Hoy que llegamos al primer domingo de mayo, quiero compartir contigo querido lector una reflexión del Evangelio según San Juan 13,31-35. Un llamado a nuestra conciencia, un llamado a nuestro corazón.
Después que Judas salió, Jesús dijo: “Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en él.
Si Dios ha sido glorificado en él, también lo glorificará en sà mismo, y lo hará muy pronto.
Hijos mÃos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes. Ustedes me buscarán, pero yo les digo ahora lo mismo que dije a los judÃos: ‘A donde yo voy, ustedes no pueden venir’.
Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Asà como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros.
En esto todos reconocerán que ustedes son mis discÃpulos: en el amor que se tengan los unos a los otros”.
Entonces, ¿qué estamos haciendo hermanos?, ¿Realmente estamos amándonos los unos a los otros? Es indignante ver cómo, a cada momento, nos estamos causando tanto dolor. Lo más grave de esto es que nos estamos volviendo insensibles ante tanto sufrimiento. Creo que podrÃan ponernos una llama en nuestra mano que no reaccionarÃamos…
Jesús dijo que nos reconocerÃamos por el amor que nos tenemos mutuamente. Pero me pregunto adónde está ese amor cuando en el hogar dos o tres miembros no se hablan, cuando cada uno come en su cuarto, cuando ni siquiera la televisión une a la familia un momento.
Hay una escisión entre lo que buscamos y lo que hacemos. Decimos que anhelamos paz, pero no somos capaces de ceder el paso, guardar un espacio en la fila del banco, dar las gracias, pedir por favor, entre muchos otros actos que podrÃan llenar este blog y que nos preocupamos por cumplir cotidianamente.
No me cansaré de escribir que es momento de cambiar, de sentir el dolor ajeno y de actuar por construir una verdadera sociedad en el amor y en hermandad. Como dice un canto, amémonos de corazón para cuando Cristo venga nos encuentre unidos.
Jesús dijo ámense como yo los he amado. Pero, ¿qué implica como yo os he amado? Sin tanto rodeo: El amor de Jesús dio todo por sus amigos, fue sin egoÃsmo, sacrificado, com¬prensivo, con espÃritu de perdón. Con una de esas caracterÃsticas que practiques estarás haciendo mucho por tà y tu familia.
De antemano, saludos a todas las madre de familia, en su mes.
Nuestra cita, en mi próxima publicación.
Bendiciones.