CAMINANDO CON SAN ROMERO | Parte II: Esperanza

La esperanza es un estado de ánimo optimista basado en la expectativa de resultados favorables relacionados a eventos o circunstancias de la propia vida o el mundo en su conjunto; la esperanza cristiana es una virtud teologal por la que se espera que Dios dé los bienes que ha prometido. En nuestro segundo día del tour despertamos en el caserío Río Frío, en el patio de la casa de la familia Solano, quienes nos dieron hospedaje en la noche.

Amanecimos en el patio de la familia Solano, en el caserío Río Frío, San Vicente, junto al perro Oso, que nos acompañó en la noche.

Afuera, nos hizo compañía el perro Oso, una raza rara para este lugar del país. Me refiero a que es un perro lanudo y el calor aquí es una cosa difícil de llevar, aún en los días más frescos. Su historia es peculiar, ya que quedó huérfano a los pocos días de haber nacido, debido a que su madre fue atropellada en la carretera Panamericana. Otro dato interesante de Oso es que se llama igual a otro perro que nos hizo compañía en Mizata, cuando pasamos una noche ahí. Por cierto, es una vía muy transitada, no hay momento del día en que no pasen vehículos y esto representa una dificultad, ya que para cruzarla hay que tener mucho cuidado. De hecho, Oso no sale a la calle, le tiene miedo.

El perro Oso es una mezcla de razas, pero tiene un aire a Border Collie, un perro lanudo para esta zona del país. Incluso tiene un parecido con Jerry, el chihuahua que estuvo en uno de nuestros capítulos anteriores.
Oso es un perro amistoso y muy simpático.
El mejor amigo de Oso es este gato sin nombre. Trepa árboles para esconderse de Oso. Están jugando. Apenas son las 6 de la mañana.

Nos despertamos con mucha esperanza de que este día sería uno muy especial, ya que desde la madrugada los miembros de las comunidades católicas del lugar preparaban comida, agua y adornaban la ermita, preparándose para la llegada de todos los peregrinos, quienes se trasladaban en autobuses desde San Rafael Cedros.

Los esposos Solano, Dorita y Francisco, nos ofrecieron su hogar con mucha amabilidad y en forma desinteresada.
El desayuno de campeones en la casa de la familia Solano fue el combustible perfecto para comenzar con energía la pedaleada de este día.
Los fieles del caserío Río Frío prepararon la ermita para la llegada de los peregrinos.
Francisco Solano ayuda a preparar las bolsas con agua que serán entregadas a los peregrinos.
Las comunidades del cantón La Galera y Río Frío se unieron para tener unos 2 mil desayunos listos para los peregrinos.
Estas conocedores del sol de oriente fabricaron estos coloridos sombreros para poner un toque especial a la peregrinación.

A medida van llegando los peregrinos, todo el ambiente es una fiesta. Muchos pobladores del caserío han salido a la carretera a ver la algarabía de los que van llegando y se van preparando para comenzar la caminata, al igual que dos señoras que han elaborado unos coloridos sombreros, o los vendedores que ofrecen sus camisetas, gorras y carteras. Los jóvenes hacen uso de su creatividad para componer canciones alusivas al evento con pistas de música popular, como el éxito «Pasito a pasito».

El enviado del papa, monseñor Carlo María Donati, ofrece una entrevista antes de comenzar la peregrinación.
Los personajes anónimos que también hacen la peregrinación son los periodistas, los encargados de llevar la noticia e información a todos aquellos que no pudieron acompañar el recorrido.
Martín y Carlos Segovia, junto a Claudia Montenegro, esperan la llegada de peregrinos para comenzar la caminata hacia Ciudad Barrios. «Esta es la primera vez que camino tanto y que hago la peregrinación», comentó Claudia.
Muchos de los peregrinos, en gran porcentaje, son jóvenes. Su energía es vital para que la peregrinación sea una fiesta en todo el camino.

Las horas van caminando, y como es usual en estos eventos donde hay muchas personas involucradas, existen atrasos. Son las 10 de la mañana y los peregrinos tienen que realizar una caminata hasta el cantón El Jocotillo, cerca de Mercedes Umaña, a unos 20 km. En esta zona lo complicado no son las distancias, sino el calor, el cual ese día rondaba los 42 °C, con una sensación térmica de 44 °C, debido a la sequía.

Elsy Pereira y su hija hicieron por segundo año la peregrinación. Ella va empujando el cochecito donde va su hija. «Ella no camina. Aquí llevamos de todo: comida, agua y su ropa. Ella va bien tranquila», comenta Elsy. Ella y su hija provienen de Olocuilta.

Otro factor complicado en este tramo es que todo es cuesta arriba. Debíamos desplazarnos hacia arriba desde los 36 msnm hasta los 738 msnm. De los 59 km de la ruta de este día hasta Chapeltique, 36 km eran de subida hasta el desvío hacia Lolotique. Desde ahí hasta Chapeltique era todo de bajada.

Muchas comunidades aportan refrigerios para los peregrinos. En realidad no importa si es una bolsa con agua o una comida completa, lo importante es ayudar a los demás.
Una manzana, dos bolsas con agua y una bebida energizante son una gran ayuda en este tramo. El agua es lo que más se consume.
En un intento por ayudar, #AurelioEnBici se puso a vender sombreros. Este no es su rubro, ya que le quería vender sombreros de mujer a hombres. Mejor que continúe pedaleando.

Pero regresemos un poco al inicio del recorrido. Este tramo tendría algo especial: no iba a ser todo en solitario, ya que se unió a KmCero503 Kevin Sermeño, quien se entusiasmó para hacer parte de la ruta en bicicleta. Su bicicleta es para ciclismo de montaña, pero esto no afecta la experiencia que puede tener en cicloturismo.

Kevin Sermeño es un ciclista aficionado que se entusiasmó a realizar la peregrinación en bicicleta. Aunque se unió en el segundo día y en el tramo más pesado, fue para Kevin una gran experiencia.

Debido a un atraso en la llegada de los peregrinos, salimos de Río Frío a eso de las 10:30 a. m. Esto representaba que deberíamos detenernos poco en la ruta y no contar con algún desperfecto mecánico.

En realidad, no importa si se hace en bicicleta o caminando, el objetivo es realizar la peregrinación. En cualquier modalidad tiene su dificultad.
Por segundo año, Abraham Hernández y Manuel de Jesús Villalobos realizan la peregrinación. Ahora con una gran experiencia y deseos de continuar.
Antes de llegar al puente Cuscatlán los peregrinos iban aumentando. Todos con paso firme se preparaban para comenzar el tramo más pesado.
La foto del recuerdo es la de la llegada al puente Cuscatlán. El río Lempa da la bienvenida al oriente salvadoreño, un lugar duro y con mucho calor.
El puente Cuscatlán es un lugar turístico muy visitado del país.

Acompañamos a los peregrinos, al menos a los que venían en la punta de la peregrinación hasta el puente Cuscatlán y tuvimos un vistazo del río Lempa.

Debido a la sequía en la zona oriental, el caudal del río Lempa no es el de todos los años, y eso que estamos en invierno.

Luego, desde ahí comenzamos a subir la larga cuesta con la meta de almorzar en Mercedes Umaña. Esa era la meta y no lo logramos. A unos 10 km antes de llegar a Mercedes Umaña, justo al mediodía, el calor era insoportable y nos detuvimos a la orilla de la carretera aprovechando la sombra de una enorme ceiba.

La sombra de una gran ceiba fue el lugar perfecto para almorzar y descansar.
El calor de mediodía en el oriente del país lo pasamos acompañados de un ejército de hormigas con las que compartimos nuestro almuerzo.

Ahí con Kevin compartimos el almuerzo. Algo que siempre me sorprende del oriente del país es que las condiciones son duras, por ejemplo: no habíamos ni siquiera desempacado la comida cuando una horda de hormigas ya había hecho su camino hacia nuestros sándwiches, por lo que tuvimos que compartirlos con ellas. De un minuto a otro eran cientos de hormigas arrancando trozos de pan y trasladándolos entre todas hacia algún lugar que no logramos ver. La miel fue la sensación entre estos insectos. Les dejamos una buena cantidad para que aumentaran sus reservas.

Frecuentemente hay que ir abasteciéndose de agua para llenar las ánforas en nuestras bicicletas.

Luego de descansar una hora y esperar a que bajara el punzante sol, comenzamos a pedalear. En el camino nos encontramos a muchas personas compartiendo lo más valioso que hay en este lugar: el agua. Este año, la sequía en la zona oriental ha sido muy dura: dos meses sin lluvia, y  quizá no se nota desde un vehículo, pero pedalear aquí es una experiencia interesante. El aire está seco y se ruega porque llueva. Muchos agricultores todavía tienen la esperanza de que llueva.

La integrantes del programa radial «Club de Radiohablantes» de YSUCA descansan cerca Mercedes Umaña.

Entre ellas se encontraba María Milagros Leiva, quien nos muestra la copia de una antigua fotografía que sostiene entre sus manos, y nos dice muy orgullosa: «Soy hija del carpintero que le enseñó carpintería a Monseñor Romero». En sus ojos se puede ver que es un recuerdo que atesora mucho. «Mi motivación para hacer la peregrinación es la dicha y la satisfacción de que este hombre nos quería a toda mi familia. A todos. A mí me hace muchos, muchos milagros», comenta María Milagros.

María Milagros Leiva muestra una copia de una fotografía antigua de Monseñor Romero en Ciudad Barrios.
Imagen antigua de Monseñor Romero caminando en su natal Ciudad Barrios.

A unos pasos, José Leonardo se aplica ungüento para el dolor en sus pies. La cuesta le estaba pasando factura. «Me duelen los talones y me arden los pies», asegura José. Sus compañeros lo alientan a que continúe, ya que la próxima estación está cerca. El locutor de un carro anunciador les informa que falta poco para llegar al lugar donde subirán a los buses y serán trasladados hacia Moncagua –donde cenarán– y luego a Chapeltique, donde pasarán la noche.

Los 30 km de pura cuesta hay que tomarlos tranquilamente para poder superarlos.
El calor y la deshidratación pasan factura rápidamente a los peregrinos. La falta de costumbre para caminar largas distancias pone realmente a prueba el cuerpo.

Pasando esta cuesta viene Mercedes Umaña, un par de bajadas, pero como siempre he dicho, después de una bajada siempre viene una larga subida. Al fondo se miran nubes negras y cuando las nubes que se ponen oscuras en el oeste, significa lluvia.

Ya en el desvío hacia Mercedes Umaña podemos decir que vamos a medio camino de nuestra ruta de este día.
A unos 4 km después de Mercedes Umaña nos encontramos a un grupo de trabajadores del FOVIAL en el que todas sus integrantes son mujeres. Un ejemplo digno de que las mujeres pueden hacer cualquier trabajo y sobre todo en un clima tan extremo como este.
En el desvío a Jucuapa nos dimos cuenta de que en el horizonte se asomaban nubes de tormenta y teníamos la esperanza de que llovería pronto
Aunque entre Jucuapa y Nueva Guadalupe hay unos descensos, estos no son el fin de las subidas. Pero una nubes negras nos animan a seguir, una lluvia está cerca.

Así como los agricultores, no perdíamos la esperanza. Justo a media cuesta la tormenta se vino como un huracán con viento. Se podía ver al final de la carretera una especie de cortina de agua que se desplazaba rápidamente. No nos dio mucho tiempo para ponernos las capas antes de que se viniera la nutrida lluvia.

Cuando comenzó a llover pensamos que era una lluvia pasajera, pero realmente fue un tormenta con todas las de la ley.

Llovió duro durante unos 20 minutos. La verdad es que no había capa que resistiera esta lluvia, así que terminamos empapados, pero refrescados.

Después de venir pedaleando siete horas debajo de un sol despiadado, la lluvia realmente fue una bendición. No paró de llover durante 20 minutos hasta el desvío de Lolotique. Este tramo fue uno de los mejores del día. No solo por la lluvia, sino porque la esperanza renace en los lugares más sencillos. Tenía que cambiar la batería de la cámara, estaba todo mojado y me acerqué a una humilde casa a la orilla de la carretera, ahí le pedí a una señora una trapo seco con que limpiar el agua a la cámara. «Sí, ya se la traigo», me dijo la señora.

La tormenta fue como el «premio» al esfuerzo de ir pedaleando cuesta arriba por casi siete horas, ya que cayó en la última subida antes de llegar al desvío para Lolotique, San Miguel. Empapado y cansado, lo único que tenía era una gran hambre.

Un niño, sentado en el dintel de la puerta, nos veía con grandes ojos de curiosidad. La señora no solo salió con el trapo, sino con dos anonas maduras, cuatro bolsas con agua y cuatro tamales. Al principio, más por pena, le agradecí el gesto tan caritativo, pero ella insistió. Kevin, quien llevaba poca carga, se encargó de tomar aquel gesto tan lleno de misericordia.

En el desvío para Lolotique una señora desde una humilde casita nos llamó para regarlos unas anonas, unos tamales y agua. Un acto de caridad muy significativo para nosotros.

 

 

Desde el desvío de Lolotique se viene un prolongado descenso, el único detalle es que la carretera es bastante transitada y los hombros no sirven, por lo que hay que subirse a la carretera y compartir el carril con los carros. Algunos conductores si dan espacio pero otros, como muchas veces sucede, no le conceden a los ciclistas los 1.5 m. de distancia para sobrepasarlos.

 

En el descenso, antes de llegar a un tramo del hombro inservible, tuvimos que detenernos y observar una humilde procesión con la imagen de Santa Rosa, patrona de uno de los cantones de la zona.

Cansado después de la pedaleada, sabía que lo que hacía falta era todo de bajada. Con el clima fresco y la tarde acercándose sería un hermoso paseo para cerrar el día. El sentimiento de esperanza que sentí en la madrugada de este día volvió a mi corazón. La esperanza es lo último que podemos perder, no importa lo difíciles que sean los problemas.

La llegada a Moncagua fue muy bonita, ya que cerramos el día cantando con un jóvenes de las comunidades de Moncagua y Nueva Guadalupe.
Algunos peregrinos que habían tomado vehículos particulares ya descansaban en el parque central de Moncagua a la espera de los autobuses.
Lo primero que buscamos con Kevin al entrar a Moncagua fue comida.
La iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria, en Moncagua, es un templo construido en el siglo XIX, el cual ha sobrevivido a los sismos de la zona. Su estilo colonial es muy bonito, muy cerca se encuentra el turicentro famoso por sus aguas termales y sus cuevas.
En cada lugar en donde los peregrinos realizaron una estación pudimos ver el esmero de todas las comunidades por recibirlos.
En Moncagua se hizo una gran cantidad de cenas completas, más de 5,000, hechas con un ingrediente especial, el amor. Como fuimos los primeros no tuvimos que hacer cola. Kevin y yo no habíamos terminado, aún nos hacían falta 10 km antes de llegar a nuestro destino: Chapeltique.

Monseñor Romero proclamaba la esperanza en muchas de sus homilías y en una de ellas dijo: «Jamás me he creído líder de ningún pueblo, porque no hay más que un líder: Cristo Jesús. Jesús es la fuente de la esperanza. En Jesús se apoya lo que predico. En Jesús está la verdad de lo que estoy diciendo» (homilía del 28 de agosto de 1977, I-II p. 199).

La noche nos llegó a medio camino entre Moncagua y Chapeltique. Suerte que era un tramo poco transitado y la calle, de dos carriles sin hombro, estaba en buen estado.
Si hay que pedalear en la noche o en la madrugada, es indispensable procurar hacerse visible. Cualquier medida de seguridad es poca cuando se va en bicicleta.

En esta etapa de nuestro recorrido conocimos a salvadoreños que dan desinteresadamente lo poco que tienen a personas que no conocen y, tal como nos dijo Sara Guzmán, una pobladora de Moncagua (San Miguel) quien pastoreaba sus vacas: “No sé por qué aún continuamos confiando en personas que ofrecen lo que no es de ellos y que carecen de honestidad y sinceridad. Cuando hay uno solo que nos puede guiar en la vida: Jesús Cristo. Si ponemos en él nuestra esperanza, las cosas cambiarán en este país”.

Ya al llegar a Chapeltique nos encontramos una silla con una velas que nos llamó mucho la atención. La silla tiene un significado muy especial para Rosibel Segovia y su familia.
La noche concluyó con una misa en la iglesia de Nuestra Señora de Santa Ana, en Chapeltique, a la cual asistieron todos los peregrinos.
Nuestro día lo finalizamos la bicicleta y yo en un corredor ubicado en la casa parroquial de Chapeltique. La noche se nos hizo corta para el cansancio que llevábamos encima.

 

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