbol de Costa Rica es mucho más ordenada y con mayor visión. Los equipos están  mejor estructurados. El Saprissa, La Liga, Heredia y Cartago son verdaderos clubes sobre todo los primeros dos.

Pero el elemento más determinante es el aspecto psicolológico. Los ticos se la creen, se sienten superiores, el “si se puede” es parte de su  ADN. No se arrinconan frente a ningún rival, no tiran la toalla si les meten un gol tempranero, tiene fe y, sobre todo, buscan anotar a como de lugar, y lo hacen. Meter goles es la finalidad última de este deporte. A los nuestros eso parece olvidárseles.

El jugador tico cree que puede meter goles, y lo hace, a cualquier selección del mundo. El Salvador apenas mete goles a  México y que alegría aunque perdamos. Algo tiene que pasar en El Salvador para que salgamos del bache. Lo primero es que no podemos seguir con federaciones sin personalidad, ni visión, ni orden.

No podemos seguir con equipos que no llegan a club. Lo normal en el fútbol salvadoreño es que los clubes y las selecciones le deban dinero  a los jugadores y que cambien técnico como una chica inquieta cambia de calzón. Se debe trabajar el coaching psicologíco pero en serio. Tener continuidad y sobre todo tomarse en serio, con verdaderos procesos, esto de los torneos y las eliminatoria mundialistas. Quizá no hay nada nuevo en las propuestas, pero hay que hacerlas realidad.

KARIM BENZEMA O EL CAPRICHO DE ZEUS

 

Alguien dijo que Dios creó el firmamento y que Florentino Pérez puso las estrellas. Ingeniosa la frase. Pero a diferencia de un “humilde” ponedor de estrellas, éste Florentino es más bien el mismísimo Zeus, el dios máximo en la mitología griega. Hace y deshace de acuerdo a su temperamento, su ambición y si inmenso capital.

 

Karim Benzema es uno de sus caprichos. Dicen que el mismo lo fue a comprar y a traer a Francia. Quiso obligar a José Mourinho, ya hace rato, a ponerlo de fijo como el 9 del Real Madrid. Pero éste último, zamarro y también otro de los dioses del olimpo, prefirió siempre al Pipita Higuaín, un killer que le dio in extremis dos ligas al Madrid. Un goleador nato, pero sin la disciplina y autoconfianza de un Cristiano (Ronaldo).

 

Una hernia en la columna de Higuaín  obligó a Mou a contar con Benzemá a quien ya había acusado de estar muerto. La frase que utilizó Mou para justificar la alineación de Benzema  fue de antología “Cuando no está el perro (Higuaín), me toca cazar con el gato (Benzemá). Para cuando Higuaín regresó, algo había avivado el francés. Y a Mou no le quedó otra que gestionar a los dos delanteros. Injusto. El pipita, ninguneado,  se fue a Italia, donde en tres años ha ganado, una copa y una supercopa con el Napoli, una liga y una copa Italia con la Juventus y ha llegado a la semifinal de la Champion League.

 

De pasada rompió el record de goleo histórico en una sola liga. 36 goles en 35 partidos. Impresionante. Benzemá siguió como gato mimado entre las grandes bestias del Real Madrid. Florentino, Zeus, que sacó al Pipa, también arruinó a Jesé, Soldado y a Morata.  Este último  ahora comienza a brillar en el Chelsea. Incluso James sacó terminación, pues su poderosa presencia en el medio campo amenazaba esa inutilidad llamada por el marketing la BBC.

 

Ahora otro 20, es irónico, como lo fue el Pipa en sus años madridistas, vino aponer en evidencia a al francés: Marco Asencio. El partido de este domingo 27 de agosto, en el que Asensio marcó dos goles y Karim falló 4 cantados, fueron como un Deja Vú de lo que vivió el Pipa. Benzemá no es del todo un mal delantero. Pero hay que decir dos cosas, nunca ha sido un 9 y nunca ha estado a la altura del Real Madrid, a veces si, y muchas veces, como hoy, no. Eso  no se vale en el Real Madrid.

 

Solo que Benzemá y el Pipa tienen la misma edad. Asencio apenas comienza a vivir. Y Vaya de que manera.

20 NOVELAS QUE TE RECOMIENDO QUE LEAS

A mi me estremecieron, me enseñaron sobre la condición humana, me hicieron crecer.  Te pongo los títulos y te dejo el deber de buscar los autores. Seguro que los sabes. El orden no implica jerarquía. Y lo de mi novela CHAT… se me fue.

  1. La Guerra del Fin del Mundo.
  2. Martín Eden.
  3. Barrabás.
  4. El Conde de Montecristo
  5. Los Miserables.
  6. 20 Mil Leguas de Viaje Subamarino
  7. Absalón Absalón
  8. Cien Años de Soledad.
  9. La Piel de Zapa.
  10. Crimen y Cástigo.
  11. Guerra y Paz.
  12. El Extranjero
  13. La Romana
  14. Don Quijote de la Mancha
  15. El Señor Presidente.
  16. Castigo Divino.
  17. El Túnel.
  18. El Recurso del Método.
  19. Paradiso
  20. Rayuela.

EN UN RINCON DEL ALMA

 

Jorge Dalton es uno de esos seres, muy raros por cierto, que irradian luz. Y no por cineasta, escritor, poeta e hijo de poeta (del mejor y del más querido) o por rockero y menos por deportista. Simplemente irradia luz por el simple hecho de su condición de ser humano solidario, sincero y compasivo. Por existir.

 

De creer en los renacimientos budistas, uno diría que Jorge refleja las muchas vidas anteriores, en las que quizá fue un grumete aventurero a bordo de un barco lanzado a la aventura con un capitán como Juan Sebastián Elcano, o un bardo que conquistaba doncellas con poemas tras vencer dragones cabalgando unicornios azules o mártir misionero que tuvo como país el mundo entero.

 

La luz que irradia Jorge no viene solo de su palabra , de su compañía amena y jodedora, como sin duda lo fue un día la de Roque, su padre asesinado, sino también por lo que hace. Y una de las cosas que mejor hace es cine. Vi su documental “En un Rincón del Alma”, que es como un canto de amor a la Cuba que casi todos los jóvenes de los años sesentas y setentas idealizamos y amamos pero que ya no pudo ser.

 

Es un documental extraño, estremecedor y austero. Allí nada está puesto como adorno. No hay utilería, ni trampa ni cartón. Es nada más Jorge Dalton con la cámara fija en el rostro de Eliseo Alberto de Diego García Marruz, cubanísimo como el propio Dalton quien resulta que es también es salvadoreñísimo, conversando sobre ese trozo de tierra tan llenito de historia, para bien y para mal, hay que decirlo, que se llama Cuba y que ambos llevan tatuada en el alma.

 

La voz de Jorge no se escucha. No es necesario porque uno la adivina en las respuestas de su gran amigo, del alma (aquí la palabra alma debe sonar muchas veces como en bolero del caribe). Las respuestas de Lichi como le decían sus amigos al poeta, cineasta, periodista y ajedrecista entre otras cosas, en un rinconcito de su casa del exilio allá en la ciudad de México, se producen entre sofocos de humo de cigarro y de nostalgia.

 

Habla Lichi de esa Cuba que algunos amamos y que todos perdimos, incluso aquellos que más la odiaron en la trepidante etapa de la crisis de los misiles, de bahía de Cochinos, de Camilo y del Che, de la Nueva Trova, de la Gran Zafra, de las grandes hazañas deportivas en fin, de cuando Fidel alto y más alto todavía, joven de mirada de fuego y porte altivo le tocaba los huevos al tigre.

 

Y Lichi con voz pronunciada a un altísimo costo por el tabaquismo y la muerte que lo rondaba, pero con artes de narrativa testimonial única en la que cada palabra es como una flecha de Historia lanzada por un arco de anécdotas y casi lágrimas.

 

Y nos cuenta. Nos cuenta en el documental, que uno se olvida que es documental y se imagina uno mismo sentado frente a Lichi, esa es la magia de Jorge, oyendo relatos de monstruos queridos como Lezama Lima, ese portento de la literatura universal, y de Carpentier, de su propio padre Eliseo Dieto y de María Josefina, su hermana.

 

El documental lleva de fondo imágenes de la Habana, que incluso los que nunca estuvimos allí la conocemos de memoria y, como no, la música, esa música tan caribe que nace siempre en un Rincón del Alma. Uno no puede dejar ni siquiera un minuto para ir al baño este documental, que sin ser un trhiller o una película de aventuras te mantiene pegado a la silla para escuchar y ver lo que fue y lo que ha sido de Cuba, esa Cuba que fue envejeciendo con Fidel.

 

Esa Cuba de tambores y guaracha que dejó de ser imagen viva niños pioneros, de barbudos irreverentes y de un pueblo que soñaba, la Cuba de Fidel, pues; para convertirse en la vieja imagen color sepia, como las de la revista Bohemia, con olor a grajo, inmóvil y borrosa; en la Cuba de Castro. Duele eso.

 

No se equivoque nadie. El documental no es un “ataque desde la derecha”. Es más bien un sentido reclamo desde la izquierda más idealista de dos cubanos, que ven con tristeza, como quien ve desde el malecón de la Habana que esa gigantesca ola que fue la revolución Cubana, luego de golpear piedras y muros se regresa cada vez más pequeña y menos ola y sola al océano que siempre está allí. Gracias Jorge por esa obra de arte.

LA SALVADOREÑA ES UNA SOCIEDAD ENFERMA

  • En las últimas horas corrió la noticias que el diputado Ernesto Muyshondt sufrió un accidente de tránsito. Afortunadamente, los golpes según se informó, no fueron de gravedad.  Sin embargo los comentarios que escritos por algunos lectores reales o ficticios asustan.

“Que lástima que no se murió” decía uno de los más crudos. Los demás iban por el mismo tono. Cuando murió el alcalde de Ilopango hubo reacciones similares de no pocos lectores. Y cuando se anunció que Raul Mijango fue trasladado de emergencia a un hosptital, no faltó alguien que escribió algo así coo “otro que también convenientemente se morirá”.

Muchos creen que Francisco Flores está vivo y disfrutando del los millones de Taiwan en algún lugar paradísiaco del mundo, todo ello ha pesar de que se ha informado hasta la saciedad que ese dinero fue entregado integramente al partido ARENA. Además un grupo de médicos del FMLN se aseguró, que horror, que el ex presidente en verdad estaba muerto.

Pero los detractores del FMLN no se expresan de diferente manera. Los insultos a los dirigentes de ese partido son irrepetibles en este espacio. El odio brota a flor de piel. Hay un afán de linchamiento público. Un deseo malsano  de ver a la gente sufrir aunque no sea culpable. Una alegría en condenar por condenar.

Nuestra sociedad está enferma. El  odio, mala vibra y ponzoña sólo es un  síntoma de algo más profundo.. Yo no pienso igual que los dirigentes del FMLN y tengo profundas diferencias con la forma en que conducen el gobierno. Es frustrante. Pero eso no me hace odiar al Presidente, ni a Medardo González. Ni siquiera a Mauricio Funes que seguramente está viviendo su propio infierno, sin necesidad de estar preso, lo cual tampoco me hace feliz. El paga las consecuencias de sus actos.

Pienso que una de las causas de lo profundamente enferma que está la sociedad y que se expresa en consginas totalitarias como “ARENA NUCA MAS por un lado. Y por el otro en seguir repitiendo en un contexto diferente esa fea frase de que el Salvador será la tumba de rojos, solo confirma el hecho que mientras las generación que protagonizó el conflicto siga teniendo las riendas del país, no se verá ninguna luz al final del tunel.

ARENA, ciertamente ha cabiado su dirigencia decenas de veces. el FMLN no. Pero los poderes fácticos de ARENA siguen en gran medida siendo los mismos de la guerra.  Solamente, en mi humilde opinión, cuando ésta vigorosa  nueva generación asuma las riendas del país, comenzaremos a ver la esperanza. Tengo una profunda fe en esta generación.

Los héroes de uno y otro bando ya hicieron lo suyo. Le toca el turno a ustedes jóvenes. Pero recuerden, la juventud no es un estatus permanente. Se va en un decir Jesús. Todos estos viejos que ahora  nos gobiernan tambien fueron jóvenes y asumieron sus riesgos. Es el turno de ustedes pués.

ALI

El 8 de marzo de 1971 viví una de las noches más tristes. Tenía entonces 13 años y estaba pasando de los héroes de las historietas a los de carne y hueso. Mi profunda tristeza no se debía a la muerte de algún ser querido. Por esos días, la muerte para mí, no existía.

Tampoco se debía a una ruptura amorosa. Hasta esa edad todos mis amores habían sido imposibles. ¿Cómo me iba a amar Bárbara Eden, la actriz que personificaba a Jeannie en la serie “Mi Bella Genio”? Estaba triste porque Muhammad Alí había sido derrotado tras 15 trepidantes asaltos por Joe Frazier.

Alí había llamado mi atención cuando todavía se llamaba Cassius Clay y se había convertido en campeón mundial de los pesos completos al vencer a Sonny Liston. Clay, arrogante, ya había pronosticado su victoria con una pasmosa certeza.

Yo no vi esa pelea. No había transmisión en vivo en la tele. Pero leí sus declaraciones en el periódico. Me atrapó la fotografía en blanco y negro de aquel joven que miraba la cámara de manera resuelta. En una mano tenía el cinturón de campeón del mundo y con la otra señalaba al público. Las gotas de sudor perlaban su frente, mientras gritaba algo.

El pie de foto decía: “Soy el más veloz, el más guapo, el más grande”. El público enloqueció y aplaudió a morir al oír esas palabras. Los periodistas hicieron crónicas en las que no ocultaban sus simpatías por el nuevo campeón.

En otra ocasión le dijo al contrincante antes de comenzar la pelea: “Si sueñas con ganarme, será mejor que despiertes y me pidas perdón”. Y luego agregó: “Soy tan rápido que anoche apague el interruptor de la luz y cuando se apagó yo ya estaba en la cama”.

Prefirió perder su título de campeón del mundo y su carrera antes que ir a la guerra de Vietnam. No lo hizo por miedo, sino por principios. “Ningún vietnamita me ha llamado negro, ni me han hecho nada. “¿Por qué tengo que ir matarlos?”, argumentó.

Cuando regresó al cuadrilátero, la peleas ya se transmitían en vivo. Lo vi contra Jerry Quarry. Esa fue la primera vez que vi completa una pelea de boxeo hasta que terminó en el tercer asalto. Muhammad Alí ya no admitía otro nombre, estaba de vuelta. Lo vi en aquel inolvidable combate contra “Ringo” Bonavena. No me perdía ni sus combates, ni sus declaraciones. Sus frases, que en otros hubiesen generado repudio, aumentaban su tremendo carisma y su luz.

Hasta que llegó aquella noche en que se enfrentó a Joe Frazier por el campeonato del mundo. Nunca en mi vida había deseado tanto una victoria como en esa noche. Quería con toda el alma que Alí ganara. Era mi héroe. Su frase “El hombre que no tiene imaginación, no tiene alas” me guiaría por toda mi vida.

Alí, tras un duelo memorable, perdió. Lloré esa noche como un niño desconsolado. Fue derrotado una vez más y el mundo lo dio por muerto. Hasta que llegó el día 30 de octubre de 1974. Muhammad Alí se enfrentó a George Foreman en Zaire.

Este gigante había noqueado a Joe Frazier en el segundo round, tras derribarlo media docena de veces. Nadie le había resistido más de tres asaltos. Nadie daba un centavo por Alí. El corazón se me salía del pecho cuando Foreman golpeaba sin piedad durante 7 rounds al excampeón. Pensé que me estaba despidiendo de mi héroe. Pero en el octavo round Alí, mágico, voló como una mariposa y picó como una abeja. El gigante se derrumbó lento para no levantarse más.

Alí, el más grande, el más carismático, el rebelde, el pacifista, era de nuevo el rey del mundo. Volvía a llorar pero de alegría. Lloré como cuando clasificamos la primera vez a un mundial. Como cuando Mirza me dijo que sí. Como cuando se terminó la guerra.

Después de Alí, nunca más he vuelto a ver boxeo. Ahora que mi héroe, el héroe de millones se fue, me suena en mi cabeza una de sus memorables frases: “Odié cada minuto de entrenamiento, pero me dije, no renuncies. Sufre ahora y vive el resto de tu vida como un campeón”.

HIGUAIN, SIMEONE Y LA INGRATITUD DE UNA AFICIÓN

Se me erizó la piel viendo el recibimiento que la afición del Atlético de Madrid dio a su equipo. El cuadro de Simeone venía de perder 3 a 0 frente al Real Madrid en el partido de ida de una de las semifinales del máximo torneo europeo de clubes. La remontada se antojaba imposible para los expertos, menos para los aficionados, los jugadores y el cuerpo técnico del llamado equipo colchonero.

Confieso que luego del Aguila de San Miguel y del Napoli de Italia, le voy al Real Madrid. Pero en el partido de ayer la actitud de la comunidad del Atletí, me contagió. Y el milagro casi ocurre. En 16 minutos los rojiblancos se pusieron al borde del milagro. Pero, al final pudo más el peso de los jugadores del equipo blanco. Un gol de Isco, ese pequeó genio incomprendido por Zidane, bastó para derrumbar un sueño.

Sin embargo, nadie se fue del estadio Vicente Calderón. La multitud aplaudió la épica pero insuficiente victoria de su equipo. Aplaudio su garra, su entrega y ese sentimiento de pertenenecia a algo espartano que el Cholo Simeone transmite, incluso a sus adversarios.

Grande la aficion del Atleti. Grande el equipo, grande Simeone. Grandes por regalarnos en clave de fútbol una actitud que uno debe tener ante la vida: vivir de pie, gritando y vociferando ya rondando en el polvo la cabeza, como decía otro argentino, como el Cholo, el poeta Almafuerte.

Como contrasta la actitud de la afición del Atleti con la afición de la selección de Argentina. La albiceleste ha logrado tres subcampeonatos seguidos. Dos en la copa América y una en el pasado mundial en donde enfrentaron a una Alemania que venía de humillar a Brasil en su casa 7 a 0.

Falló higuaín tres veces. Pero ningún ortro delantero anotó goles. Argentina perdió no por los fallos del pipita, sino porque los rivales fueron superiores. Pero lejos de animar a sus jugadores, casi todos estrellas en sus respectivos equipos, la afición de Argentina optó por odiarlos. HIguain, uno de los diez goleadores históricos de la Selección, anotados de más de 100 goles con el Real Madrid, 91 con Napoli, más de 30 en su primera temporada con la juve y contando.

Higuain el goleador record de Italia en una temporada, cosa que no logró Batistuta, ni Ronaldo, ni Maradona. Pero la afición lo odia. No hay cosa que más teman los jugadores argentinos, Messi incluído, que jugar en un estadio de su país en un partido oficial. Es menos hostil el ambiente en el estadio del rival. Esto solo se explica por la frustración colectiva de los argentinos por no lograr en el fútbol, un área en donde les sobra el talento, lo que quisieran lograr en aspectos más relevantes como nación.

Lo irónico que el gran creador de la nueva mística del Atleti, sea un argentino, quienes tienes en buena medida a la Juventus al borde de un triplete histórico sean dos argentinos, Dybala y el odiado Higuaín que no se cansa de meter goles contra las defensas más dificiles de cualquier liga.

Nadie es profeta en si tierra. Menos en esa veleidosa, hermosa, apasionante e ingranta nación que es Argentina.

AMORES EN TIEMPOS DE FACEBOOK

William Clark lo conocí hace unos meses. Estaba sentado frente a mí en aquel ambiente de tedio y maletas en una sala de abordaje del gigantesco aeropuerto internacional de Miami. Alto, pelirrojo, ojillos pequeños y azules, pecoso, flaco y desgarbado. Vestía con camisa a cuadros color rojo, jean desteñido y zapatos casuales gastados. Sus ademanes eran nerviosos.

Apestaba a tabaco rancio y grajo. Parecía uno de esos gringos idealistas que suelen alistarse en cualquier causa que les parezca justa en cualquier rincón del mundo.

Se me acercó para preguntarme algo sobre la novela que yo estaba leyendo: “La fiesta del chivo”. Me dijo que Vargas Llosa era su escritor latinoamericano favorito y que precisamente iba a Perú a casarse con una peruana. Me contó que mantenía una relación con ella por Internet desde hacía ocho meses, pero que aún no la conocía en persona. Habían intercambiado fotos y hablado por teléfono. Pero aún no se conocían físicamente. “Sin embargo sé que es mi alma gemela”, me dijo mientras buscaba ansioso en la bolsa de la camisa un cigarrillo que nunca alcanzaría a fumar en aquella sala de prohibiciones.

El hombre, un viudo con dos hijos adolescentes, estaba realmente emocionado. Lo escuché durante casi una hora hablar sobre su proyecto de trasladarse a las afueras de Iquitos, donde con su flamante esposa, una divorciada que lucía regordeta y bonachona en las fotografías que me mostró, cultivarían hortalizas y criarían pollos, como una versión amazónica de la familia Ingalls. Cuando nos despedimos intercambiamos correos electrónicos y prometió contarme sobre la inminente boda.

Efectivamente unos meses después William me escribió. Me dijo que era un hombre feliz. Los dos hijos de él y uno de ella se habían adaptado a la nueva vida. En el par de fotos que me envió aparecía una pareja radiante en pleno casorio civil y en la otra, William saludando desde un tractor en labores de agricultura. Desde entonces no he vuelto a saber de ellos. Ojalá sigan siendo felices.

Pero según he leído la mayoría de los amores virtuales no tienen un desenlace tan feliz. En 2006 Megan Meier, una adolescente de 13 años, se ahorcó en su habitación tras sufrir un doloroso engaño por parte de Lori Drew, una mujer cincuentona que se hizo pasar en el chat por un adolescente de 16, para seducir a la niña. Los hechos ocurrieron en la ciudad de O’Fallon, en el Estado de Missouri.

Lori, quien había puesto en su perfil una foto de un apuesto muchacho, dijo llamarse Josh Evans. Con esa mentira se convirtió en la obsesión de Megan. Después de cuatro semanas de horas y horas de chat diurno y sobre todo nocturno y furtivo, el supuesto joven cortó la relación con un lapidario mensaje: “He descubierto que en realidad eres una gorda y prostituta, no quiero seguir hablando contigo… el mundo sería un mejor lugar sin ti”. Tras ese mensaje cibernético Megan se suicidó.

Sus padres horrorizados encontraron a la chica colgando del techo. En la pantalla de la computadora leyeron el texto fatal. No fue difícil para los investigadores dar con la responsable del acoso. Todo se trataba de una venganza. Lori Drew era la madre de una adolescente con la que Megan había tenido una pelea verbal en la escuela. En 2008 un tribunal declaró culpable a Lori Drew y la condenó a varios años en la cárcel.

Otra mujer invirtió todos sus ahorros para viajar desde París a una ciudad de Canadá, para visitar por sorpresa a su amante, un supuesto joven, guapo y bronceado ejecutivo de una aseguradora, que resultó en verdad ser un regordete y calvo señor con una esposa y cuatro robustos hijos. La francesa regresó a su país para ser tratada por especialistas en depresión. Un señor mexicano perdió a quien había sido su esposa durante 15 años, cuando ésta decidió fugarse con un antiguo compañero que la había pretendido sin éxito en los tiempos de la secundaria.

Leyendo sobre las pasiones virtuales, recordé los tiempos cuando para conquistar a una chica había que mirarle a los ojos, las rodillas temblado y el corazón en la garganta, para ejecutar el terrible rito de la declarada. Si había suerte, suerte loca, la chica bajaba los ojos y emitía un discreto sí… nada más. Si no se nos venía la tragedia disfrazada con aquella odiosa frase de ” yo a vos te quiero pero como amigo”. Lloraba uno…. pero se continuaba viviendo.

Las redes sociales, para informarse, encontrar amigos y hasta para botar dictadores… pero para pasiones, mucho mejor la piel que la tecla.