¿Dónde pongo mi corazón?

Comparto contigo esta reflexión.

Mt 6, 19-23
No amontonéis tesoros en esta tierra, donde la polilla y la herrumbre echan a perder las cosas, y donde los ladrones perforan los muros y los roban. Amontonad mejor tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni la herrumbre echan a perder las cosas, y donde los ladrones no perforan los muros ni roban. Porque donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón.

Jesús compara el Reino de Dios a un tesoro que está escondido, o a una perla preciosa de gran valor. El mercader que tiene la fortuna de hallarlos vende todo lo que tiene para comprarlos. Vender todo significa cambiar de vida, y seguir un nuevo rumbo, porque se ha encontrado la auténtica felicidad… Ante todo, la conversión es una experiencia interior que nace del corazón del hombre. Es el tesoro del Reino que se puede pregustar en la tierra pero que de suyo es un bien del cielo.
Cuando las cosas de este mundo invaden el corazón, más que saciarlo, lo dejan más hambriento, pues nuestro corazón está hecho para algo más duradero. San Agustín decía: Nos hiciste, Señor, para ti, e inquieto está nuestro corazón hasta que descanse en ti. Así ocurre cuando el deseo de tener tal o cual cosa, de usar o poseer tal otra, llega a inquietarnos.
Usar y tener más y mejores medios, no es malo en sí. Pero si con la excusa de que los demás lo hacen o lo tienen, damos rienda suelta a este afán, podemos terminar por convertirnos en personas que viven inmersas en una insaciable sed de todos los bienes materiales.
Luego nos precipitamos en el engaño de idolatrar el tener en nuestra vida. Una falsedad que, unida a la codicia, multiplica el deseo de tener más y más. Ahora bien, esto no significa que no debamos interesarnos por las cosas de este mundo; todo lo contrario. Tenemos obligación de ocuparnos y preocuparnos de nuestras cosas, de vivir en medio del mundo, sin ser del mundo, de transformar el mundo, etc. Pero no es en ellas donde debemos poner nuestro corazón, sino en Dios. A medida que vamos haciendo la experiencia de la posesión de Dios, como supremo bien y dicha única de nuestra vida, las cosas materiales se van situando en su lugar adecuado: medios, criaturas, peldaños para cumplir una misión, para conseguir un fin: la gloria de Dios.

Sepamos desprender nuestro corazón de cualquier bien material, que perece, y apeguémoslo sólo en Dios. Pensemos con fe, que un solo momento en el Paraíso, vale infinitamente más que el mundo todo con sus bienes pasajeros.
Te invito hermano y hermana que lees a que hagas esta oración. Recuerda que Dios siempre te escucha.
Jesús, Tú eres el único que sacia de veras mi corazón. Tú eres la única fuente en la que puedo reposar. Quisiera tener esto grabado a fuego. Ayúdame. No permitas que acuda a cisternas rotas, olvidándome de ti, fuente de aguas vivas.

2 pensamientos en “¿Dónde pongo mi corazón?

  1. Fabio

    Hola padre Martin Avalos, para mi este es un mensaje muy hermoso que le queda a todo aquel que quiere dejarlo todo por servir a Dios…hay que aprender que de la S. Biblia sacamos los mejores consejos para nuestra vida…hay que orar bastante por las vocaciones sacerdotales y religiosas, no hay que decir: no hay vocaciones, sino no hay insentivos del valor que tiene la vocacion y lo que se puede ganar.
    Bendiciones!!!

    Responder

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *