DICHOSOS LOS QUE CREEN SIN HABERME VISTO

Así como en la primera creación Dios infundió la vida al hombre, así también el aliento de Jesús comunica la vida a la nueva creación espiritual. Cristo que murió para quitar el pecado del mundo ya resucitado deja a los suyos el poder de perdonar. De aquí nace el sacramento de la PENITENCIA, de confesar los pecados y de recibir la absolución de ellos. Jesús deja ese poder a los apóstoles y desde luego a sus sucesores, aunque el que perdona es Cristo; los sacerdotes son los medios que actúan en función de Jesús. Así se realiza la esperanza del pueblo de la Biblia. Dios lo había educado de modo que sintiera la presencia universal del pecado.

En el templo se ofrecían animales en forma ininterrumpida para complacer a Dios, pero este río de sangre no lograba destruir el pecado. Los mismos sacerdotes debían ofrecer sacrificios por sus propios pecados, antes de rogar a Dios por los demás. Los ritos y las ceremonias no limpiaban el corazón, ni daban el Espíritu Santo. Pero ahora en la persona de Jesús resucitado ha llegado un mundo nuevo, aunque la humanidad siga pecando. Ya el primero de sus hijos el hermano mayor de todos ellos, ha retornado a la vida Santa de Dios y nos ha abierto las puertas a nosotros. Depende de nosotros si queremos buscar la vida eterna, pues sabemos que Él es el CAMINO.

No seamos incrédulos como Tomás que dudo de la resurrección de Jesús. Sin embargo se arrepintió. Si hemos pecado por no creer en su resurrección, pidámosle perdón y Él nos perdonará. Cuando los discípulos le decían a Tomás: Hemos visto al Señor, él les contestó: “SI NO VEO EN SUS MANOS LA SEÑA DE LOS CLAVOS Y SI NO METO MI MANO EN SU COSTADO, NO CREERÉ”. Ocho días después, estaban reunidos los discípulos a puerta cerrada y Tomás estaba con ellos y Jesús les dijo: “LA PAZ ESTÉ CON USTEDES “. Luego le dijo a Tomás: “AQUÍ ESTÁN MIS MANOS: ACERCA TU DEDO. TRAE ACÁ TU MANO, MÉTELA EN MI COSTADO Y NO SIGAS DUDANDO, SINO CREE”. Estas mismas palabras también nos las puede decir a nosotros, ahora que posiblemente nos encontramos en problemas y dejamos de creer en Jesús. Roguemos a Jesús resucitado que nos conceda la gracia de creer en Él y nos de muchas bendiciones. Amén.

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