Archivo por meses: julio 2011

Recibes lo que das

Compartamos una reflexión de santo Evangelio de este domingo 17 de julio, tomado de San Mateo 13, 24-30
En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola a la gente:
–«El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras la gente dormía, su enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. Entonces fueron los criados a decirle al amo:
“Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?”
Él les dijo:
“Un enemigo lo ha hecho.”
Los criados le preguntaron:
“¿Quieres que vayamos a arrancarla?”
Pero él les respondió:
“No, que, al arrancar la cizaña, podríais arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega y, cuando llegue la siega, diré a los segadores:
‘Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero.'”»
Palabra del Señor.
Que atemorizante puede resultar esta parábola de la cizaña hoy en nuestros días en que la avaricia y sobresalir a costa de quien sea es lo primero. Muchos podemos estar tranquilos y decir: Si digo o hago esto o aquello no causa ningún mal porque otros lo hacen y están como si nada.

No obstante, debemos tener en cuenta que la recompensa será al final y creo que ni tú ni yo queremos estar en la hoguera. Con este comentario, no quiero sembrar terror ni nada por el estilo. Solamente deseo hacer un click a tu mente para que reaccionemos ante esta realidad. Recordemos que toda causa tiene su efecto. Si haces bien, recibes bien. Si haces el mal, ¿qué crees que recibirás?

¿Quiero matar a pedradas?

Todos conocemos la parábola de la mujer adultera (Juan 8, 1-11). Es aquella donde Jesús se encuentra predicando y de repente, los fariseos y los maestros de la ley le llevan a una mujer que había sido sorprendida en adulterio. La colocaron en el centro de la muchedumbre, le dijeron que según la ley de Moisés, ella debía morir apedreada. Fue en ese momento que le preguntaron a Jesús ¿Qué pensaba él?
Jesús, entonces se inclinó y se puso a escribir en el suelo y debido a la insistencia de los mismos, él respondió con una de las frases más emblemáticas de todo el Cristianismo: “Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le arroje la primera piedra”. Al escuchar lo anterior el grupo se retiró y Jesús se quedó con la mujer. Entonces, le preguntó: “mujer, ¿Dónde están? ¿Ninguno te ha condenado?” Ella respondió: “Ninguno, Señor”. Y al final del diálogo Jesús le dijo: “Tampoco yo te condeno. Vete y en adelante no vuelvas a pecar”.
“Tampoco yo te condeno”. Esta es la frase en la que se centra esta enseñanza. A veces en nuestras comunidades o en la sociedad en general, nosotros somos ese grupo enardecido que busca acusar a cualquier persona y librar nuestras frustraciones apedreando al prójimo con nuestras palabras.
Si el mismo Jesús no condenó a la mujer, fue para mostrarnos que cada uno de nosotros no somos, precisamente, ángeles caídos del cielo. La mayoría tratamos de perseverar en Cristo siendo parte activa de una comunidad. Pero, en la iglesia que tiene sus puertas abiertas a todo aquel que desee acercarse a Dios, nosotros nos convertimos en los que, sin que nadie nos lo solicite, hacemos “casting de buenos cristianos” según nuestros estándares personales.
Estamos invitados a no juzgar a nadie y a brindar nuestro testimonio mediante el amor que el mismo Jesús trató de inculcarnos hace más de dos mil años. Es una lástima que ahora parece necesario que el mismo Jesús vuelva a esta tierra, para repetirnos de nuevo todas sus enseñanzas. Y quizá sería necesario que para que verdaderamente interiorizáramos estas palabras, nuestro Señor nos enviara un curso en audio y video que se llamara: “Cristianismo para principiantes”.

Miran y no ven

Compartamos hermanos el Evangelio de este domingo 10 de julio, tomado de San Mateo 13,1-23. Aquel día, Jesús salió de la casa y se sentó a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a él, de manera que debió subir a una barca y sentarse en ella, mientras la multitud permanecía en la costa. Entonces él les habló extensamente por medio de parábolas. Les decía: “El sembrador salió a sembrar. Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron.
Otras cayeron entre espinas, y estas, al crecer, las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta. ¡El que tenga oídos, que oiga!”.
Los discípulos se acercaron y le dijeron: “¿Por qué les hablas por medio de parábolas?”.
El les respondió: “A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no. Porque a quien tiene, se le dará más todavía y tendrá en abundancia, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. Por eso les hablo por medio de parábolas: porque miran y no ven, oyen y no escuchan ni entienden. Y así se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice: Por más que oigan, no comprenderán, por más que vean, no conocerán, Porque el corazón de este pueblo se ha endurecido, tienen tapados sus oídos y han cerrado sus ojos, para que sus ojos no vean, y sus oídos no oigan, y su corazón no comprenda, y no se conviertan, y yo no los cure. Felices, en cambio, los ojos de ustedes, porque ven; felices sus oídos, porque oyen. Les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron; oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron.
Escuchen, entonces, lo que significa la parábola del sembrador. Cuando alguien oye la Palabra del Reino y no la comprende, viene el Maligno y arrebata lo que había sido sembrado en su corazón: este es el que recibió la semilla al borde del camino. El que la recibe en terreno pedregoso es el hombre que, al escuchar la Palabra, la acepta en seguida con alegría, pero no la deja echar raíces, porque es inconstante: en cuanto sobreviene una tribulación o una persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumbe. El que recibe la semilla entre espinas es el hombre que escucha la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas la ahogan, y no puede dar fruto. Y el que la recibe en tierra fértil es el hombre que escucha la Palabra y la comprende. Este produce fruto, ya sea cien, ya sesenta, ya treinta por uno”.
Palabra del Señor, Gloria y Honor a Tí Señor Jesús.
Realmente el evangelio de este domingo, está más que explicado. Está completamente digerido para que lo comprendamos y lo interioricemos en nuestros corazones; para que germine y seamos hombres y mujeres de bien. Queda solamente una pregunta, ¿qué clase de tierra eres tú? Acaso, ¿este texto solo lo leerás y no lo comprenderás?
Da el giro que tu vida necesita para ser sano, para ser libre…
Decide cambiar hoy. ¿Por qué esperar más?

¿Dejarás la última pregunta en blanco?

Esta vez quiero compartirles la historia muy interesante que leí y llamó mi atención:
Durante mi último curso en la escuela, nuestro profesor nos puso un examen. Leí rápidamente todas las preguntas, hasta que llegué a la última, que decía así: ¿Cuál es el nombre de la mujer que limpia la escuela? Seguramente era una broma. Yo había visto muchas veces a la mujer que limpiaba la escuela. Era alta, cabello oscuro, como de cincuenta años, pero… ¿cómo iba yo a saber su nombre? Entregué mi examen, dejando la última pregunta en blanco. Antes de que terminara la clase, alguien le preguntó al profesor si la última pregunta contaría para la nota del examen. Por supuesto, dijo el profesor. En sus vidas ustedes conocerán muchas personas. Todas son importantes. Todas merecen su atención y cuidado, aunque solo les sonrían y digan: ¡Hola! Yo nunca olvidé esa lección.
¡Ah y también aprendí que su nombre era Doris!
Sin duda, en la vida pasamos aprendiendo muchas cosas y tratando de quedar bien con mucha más gente. Sin embargo, pocas veces quizá ponemos atención en lo más sencillo de la vida. Tal vez a ti te haya ocurrido algo similar como el joven de la historia, pero al final de esta vida Dios será el encargado de hacernos la última pregunta: ¿Diste testimonio de mi presencia en ti?
Si hemos sido buenos alumnos, aprobaremos, pero si sólo hemos sido personas que viven de apariencias o superficiales, reprobaremos.
Esto no quiere decir que debemos andar por el mundo saludando, sonriendo y sabiendo el nombre de todas las personas que nos rodean, pero sí que debemos prestar más atención en las cosas sencillas que nos pasan y, más aún, a las personas sencillas que conocemos.
Por eso, te invito a que trates de dar testimonio de la presencia de Cristo en ti y verás que apreciarás más las cosas sencillas de la vida y así no dejemos ninguna pregunta en blanco en el examen final de nuestra vida.