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29 Ene 2009 Las siete diferencias
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Estas dos imágenes fueron tomadas el mismo día con la misma cámara y en la misma ciudad: Cartagena de Indias (Colombia). Les reto a que busquen al menos siete diferencias entre una y otra. Tiempo.

Arnulfo Guzmán, comunidad Marlinda
Arnulfo Guzmán, comunidad Marlinda
Plaza de los coches, Cartagena
Plaza de los coches, Cartagena

En El Salvador sabemos bien lo que son las desigualdades sociales. Parece que en otros lugares de América Latina lo que ha ocurrido es que han perfeccionado las formas de maquillar la tozuda realidad. La bella Cartagena, la Heroica, la ciudad de la magia. Muchos cartageneros no la reconocen así… y han pasado ahí toda su vida.

20 Ene 2009 Todo es relativo
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Este es el centro de Vitoria-Gasteiz, la ciudad que me vio nacer allá por 1976 y que me ha vuelto a acoger durante unos días. Siempre lo repito, pero lo haré otra vez. Esta es la ciudad que presta su nombre al polideportivo situado en Nejapa, el complejo en el que juega el equipo de fútbol del pueblo.

Plaza de la Virgen Blanca

Plaza de la Virgen Blanca

Hoy estuve dando el que seguramente sea mi último paseo matutino por sus calles. El cielo estaba azul intenso y brillaba un atípico sol, condiciones bastante anómalas para estar en pleno invierno. La temperatura, eso sí, gélida. Rondaba los 4º C.

Caminando con mi esposa Iris, comentamos que este año no había habido ni un solo homicidio en las casi tres semanas que llevamos acá. La ciudad tiene unos 240,000 habitantes. En las vacaciones de hace un par de años ocurrió uno, y los medios de comunicación locales estuvieron hablando del suceso varios días. ¿Con qué llenan las páginas de los periódicos? Como se puede apreciar en la imagen de la céntrica plaza de la Virgen Blanca, acá no hay ventas informales ni basura acumulada en las calles ni ruidos estridentes. En el tiempo que llevo, las principales noticias locales han sido la inauguración de un tranvía, la gran nevada del 7 de enero, la crisis primermundista que se vive acá, las victorias del equipo de baloncesto y las derrotas del equipo de fútbol. Suena a poco. Esta es la capital del País Vasco, y habrá elecciones al Parlamento en menos de mes y medio. Pero no hay pinta ni pega. La campaña política se ciñe acá a las dos semanas previas al día de la votación. Tampoco he visto ningún accidente de transito en la ciudad, ni siquiera uno pequeño. Nada de tuberías rotas ni de peleas entre bandas de jóvenes en las calles.

Demasiado tranquilo todo, demasiado cuadriculado. No es que uno esté deseando que la gente se mate, pero la verdad es que esto es demasiado aburrido. Acá no lo saben, porque no conocen otra cosa. Pero, al margen de las consideraciones personales, El Salvador es un país infinitamente más atractivo para un periodista; al menos para el periodista que firma estas letras. Muchas veces me han preguntado por qué me vine de un país ordenado a otro desordenado, cuando miles quieren hacer el camino contrario. El periodismo es el responsable. Pero esa atracción por el desorden tiene sus riesgos. Uno es terminar convirtiéndose en un ‘cronista miseria’, aunque de eso les hablaré en el próximo comentario.

Buenas tardes, buenos días.

06 Ene 2009 Nieve
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Son las 11 y media de la noche del 6 de enero. Está nevando. Vean, vean…

Llevaba todo el día cayendo copos, pero sin mucho convencimiento. Ahora parece que la nieve está comenzando a cuajar. Desde mi ventana estoy viendo cómo caen los copos. Bueno, eso de caer es un decir. En la imagen no se puede apreciar (es una camarita compacta sin muchos secretos), pero en una nevada como la que está cayendo, consistente, los copos suben, bajan, se desplazan en lateral, se arremolinan… A veces más, a veces menos. Las calles están vacías, frías. Y los carros pasan silenciosos sobre la alfombra blanca. Está nevando.

Esta ciudad se llama Vitoria-Gasteiz. Sí, como el polideportivo de Nejapa. Es la capital del País Vasco. Y es el lugar donde nací. Estoy acá de vacaciones, con la familia. Desde 2001 vivo en El Salvador, y no veía nevar, por eso no puedo ocultar una sincera sensación de felicidad que seguramente no me deje pegar ojo esta noche.

En mi otro hogar, en El Salvador, ahora son las 4 y media de la tarde. Acá ya es noche cerrada. Intuyo que allá tendrán el mismo sol de justicia y el termómetro rondando los 30º C. En unos días lo estaré echando de menos, pero no ahora. Ahora está nevando. A ver cómo amanece mañana.

Buenas noches, buenas tardes.

15 Dic 2008 Los callos
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Vengo tarde. Este blog lleva varias semanas de existencia y esta es la primera vez que voy a escribir. No tengo excusas, así que dirijo a los lectores las disculpas del caso por la tardanza.

De lo que quiero reflexionar es de los callos. Ese pellejo duro que sale en cualquier parte de los pies o de las manos. Yo, por principio estético, los odio. Y los odio porque los he tenido. Me salía uno en el dedo mayor de la mano derecha cuando en el colegio tenía que escribir páginas y páginas de teorías que ni recuerdo y que creo que no necesito. Me salieron en  los pies cuando me embutí en esos tacones de aguja destalonados y de punta estrechísima. Y me salen ahora en la parte de atrás de la muñeca derecha por deslizar el ratón de la computadora. Los callos son eso, protección, defensa ante algo que con constancia lastima.

Lo que pasó fue que los tres meseros me decían al mismo tiempo y en un leguaje que entendía a medias que me fuera del restaurante. Pocas veces me he sentido tan vulnerable, tan sola, y tan profundamente dañada en mi integridad. Yo quería agua, y al parecer uno no puede sentarse en un restaurante de los Campos Elíseos, en París, solo para pedir agua.

No sé por qué los meseros hicieron eso. No les pregunté. Y la verdad, a estas alturas, el hecho mismo no es lo que me llama la atención.

Cuando conté mi episodio a otros franceses. La explicación que más escuché fue esa que tiene que ver con mi color de piel. í¢â‚¬Å“Es que eres negritaí¢â‚¬Â, fue la que con más gracia y diplomacia me dijeron. Eso es lo que me llama la atención. A estas alturas del siglo, ¿cómo es posible que la explicación más frecuente para un hecho como el descrito tenga que ver con la piel?

Yo sé que soy negrita, solo que no pienso en eso como algo que pueda traer problemas. No suelo pensar ni en eso, ni en mi acento, ni en mi nacionalidad como cosas por las que alguien me pueda lastimar. Nunca había tenido que pensar en tener callos en esas áreas.

Y por eso no disimulé mi asombro al oír toda clase de historias de lo que otros í¢â‚¬Å“negritosí¢â‚¬Â latinos o marroquíes o árabes probablemente han tenido que pasar por esos lados.

París fue la semana pasada sede de la conmemoración del 60 aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos. Por eso, y no por otra cosa, anduve por ahí. En la ceremonia, los discursos de personalidades de la talla de Mary Robinson y Jimmy Carter fueron fuertes. Pero al margen de todas las palabras y las imágenes acerca de la lucha de muchos por reivindicar la dignidad humana, nada me conmovió más que el pensar que, al parecer, en esos lados, la gente como nosotros todavía necesita armarse de callos para protegerse. Porque lo más seguro es que ante cualquier cosa fea que les suceda, la explicación más frecuente que van a escuchar va a tener que ver con su acento, su nacionalidad o su piel.