La esperanza es un estado de ánimo optimista basado en la expectativa de resultados favorables relacionados a eventos o circunstancias de la propia vida o el mundo en su conjunto; la esperanza cristiana es una virtud teologal por la que se espera que Dios dé los bienes que ha prometido. En nuestro segundo día del tour despertamos en el caserío Río Frío, en el patio de la casa de la familia Solano, quienes nos dieron hospedaje en la noche.
Afuera, nos hizo compañía el perro Oso, una raza rara para este lugar del país. Me refiero a que es un perro lanudo y el calor aquí es una cosa difícil de llevar, aún en los días más frescos. Su historia es peculiar, ya que quedó huérfano a los pocos días de haber nacido, debido a que su madre fue atropellada en la carretera Panamericana. Otro dato interesante de Oso es que se llama igual a otro perro que nos hizo compañía en Mizata, cuando pasamos una noche ahí. Por cierto, es una vía muy transitada, no hay momento del día en que no pasen vehículos y esto representa una dificultad, ya que para cruzarla hay que tener mucho cuidado. De hecho, Oso no sale a la calle, le tiene miedo.
Nos despertamos con mucha esperanza de que este día sería uno muy especial, ya que desde la madrugada los miembros de las comunidades católicas del lugar preparaban comida, agua y adornaban la ermita, preparándose para la llegada de todos los peregrinos, quienes se trasladaban en autobuses desde San Rafael Cedros.
A medida van llegando los peregrinos, todo el ambiente es una fiesta. Muchos pobladores del caserío han salido a la carretera a ver la algarabía de los que van llegando y se van preparando para comenzar la caminata, al igual que dos señoras que han elaborado unos coloridos sombreros, o los vendedores que ofrecen sus camisetas, gorras y carteras. Los jóvenes hacen uso de su creatividad para componer canciones alusivas al evento con pistas de música popular, como el éxito «Pasito a pasito».
Las horas van caminando, y como es usual en estos eventos donde hay muchas personas involucradas, existen atrasos. Son las 10 de la mañana y los peregrinos tienen que realizar una caminata hasta el cantón El Jocotillo, cerca de Mercedes Umaña, a unos 20 km. En esta zona lo complicado no son las distancias, sino el calor, el cual ese día rondaba los 42 °C, con una sensación térmica de 44 °C, debido a la sequía.
Otro factor complicado en este tramo es que todo es cuesta arriba. Debíamos desplazarnos hacia arriba desde los 36 msnm hasta los 738 msnm. De los 59 km de la ruta de este día hasta Chapeltique, 36 km eran de subida hasta el desvío hacia Lolotique. Desde ahí hasta Chapeltique era todo de bajada.
Pero regresemos un poco al inicio del recorrido. Este tramo tendría algo especial: no iba a ser todo en solitario, ya que se unió a KmCero503 Kevin Sermeño, quien se entusiasmó para hacer parte de la ruta en bicicleta. Su bicicleta es para ciclismo de montaña, pero esto no afecta la experiencia que puede tener en cicloturismo.
Debido a un atraso en la llegada de los peregrinos, salimos de Río Frío a eso de las 10:30 a. m. Esto representaba que deberíamos detenernos poco en la ruta y no contar con algún desperfecto mecánico.
Acompañamos a los peregrinos, al menos a los que venían en la punta de la peregrinación hasta el puente Cuscatlán y tuvimos un vistazo del río Lempa.
Luego, desde ahí comenzamos a subir la larga cuesta con la meta de almorzar en Mercedes Umaña. Esa era la meta y no lo logramos. A unos 10 km antes de llegar a Mercedes Umaña, justo al mediodía, el calor era insoportable y nos detuvimos a la orilla de la carretera aprovechando la sombra de una enorme ceiba.
Ahí con Kevin compartimos el almuerzo. Algo que siempre me sorprende del oriente del país es que las condiciones son duras, por ejemplo: no habíamos ni siquiera desempacado la comida cuando una horda de hormigas ya había hecho su camino hacia nuestros sándwiches, por lo que tuvimos que compartirlos con ellas. De un minuto a otro eran cientos de hormigas arrancando trozos de pan y trasladándolos entre todas hacia algún lugar que no logramos ver. La miel fue la sensación entre estos insectos. Les dejamos una buena cantidad para que aumentaran sus reservas.
Luego de descansar una hora y esperar a que bajara el punzante sol, comenzamos a pedalear. En el camino nos encontramos a muchas personas compartiendo lo más valioso que hay en este lugar: el agua. Este año, la sequía en la zona oriental ha sido muy dura: dos meses sin lluvia, y quizá no se nota desde un vehículo, pero pedalear aquí es una experiencia interesante. El aire está seco y se ruega porque llueva. Muchos agricultores todavía tienen la esperanza de que llueva.
Entre ellas se encontraba María Milagros Leiva, quien nos muestra la copia de una antigua fotografía que sostiene entre sus manos, y nos dice muy orgullosa: «Soy hija del carpintero que le enseñó carpintería a Monseñor Romero». En sus ojos se puede ver que es un recuerdo que atesora mucho. «Mi motivación para hacer la peregrinación es la dicha y la satisfacción de que este hombre nos quería a toda mi familia. A todos. A mí me hace muchos, muchos milagros», comenta María Milagros.
A unos pasos, José Leonardo se aplica ungüento para el dolor en sus pies. La cuesta le estaba pasando factura. «Me duelen los talones y me arden los pies», asegura José. Sus compañeros lo alientan a que continúe, ya que la próxima estación está cerca. El locutor de un carro anunciador les informa que falta poco para llegar al lugar donde subirán a los buses y serán trasladados hacia Moncagua –donde cenarán– y luego a Chapeltique, donde pasarán la noche.
Pasando esta cuesta viene Mercedes Umaña, un par de bajadas, pero como siempre he dicho, después de una bajada siempre viene una larga subida. Al fondo se miran nubes negras y cuando las nubes que se ponen oscuras en el oeste, significa lluvia.
Así como los agricultores, no perdíamos la esperanza. Justo a media cuesta la tormenta se vino como un huracán con viento. Se podía ver al final de la carretera una especie de cortina de agua que se desplazaba rápidamente. No nos dio mucho tiempo para ponernos las capas antes de que se viniera la nutrida lluvia.
Después de venir pedaleando siete horas debajo de un sol despiadado, la lluvia realmente fue una bendición. No paró de llover durante 20 minutos hasta el desvío de Lolotique. Este tramo fue uno de los mejores del día. No solo por la lluvia, sino porque la esperanza renace en los lugares más sencillos. Tenía que cambiar la batería de la cámara, estaba todo mojado y me acerqué a una humilde casa a la orilla de la carretera, ahí le pedí a una señora una trapo seco con que limpiar el agua a la cámara. «Sí, ya se la traigo», me dijo la señora.
Un niño, sentado en el dintel de la puerta, nos veía con grandes ojos de curiosidad. La señora no solo salió con el trapo, sino con dos anonas maduras, cuatro bolsas con agua y cuatro tamales. Al principio, más por pena, le agradecí el gesto tan caritativo, pero ella insistió. Kevin, quien llevaba poca carga, se encargó de tomar aquel gesto tan lleno de misericordia.
Cansado después de la pedaleada, sabía que lo que hacía falta era todo de bajada. Con el clima fresco y la tarde acercándose sería un hermoso paseo para cerrar el día. El sentimiento de esperanza que sentí en la madrugada de este día volvió a mi corazón. La esperanza es lo último que podemos perder, no importa lo difíciles que sean los problemas.
Monseñor Romero proclamaba la esperanza en muchas de sus homilías y en una de ellas dijo: «Jamás me he creído líder de ningún pueblo, porque no hay más que un líder: Cristo Jesús. Jesús es la fuente de la esperanza. En Jesús se apoya lo que predico. En Jesús está la verdad de lo que estoy diciendo» (homilía del 28 de agosto de 1977, I-II p. 199).
En esta etapa de nuestro recorrido conocimos a salvadoreños que dan desinteresadamente lo poco que tienen a personas que no conocen y, tal como nos dijo Sara Guzmán, una pobladora de Moncagua (San Miguel) quien pastoreaba sus vacas: “No sé por qué aún continuamos confiando en personas que ofrecen lo que no es de ellos y que carecen de honestidad y sinceridad. Cuando hay uno solo que nos puede guiar en la vida: Jesús Cristo. Si ponemos en él nuestra esperanza, las cosas cambiarán en este país”.