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La entrada triunfal de Cristo

Ahora que nos encontramos en la Semana Mayor, te saludo afectuosamente y te invito a vivir una verdadera Semana Santa, conmemorando la Pasión, Muerte y Resurrección de nuestro Señor Jesús.

En esta época, te exhorto a dar el verdadero significado que estos días conllevan: No son vacaciones de verano… Descansar está bien. Jesús lo hacía. Pero, no debemos dejar pasar este tiempo sin reflexionar en el sufrimiento que pasó Jesús para la salvación de nuestras almas.

Iniciamos esta Semana Santa con la entrada triunfal de Cristo a Jerusalén, conocida como Domingo de Ramos. Cuenta la historia bíblica que cuando llegaba a Jerusalén para celebrar la pascua, Jesús les pidió a sus discípulos traer un burrito y lo montó. Antes de entrar en Jerusalén, la gente tendía sus mantos por el camino y otros cortaban ramas de árboles alfombrando el paso, tal como acostumbraban saludar a los reyes. Los que iban delante y detrás de Jesús gritaban: “¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!”, (Mt 21, 1-9)

Entró a la ciudad de Jerusalén, que era la ciudad más importante y la capital de su nación, y mucha gente, niños y adultos, lo acompañaron y recibieron como a un rey con palmas y ramos gritándole “hosanna” que significa “Viva”. La gente de la ciudad preguntaba ¿quién es éste? y les respondían: “Es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea”. Esta fue su entrada triunfal.

La muchedumbre que lo seguía estaba formada por hombres, mujeres y niños, cada uno con su nombre, su ocupación, sus cosas buenas y malas, y con el mismo interés de seguir a Jesús. Algunas de estas personas habían estado presentes en los milagros de Jesús y habían escuchado sus parábolas. Esto los llevó a alabarlo con palmas en las manos cuando entró en Jerusalén.

De la misma manera, nosotros debemos salir al encuentro de Jesús, día a día. No importan nuestros defectos o nuestros pecados, lo importante es que salgamos a su encuentro, reconociendo su majestad, su grandeza y su misericordia.

Haciéndolo nuestro, resulta una oportunidad para proclamar a Jesús como el rey y centro de nuestras vidas. Debemos parecernos a esa gente de Jerusalén que se entusiasmó por seguir a Cristo. Decir “que viva mi Cristo, que viva mi rey…” Es un día en el que le podemos decir a Cristo que nosotros también queremos seguirlo, aunque tengamos que sufrir o morir por Él. Que queremos que sea el rey de nuestra vida, de nuestra familia, de nuestra patria El Salvador y del mundo entero.

En otro punto, notarás que la misa del Domingo de Ramos es un poco diferente. Te explico. La Misa se inicia con la bendición de las palmas. Nosotros recibimos las palmas y decimos o cantamos “Bendito el que viene en el nombre del Señor”. El sacerdote bendice las palmas y dirige la procesión hacia el templo. Luego, se lee el Evangelio de la Pasión de Cristo.

Al terminar la Misa, nos llevamos las palmas benditas a nuestro hogar. Se acostumbra colocarlas detrás de las puertas en forma de cruz. Esto nos debe recordar que Jesús es nuestro rey y que debemos siempre darle la bienvenida en nuestro hogar.

Es importante que recuerdes que la misa inicia con la bendición de los ramos y asistas a tiempo para que participes de toda la liturgia.

Respecto a llevar los ramos a nuestra casa, es primordial no hacer de esta costumbre una superstición, pensando que por tener nuestra palma, no van a entrar ladrones a nuestros hogares y que nos vamos a librar de la mala suerte.

Bendiciones y desde ya, felices pascuas de resurrección.