Yo perdono pero no olvido
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Has pensado cuántas veces has dicho “yo perdono pero no olvidoâ€â€¦ te pregunto, ¿es de cristianos una actitud como esta?
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Sin duda, tú y yo alguna vez hemos recomendado a un hermano la reconciliación como solución a un problema. Decimos: deberÃas olvidar lo que ha pasado, perdónalo…  y cuántas frases más alrededor de este tema como: es de cristianos perdonar, el rencor no te llevará a nada bueno. Lo repetimos tanto que nos volvemos unos expertos. Somos tan expertos que cuando nos toca vivir una experiencia difÃcil en la que se requiere de nuestro perdón, simplemente no podemos. Nos volvemos tan herméticos que preferimos morir antes que actuar con caridad ante quien nos ha ofendido.
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La recién pasada campaña proselitista enarbolada por los partidos polÃticos no sólo dejó  un nuevo presidente, en muchos corazones también dejó una atmósfera de resentimientos, inconformidades, rencores, ofensas y disputas. Es decir, no hay mejor escenario para practicar el perdón y la reconciliación que el actual. Es momento de dejar las banderas y ponernos la armadura de Cristo (Ef 6,13), para trabajar desde nuestra fe por un mundo mejor, en el que reine la paz, la justicia y la caridad.
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¿Sabes?, esta sociedad no cambiará si no cambiamos nosotros. La verdadera paz brota de un corazón convertido a Jesucristo. Sólo cuando me reconcilio con Dios puedo reconciliarme conmigo mismo, con mi familia y con mi entorno social.… Esa es la misión de los cristianos, ser fermento de reconciliación en la sociedad.
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Perdonar es hermoso, pero puede llegar a ser duro y difÃcil. Exige un cambio, y como todo cambio en la vida, requiere romper esquemas, dejar caminos trillados, abrir nuevas brechas, roturar nuevos campos. En definitiva, salir de nuestra dulce comodidad y rutina y lanzarnos a vivir dÃa tras dÃa en la ruta nueva que Dios nos va trazando; ruta de donación y amor desinteresados.
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Reconciliarse con Dios y reconciliarse con los demás implica estar dispuesto a mirar el pasado con ojos de arrepentimiento y comprensión, dejándolo donde debe estar, atrás…
Para alcanzar una verdadera reconciliación no basta solamente con acudir al sacramento de la confesión. Esto es sólo el comienzo. Le sigue el trabajo diario y constante por arrancar del alma las causas profundas, a veces muy ocultas, del distanciamiento, de la desavenencia y de la lejanÃa de Dios. Bajo esta premisa, nuestra misión es conquistar nuestro corazón y nuestra vida para el amor, la concordia, la avenencia y la armonÃa, viviendo como verdaderos hijos de Dios y hermanos en la fe.
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Todo individuo, si es sincero consigo mismo, se da cuenta de que está necesitado, en un mayor o menor grado de reconciliación. Hermano, en esta cuaresma, reconcÃliate tú primero y luego ayuda a los demás a conseguir una auténtica reconciliación. Perdona de corazón, pues sólo el que lo hace es feliz.