Archivo por meses: marzo 2013

SEÑOR CREO EN TU PALABRA

Jesús tiene un encuentro con la samaritana y de este diálogo que sostiene con ella, Él aprovecha para evangelizarla. Al final del encuentro, la mujer reconoce a Jesús como el Mesías y va contarle al pueblo de Samaria y ellos creen. Van a Jesús y le dicen: Estamos convencidos de que éste es el SALVADOR DEL MUNDO. Los samaritanos le pidieron que se quedara con ellos y se quedó dos días. Después partió para Galilea.
Él había dicho NINGUN PROFETA ES BIEN RECIBIDO EN SU PROPIA PATRIA, pero esta vez los galileos lo recibieron bien y un funcionario de Cafarnaúm tiene un hijo enfermo y le pide a Jesús que fuera a curar a su hijo que estaba muriendo. Jesús le dijo: “Si no ven ustedes señales y prodigios, no creen”. El reproche de Jesús no se dirige al funcionario que luego demostrara tanta fe, sino a los judíos que quizá también a igual a nosotros, nos pasa que dudamos de su poder.
Jesús hace milagros que confirman su misión, pero al mismo tiempo nos hace ver que tenemos que creer y reconocerlo. Si somos hijos de Dios tenemos que reconocerle, cuando se nos presenta.
Jesús hace el segundo milagro en Caná, pues había convertido el agua en vino y ahora sana el hijo del funcionario. Vemos que Jesús no va con este hombre como se lo pedía, pues le dijo: SEÑOR TEN LA BONDAD DE VENIR, ANTES QUE MI HIJO MUERA. Se lo pedía porque tenía fe que Jesús lo sanaría. Jesús le contestó: “VETE, TU HIJO YA ESTÁ SANO”. El hombre no dudo, no dijo: ¿cómo lo va curar si ni lo ha visto? No le replico nada. Él cree en la palabra de Jesús y el milagro lo realiza. El niño sanó y está vivo. Esto es un gran ejemplo de fe para nosotros de que tenemos que confiar en la palabra del Señor, pues Él nos habla de muchas maneras, únicamente tenemos que saber escucharlo.
Que nuestro Señor Jesucristo nos conceda la gracia de escucharlo, estar atentos a sus llamados por medio de la luz del Espíritu Santo que habita en nosotros, amén.

ME LEVANTARÉ, VOLVERÉ A MI PADRE

Los publicanos y pecadores se acercaba a Jesús para escucharlo, los fariseos y los maestros de la ley murmuraban y criticaban a Jesús; éste hombre come con publicanos y pecadores y ¿por qué se quejan los fariseos? No por amor a la religión, sino porque se sienten despreciados. Jesús va donde los pecadores y los trata igual que a ellos, Él ha venido a salvar a todos. El que ama trata de salvar a su prójimo, en lugar de condenarlo. Luego Jesús le pone otro ejemplo: El de un Padre y sus dos hijos. Aquí hay tres personajes en esta parábola, el Padre que representa a Dios y el hijo mayor al fariseo, pero ¿quién es el hijo menor? Es el pecador más bien el hombre que en afán de buscar su libertad que muchas veces piensa que Dios se la quita.
El hijo empieza por alejarse de su padre, cuyo amor no entendía y su presencia le incomodaba; pide ser libre y busca una vida desordenada, a su antojo, buscando placeres vanos que el mundo sin Dios le ofrece y se deshonra a sí mismo. Cuando se da cuenta de su error, piensa, reflexiona pues estaba muriendo de hambre, ME LEVANTARÉ VOLVERÉ A MI PADRE Y LE DIRÉ: PADRE, HE PECADO CONTRA EL CIELO Y CONTRA TI; YA NO MEREZCO LLAMARME HIJO TUYO.
El Padre desde lejos lo ve y corre al encuentro de él lo abraza y lo llena de besos y lo restablece a su dignidad de hijo. Dios no se sorprende de nuestras maldades, pues al crearnos libres acepta el riesgo de que cayéramos en el libertinaje; pero de todo esto no entendía nada el hijo mayor, el hombre cumplidor, que sirve con la esperanza de ser premiado o por lo menos ser reconocido superior a los demás. Lo mismo nos pasa a nosotros que nos llamamos cristianos y no aceptamos a los que pecan públicamente, a los que han caído y cuando vemos que alguien los invita a la iglesia, pensamos o decimos: ¿Para qué si ese está perdido? Juzgamos en vez de ayudarlo.
Una vez más podemos ver que Jesús cumple su promesa de haber venido por los pecadores.
Que nuestro señor Jesucristo nos conduzca al encuentro de nuestro Padre Dios, dándonos la gracia de vivir en su presencia. Amén.

“EL SEÑOR CONOCE NUESTRO PENSAMIENTO”

Jesús viene haciendo milagros expulsando demonios. Toda la gente estaba asombrada por las obras que realizaba, son muchedumbre que lo seguían pidiéndole que cure sus enfermedades; y de todos sus males. Pero hay otros que no. Los maestros de la ley dicen: Por Belcebú, Príncipe, de los demonios, expulsa a los demonios. Belcebú, nombre de un antiguo ídolo, era uno de los términos usados para designar al demonio.
Los judíos, del tiempo de Jesús eran obsesionados por la creencia de los demonios; los veían por todas partes y muchas veces consideraban las enfermedades como posesiones diabólicas; pero a Jesús no le interesaba lo que era posesión o una enfermedad; porque en realidad el demonio esta atrás de toda miseria humana, el demonio aprovecha los momentos de debilidad, de desesperación, se alegra cuando nos ve sufrir, porque son oportunidades para meterse en nuestra vida, para hacernos caer en su trampa. Por eso, cuando nos sentimos débiles, desesperados, es cuando más tenemos que orar, pidiéndole a nuestro Señor Jesucristo; que no nos deje solos, para que podamos vencer al enemigo.
Si la gente hablaba mal de Jesús, con cuánta mayor razón no lo harán de nosotros. Por eso no nos extrañemos que cuando ayudemos a alguien a salir de una situación difícil o de un problema, orándole al Señor, para que lo sane de su enfermedad, o lo saque del mal camino de perdición que ha tomado nos critiquen y digan: Y ese ¿qué se cree? ¿Qué tendrá algún don o hará alguna brujería? Lo que debemos hacer por estas personas es orar también por ellos.
Que la gracia de nuestro Señor Jesús esté siempre con nosotros y que en compañía de nuestra Madre la Virgen María sigamos en el camino del bien, amén.

“SERÁ GRANDE EN EL REINO DE LOS CIELOS”

No crean dice Jesús: “Que yo, vine a abolir la ley y los Profetas, no he venido a abolir sino a darle cumplimiento”. Por eso dice también: “Les aseguro que primero cambiará el cielo y la tierra, antes que pase una tilde de la Ley sin que todo suceda”.
En otro pasaje dice: “Hay de aquel que le quite o le ponga aunque sea una coma a las Sagrada Escritura”. Por eso el que deje de cumplir uno de los mandamientos de la Ley, por insignificante que pueda verse, será castigado, pues está faltando a los mandatos de Dios y no tomará parte en el reino de los cielos; pero el que enseñe y los cumpla será grande y gozara de la vida eterna en el reino.
Las Leyes de Israel, se debían en parte a los fundadores de este pueblo, Moisés, Josué, Samuel y luego los Profetas habían propiciado una legislación social. Más tarde los sacerdotes presentaron en otra forma las Leyes de Israel.
Insistiendo en las prácticas religiosas, todo esto está contenido en la Biblia, esto era bueno para el trabajo de los sacerdotes, muy útil, pero había algo mejor que hacer cuando Jesús propuso una Ley más perfecta y no se trataba de renovar una ley religiosa o de dar más mandamientos, sino que nos invita a una interiorización del espíritu a la Ley, a no quedarnos en las prácticas religiosas por tradición, sino a cumplir con las obras de caridad, dar nuestra ayuda, no solo en cosas exteriores, sino también en el interior de lo espiritual, de tratar de llevar nuestra alma al cielo y de los demás hermanos, con quienes nos comunicamos y compartimos día a día.
Que nuestro Señor Jesucristo, non bendiga, dándonos un corazón muy humano y al mismo tiempo divino en Él. Amén.