Miércoles movido.

 

Marcha en el Capitolio. Foto de Miguel Álvarez.

Marcha en el Capitolio. Foto de Miguel Álvarez.

 

Decenas de miles de personas volvieron a los jardínes aledaños al Capitolio el miércoles para exigir a la Cámara de Representantes de los Estados Unidos que apruebe la reforma migratoria. Animados por los ya tradicionales cánticos y consignas -“sí se puede”, “Legalización ya”-, líderes comunitarios daban un nuevo empujón al cabildeo desde la calle a favor de la reforma. Hace dos semanas, cuando el Senado pasó con 68 votos a favor la S. 744, que abre el camino a la legalización de 11 millones de indocumentados a cambio de militarizar la frontera con México, Gustavo Torres, líder de CASA de Maryland, me había dicho: “No podemos parar de empujar, de exigir, porque falta lo más difícil”. Lo más difícil es, se entiende, el paso de la reforma por la cámara baja, hogar en esta legislatura de un buen número de republicanos ultra-conservadores que se oponen, tajantes, a cualquier vía que lleve a la legalización.

Fue, el pasado, un miércoles movido. Con la marcha aún activa en la calle, la bancada republicana de la cámara se reunía en el Capitolio. Los opositores a la reforma, estaba previsto, repetirían que no, que la versión del senado no pasará por ahí. Ese mismo día, el ex presidente George W. Bush había defendido la reforma, pero el periódico Washington Post se preguntaba enseguida, en su edición electrónica “está alguien -en el partido- escuchando”.

Más tarde, en el sitio electrónico del Huffington Post, una nota daba cuenta de una filtración según la cual los senadores John McCain y Charles Schumer, ya escogidos por la prensa como los padres de la S. 744, se reúnen el jueves con Barack Obama en el Salón Oval de la Casa Blanca. Y Obama, está dicho, quiere que la legislación migratoria sea su legado, y queire apurar el paso hoy que su presidencia se relación con América Latina pasa por uno de sus momentos más bajos tras el incidente que provocó el asunto Snowden con el avión del presidente de Bolivia, Evo Morales.

El mismo miércoles, el popular presentador de Univision, Jorge Ramos, tuiteaba, primero en inglés: “Boehner usa palabras como defectuosa y apresurada para describir la ley migratoria del Senado. ¿Entiende que es algo urgente y necesario?; casi de inmediato, en español: “Muy desconcertante la posición de los republicanos sobre inmigración. Parece que quieren acabar con la reforma… y con su partido”.

El Post, también el miércoles en su web, revelaba que el representante Paul Ryan, ex candidato a vicepresidente en la fallida fórmula 2o12, adalid del ascetismo fiscal, favorito del Tea Party, y posible aspirante a la presidencia en 2016 -es esta última frase de la descripción la única que explica la frase que sigue-, está trabajando en una posible versión de reforma en la cámara baja. Si Ryan, como ya lo había hecho en el Grupo de los 8 Marco Rubio, un senador republicano con un perfil muy parecido, logra mover el listón a los radicales, al menos en este tema, es posible que la reforma migratoria no pase días tan duros en la cámara baja.

Tórrido y movido, así se pinta el camino para 11 millones, pero también, como tuiteba Ramos, para quienes insisten en desdeñar al grupo demográfico cuya influencia electoral ha crecido con más rapidez en los últimos 8 años en reductos clave de los Estados Unidos. Tórrido y movido, como el miércoles de verano que acaba de pasar.

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