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20 Feb 2009 Gabriela Mistral y el millonario Vanderbilt

Hace años escuché, soñé o leí que Gabriela Mistral, la chilena premio Nobel, visitó El Salvador. Confirmar eso me convendría mucho para el artículo que estoy trabajando. Uno que prefiero no revelar aún, porque no está afinado….

Gasté toda la mañana preguntándole a medio país si era cierto lo de la visita de Mistral. Consulté con mi septuagenaria abuela que, al igual que la chilena, fue maestra, y me respondió:  í¢â‚¬Å“Solo Dios sabrá yaí¢â‚¬Â. Leí cuatro biografías, platiqué con dos ancianas transeúntes, dos jóvenes que me repreguntaron si ella vivía aún, y de Internet obtuve lo mismo: nulas respuestas. Empecé a sentirme iluso.

Entonces recordé í¢â‚¬â€œyo, joven de memoria corta- que en la redacción trabaja un periodista de más de 80 años, don Alfonso Salazar. íƒâ€°l es una enciclopedia británica viviente,  con los tomos aún completos y legibles. Cuando le pregunté por Gabriela Mistral me aclaró, primero, que él es menor: í¢â‚¬Å“Cuando ella vino aquí, yo apenas era un niñoí¢â‚¬Â, dijo mientras se quitaba los lentes, como para recordar mejor las cosas. 10 minutos después supe, gracias a él, que Gabriela Mistral estuvo aquí en octubre de 1931.  Con esa información corrí a la hemeroteca. A consultar periódicos de la época cuaternaria: Mistral arribó al puerto de La Libertad el viernes 18 de septiembre, en un vapor llamado í¢â‚¬Å“Ecuadorí¢â‚¬Â, que venía de Panamá. Desde La Libertad tardó tres horas en ascender hasta el Hotel Nuevo Mundo, en San Salvador. Fue recibida con champaña y capitalinos ávidos de í¢â‚¬Å“un aliento culturalí¢â‚¬Â.

Gabriela Mistral

Según la vetusta nota de periódico, la poetisa sorprendió a los salvadoreños. Muchos la imaginaban con rasgos indígenas. Como india araucana. í¢â‚¬Å“Pero ¡no! Resultó sonriente, blanca, rozagante, casi rubia, de ojos casi verdes y casi amarillosí¢â‚¬Â. Lo que no añadieron es que tenía 44 años. Tampoco intuían, quizás, que ganaría el Nobel después, en 1945.

Sin embargo, la sorprendida fue Mistral:  í¢â‚¬Å“En El Salvador se ha hecho en un mínimun de territorio un máximun de trabajoí¢â‚¬Â dijo.

La pensadora y diplomática chilena estuvo 20 días en el país, tiempo en el que logró salpicar de notas el periódico. Inauguró una escuela y la í¢â‚¬Å“roto-prensaí¢â‚¬Â de este periódico. Declamó poemas. Fue homenajeada a saciedad. Visitó San Miguel, Santa Ana y Ahuachapán. La hicieron subir el cerro de Las Pavas… para que se inspirase… luego la llevaron a Mejicanos… para explicarle que fue allí donde terminó, con belicosidad, el sueño expansionista mexicano, y que se inspirara de nuevo. 

Pero Gabriela fue opacada no por un temporal que afectaba a casi todo el país, sino por un avión de Pan-am que hizo escala en San Salvador. De él se í¢â‚¬Å“asomóí¢â‚¬Â el magnate estadounidense  Cornelius Vanderbilt. Algo así como el hijo del Bill Gates de antes.  íƒâ€°l pagó, en 1936,  parte de la millonaria película í¢â‚¬Å“Lo que el viento se llevóí¢â‚¬Â.  Mientras saludaban a la multitud, Cornelius y su í¢â‚¬Å“hermosísima esposaí¢â‚¬Â fueron sensación. No cuesta imaginar que fue así.

Una breve nota, más debajo de Vanderbilt, explica que el 8 de octubre Mistral tomó un tren hacia Guatemala, í¢â‚¬Å“y se nos va casi con la certeza de que no regresaráí¢â‚¬Â. 

Sí, Gabriela Mistral estuvo en el país. Y no, no regresó más.   

12 Dic 2008 En la tierra del olvido

Estoy seguro de  que todos hemos escuchado que ‘los salvadoreños no tenemos memoria histórica’. Y estoy segurísimo de que hasta la frase se nos olvida. Es que todo se nos olvida. Todo.

Más que recordar, a los salvadoreños nos toca descubrir nuestro pasado. Nos sorprendemos una y otra vez de él, nos cuesta creer paralelismos históricos y viejos errores que se reiteran. Pues todo esto me pasa a mí.

Mi última sorpresa se llama Matilde Elena López. Una anciana de 89 años. Casi toda su vida ha sido una reconocida escritora, pero en los últimos años ya no puede recordar su propia vida. A su edad es comprensible. Está perdonada. 

Pero sigo pensando que Matilde, más que tenerla en el olvido, deberíamos conocerla. Me sorprende que una salvadoreña tan chaparrita como ella se haya movido tando en la vida. Que siendo muy joven -y mujer- haya exigido democracia al Martinato. Que siempre haya tenido visión de país. Que haya sido asesora de los presidentes guatemaltecos Juan José Arévalo y Jacobo Arbenz.  Que haya estudiado tanto. Que haya vivido tres exilios. Y que haya tenido pretensiones intelectuales.

De eso y más estoy sorprendido. Porque a los salvadoreños se nos olvida fácil el camino andado por otros. Muchos no sabrán quién sea esa tal Matilde Elena López. Yo solo los invito, este domingo, a conocer lo que ella ya olvidó. Y  lo que con frecuencia olvidamos los salvadoreños de todas edades.