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Las canas de los jóvenes

Es discutible mencionar en medio de una reunión, prédica o una asamblea: ¡Dónde están los jóvenes! , porque más de alguno, que cronológicamente no es considerado joven, levantará la mano. Y estará en justa razón al hacerlo, ya que a lo mejor se siente con energías, con la vitalidad necesaria para sentirse así y con una vejez interior que parece nunca llegar. Por otro lado, quizá en la misma reunión haya muchos jóvenes y no la levantarán. Al parecer sus pocos años parecen ser agitados, cansados, llenos de problemas y con dudas sobre qué será de ellos el día de mañana.
Ciertamente la juventud es una categoría social comprendida entre, más o menos, los 15 a 29 años de edad. Pero al ir más a fondo nos damos cuenta que esta condición o rango de edad no es suficiente para identificar el verdadero sentido de ésta. No sólo la encontramos en un rostro sin arrugas, cabellos hermosos o en ciertos estilos de vestir.
Existen muchachos que parecen tener una vejez extrema. como si la vida para ellos ya estuviera por acabar, como que ya no hay más salida que la resignación o la muerte, sin darse cuenta que hasta la misma palabra de Dios los exhorta en el libro del Eclesiastés 11,9-10 a tener una vida de felicidad y un corazón limpio de adversidades: “Alégrate, muchacho, mientras eres joven…aparta de tu corazón la tristeza y aleja de tu carne el dolor“
La juventud no debe dormirse, no debe agotarse, no puede perder las esperanzas al ver un mundo lleno de tantos problemas. Todas las generaciones han tenido sus dificultades, unas más que otras, pero nada que Dios no ha podido superar. Poner la mirada en Dios, es la solución a los problemas. Confiar en las promesas de Dios nos hace ver que hay algo por qué vivir, que hay algo maravilloso después de una dificultad, eso nos ayuda a tener un sentido más claro de nuestra vivencia en este mundo.

Tu mirada en Él

Querido lector, hoy me encuentro fuera del país, pues unos hermanos de Estados Unidos me han invitado a celebrar la Solemnidad de El Salvador del Mundo. Mientras espero unas horas en el aeropuerto de New York, hojeo mi biblia y me he encontrado con el Evangelio de este domingo, tomado de  San Mateo 14,22-33. Leámoslo para estar en sintonía: 

En seguida, obligó a los discípulos que subieran a la barca y pasaran antes que él a la otra orilla, mientras él despedía a la multitud.
Después, subió a la montaña para orar a solas. Y al atardecer, todavía estaba allí, solo.
La barca ya estaba muy lejos de la costa, sacudida por las olas, porque tenían viento en contra.
A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el mar.
Los discípulos, al verlo caminar sobre el mar, se asustaron. “Es un fantasma”, dijeron, y llenos de temor se pusieron a gritar.
Pero Jesús les dijo: “Tranquilícense, soy yo; no teman”.
Entonces Pedro le respondió: “Señor, si eres tú, mándame ir a tu encuentro sobre el agua”.
“Ven”, le dijo Jesús. Y Pedro, bajando de la barca, comenzó a caminar sobre el agua en dirección a él.
Pero, al ver la violencia del viento, tuvo miedo, y como empezaba a hundirse, gritó: “Señor, sálvame”.
En seguida, Jesús le tendió la mano y lo sostuvo, mientras le decía: “Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?”.
En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó.
Los que estaban en ella se postraron ante él, diciendo: “Verdaderamente, tú eres el Hijo de Dios”.

Palabra de El Señor, Gloria y Honor a Tí Señor Jesús.

Tremenda lección y gran mensaje para tí y para mí. No está de más compartirte también que este pasaje bíblico, en Ministerio Dei Verbum ha inspirado una de las alabanzas de nuestra más reciente producción discográfica: El tiempo de los milagros no ha terminado.

Lo que debo traer a colación de este pasaje, más que el  milagro de caminar sobre las aguas es el hecho de que Pedro también caminó junto a Jesús, pero al perder la fe empezó a hundirse. No obstante, Jesús le tendió su mano y lo salvó.

Yo no conozco tu situación actual, pero sé que tienes más de un problema. Hoy te recuerdo que Jesús puede librarte de cualquier mal y curar toda pena. Si fijas la mirada en Él no caerás al fondo de ese mar intempestivo de calamidades. Agárrate fuerte de Jesús que no te soltará.

Muchas veces, nuestro hermano celestial nos pide que caminemos sobre las aguas. En diferentes ocasiones, lo intentamos pero nos dicen que no podremos. Hoy te digo: Si fijas tu mirada en Él y crees en su palabra, no te hundirás.