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02 Ene 2009 La entrada y Jon Sobrino
 |  Categoría: Aperitivo  | Tags: , , ,  | 1 comentario

La entrada es la carta de presentación de una crónica. Y la entrada, no está de más aclararlo, raras veces coincide con el primer párrafo.  Suele ser bastante más larga y, si está bien escrita, se identifica porque tiene una estructura interna, un mensaje claro y un efecto cautivador. Debe funcionar como el anzuelo para que el lector decida leer el resto de las 3,000 o 4,000 palabras del relato.

Decirlo es relativamente fácil. No lo es tanto dar con la entrada que cumpla todos esos requisitos. Este domingo 4 de enero publico (al fin) un texto en el que llevaba varios meses trabajando. Se trata de un perfil del teólogo jesuita Jon Sobrino, uno de los que sobrevivió a la masacre que el Ejército salvadoreño perpetró el 16 de noviembre de 1989 en la UCA.  A continuación, les dejo la primera de las entradas que escribí.

¿Qué siente alguien que conoce con certeza el lugar donde lo enterrarán? ¿Qué siente cuando sabe que algún día será parte del museo que él mismo ayudó a crear? Son preguntas que me asaltan ahora, cuando faltan minutos para que Jon Sobrino nos reciba en su oficina de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA). La cita es a las 4 de la tarde de un día de diciembre, pero fotoperiodista y yo hemos llegado con los minutos suficientes de antelación como para hacer una breve visita í¢â‚¬â€œuna másí¢â‚¬â€œ al Museo de los Mártires y a la capilla donde hay enterrados ocho jesuitas. Ahí me surgieron las preguntas, pero dudo si me atreveré a platearlas. Después de más de un año de escuchar sus homilías, de lectura de sus textos, de algunas pláticas informales y de entrevistar a personas que lo conocen bien, la imagen que tengo de él es la de un hombre estricto, severo, desconfiado de la prensa e implacable con la falta de seriedad. Y hablar sobre su muerte no parece ser un tema amigable. Menos si se tiene en cuenta que está a días de cumplir 70 años y que su estado de salud es delicado.

Dudo si me atreveré a platearlas.

í¢â‚¬â€Adelante, pasa. Ah, ¿los dos vienen? Adelante, siéntense donde mejor les parezca.

De su despacho espartano destacan pocas cosas: el sinnúmero de libros, un viejo teléfono de oficina que sobrevivió al cambio de siglo y fotografías enmarcadas de personas muertas: de Monseñor Romero, de los jesuitas asesinados en 1989, de Rutilio Grande, de Jon Cortina.

Hace calor.

Jesuita y teólogo, Jon Sobrino Pastor llegó a El Salvador en 1957 y obtuvo la nacionalidad salvadoreña en 1989. Es, por tanto, uno de los salvadoreños con mayor reconocimiento internacional, a pesar de que mantenga un perfil más bien bajo en su país. Pocas entrevistas, pocas apariciones en radio o televisión, pocas presentaciones fuera de la UCA. Fuera todo cambia. Le llueven invitaciones para ir a dar conferencias en casi todo el mundo, ha escrito libros que otros tradujeron, y su doctrina sobre la Iglesia católica fue un verdadero dolor de cabeza para un cardenal llamado Joseph Ratzinger que años después se convirtió en un Papa llamado Benedicto XVI. El punto álgido de esta tensa y larga relación entre dos personas que nunca se han visto las caras tuvo lugar en marzo del año pasado, cuando trascendió que Benedicto XVI ordenó publicar la Notificación que concluía que dos libros escritos por el salvadoreño contenían í¢â‚¬Å“un elenco de proposiciones erróneas o peligrosasí¢â‚¬Â. Transcurridos casi dos años de aquel jalón de orejas papal, Sobrino se mantiene fiel a sí mismo.  Continúa oficiando misa en la misma iglesia humilde, conserva un discurso en el que abundan palabras como oligarquía o imperialismo, y se mantiene firme en lo que alguien décadas atrás bautizó como la opción preferencial por los pobres.

Ahora está aquí sentado, dispuesto a responder mis preguntas, pero temeroso aún del uso que yo, un desconocido, pueda hacer de ellas.

í¢â‚¬â€Lo que te quiero decir í¢â‚¬â€œme dijo con tono paternal unos días atrásí¢â‚¬â€œ, y creo que entiendes bien, es que ahora soy un señor al que Roma le dijo que es malo.

La entrada que acaban de leer la terminé desechando. Demasiados datos, demasiado fría, demasiada presencia del periodista, paranoia de última hora… Quizá un poco de todo. El domingo, si quieren, pueden leer la entrada por la que me decidí y el resto del perfil del salvadoreño Jon Sobrino, que mide más de 6,000 palabras.  Honestamente, y después de un parto tan difícil, aún dudo si el cambio fue para mejor. Lo de las entradas es un arte muy difícil de dominar.