19 Mar 2010 Un fútbol de tercera
 |  Categoría: General  | Dejar un comentario

Lo primero que me decían los periodistas deportivos era que no perdiera mi tiempo, que para qué iba yo a gastarme escribiendo un reportaje sobre la Tercera División de Fútbol Profesional de El Salvador. A lo mejor se imaginaban un reportaje en el que el lado competitivo iba a ser el principal. Me encargué de explicarles que en realidad queríamos escribir sobre la sobrevivencia de un equipo pobre en la liga profesional pobre de un país pobre como El Salvador.

El CD Espíritu Santo, de la isla con el mismo nombre, en la Bahía de Jiquilisco, no es quizás el equipo más raquítico de la liga. Sin embargo, muestra en todo su esplendor los esfuerzos que un puñado de jugadores y sus familias deben hacer por tratar de cumplir con los sueños futbolísticos de los que se desviven jugando en canchas en mal estado.

El próximo domingo se publicará una extensa crónica sobre este equipo usuluteco, un equipo que está al borde del descenso y que como la mayoría de equipos de la división, se las ve a palitos para sobrevivir.

Busque en nuestra página web un entretenido videorreportaje sobre este tema.

15 Feb 2010 Dolor de viuda

Durante las dos últimas semanas tuve la oportunidad de convivir con dos luchadoras.  Y no han ganado ningún premio, ni son reconocidas figuras públicas o deportistas. Pero con lo que les ha tocado vivir a estas dos mujeres tienen bien ganado ese apelativo.

Ellas son Ana y Verónica. Su historia es una de tantas que se repiten en este país, que el año pasado rompió récord como el más violento de la última década.  Son el rostro de ese drama escondido que genera un homicidio: el dolor de los familiares, los que de la noche a la mañana ven desbaratado un hogar.  

Ellas perdieron a sus esposos. Asesinados con arma de fuego, como se comete el 80% de los homicidios en El Salvador. Para estas viudas, la vida  ya no ha vuelto a ser la misma. Ana, por ejemplo, lucha por sacar adelante a sus hijos, por lo que ha recurrido a terapias psicológicas para superar el trauma. En eso está, más de un año después de la muerte de su esposo, pero aún no lo ha conseguido. Sigue llorando por las noches. Y Verónica es viuda desde hace dos meses. El recuerdo de su marido la tiene atrapada en la costumbre.

‘Las otras víctimas’ es el título del artículo que se publicará el domingo 14 de febrero en la revista Séptimo Sentido. Este explora la vida cotidiana de Ana y Verónica y su lucha por superar las secuelas de un asesinato. Es, en suma, una aproximación a ese drama que muchas veces no se ve, pero que toca y sangra a una familia entera.

Pero más allá de buscar justicia, estas víctimas de la violencia hacen todo lo que está a su alcance para sanar primero las heridas del alma, aunque les lleve tiempo.  También porque hace tiempo perdieron la confianza en las autoridades encargadas de la seguridad en el país. ‘¿De qué sirve, si nada me va a devolver a mi esposo?’, dijo Ana en repetidas ocasiones.

¿Está tan deteriorada la imagen de la Policía y demás entidades de seguridad? ¿Qué le diría usted a mujeres como Ana y Verónica? ¿Qué pasa cuando el dolor de un asesinato es tan fuerte que termina por sepultar el  deseo de buscar justicia?

29 Ene 2010 Un ayer enmarañado

En El Salvador hay cosas que suelen estar ocultas. O desdeñas. Sobretodo las que se consideran culturales. Sé que para muchos sonará cansino hablar de vestigios arqueológicos; o de iglesias tan antiguas, como maltrechas; o de petrograbados ilegibles.  La complicada realidad nacional, muchas veces, no permite hacer espacio para pensar en reliquias. Lo entiendo.  

Sin embargo, mientras reporteo sobre asesinatos o inundaciones, descubro que siempre hay un pasado que no vemos. Hace unos meses fui al norte de  Quezaltepeque. Sin preguntar, un lugareño me dijo que enfocara mi vista en la base de un moderno puente que une dos margenes del ciertamente río Sucio. Lo que había debajo, era otro puente, mucho más antiguo: el puente de Atapasco. Un  enorme arco de calicanto que, según historiadores como Pedro Escalante Arce era, hace más de 250 años, parte de la vía que unía a San Salvador con ciudad de Guatemala

En otro sitio. En medio de una convulsionada zona del municipio de San Isidro, Cabañas, encontré sin querer otra construcción civil de época colonial. Vista de lejos parecía un rojizo acueducto. Pero es otro  puente,  de varios arcos, que vadea el río Titihuapa. Lejos de ahí, en Tacuba, Ahuachapán, me sentí privilegiado de poder ver la decoración barroca de su antigua iglesia colonial. La que está oculta por árboles y ventas callejeras. En el municipio de Tacachico, al norte del departamento de La Libertad, vi los montículos de una antigua ciudadela precolombina. A la que ahora llaman Las Marías y que está siendo saqueada.

Podría enumerar muchos otros lugares con valor patrimonial, de esos que para mi resultan insospechados y que no me dejan de causar cierta pena. Porque pese a que El Salvador no cuenta con gran cantidad de bienes históricos, que detallen su pasado, estas estructuras están condenadas a seguir así.  Olvidadas en medio de cañaverales.  O rodeadas de conflictos sociales que las mantienen cercadas, impidiendo el cliché: reflexionar en lo que fuimos y seremos. Y lo digo, aunque suene cansino.  

 

22 Ene 2010 Impulso verde

Conocí a una familia a quien nadie le dijo cómo producir abono orgánico. Lo cierto es que ya lleva 15 años produciéndolo con los desechos que ellos mismos generan en casa. Esta familia vive en una de las tantas colonias que se desparraman a la orilla del bulevar Venezuela. Está demás decir que es una colonia rica… pero en contaminación, por la ingente cantidad de vehículos que pasa a diario por ahí. El MOP calcula que son 37,000 al día.

En la edición del 3 de enero, Jacinta Escudos escribió una columna de opinión en la que manifestaba desconocimiento acerca de las iniciativas verdes en nuestro país. Al respecto, la alcaldía tiene en marcha proyectos con escuelas, con familias y con mercados. De cumplir con al menos la mitad de lo proyectado, la comuna ya habrá realizado más que cualquier otra gestión.

Pero más que desconocimiento de las políticas de tratamiento de desechos en un país, más que esperar a que todo nos venga de arriba, la ciudadanía debiera actuar desde abajo. Desde la casa. A veces la cultura se consolida mediante la marcha. Y si cambiamos nuestros hábitos a tiempo, el futuro lo agradecerá. Otras veces es cuestión de averiguar, y en serio.

A la familia que conocí nadie le dijo cómo reciclar, cómo separar y hacer compostaje. Aprendieron mediante la marcha gracias a un innegable impulso verde que sintieron.

15 Ene 2010 Sobre la edición del 17 de enero

En esta edición les presentamos a  dos personajes que han grabado sus nombres en la historia gracias a su desempeño en la política. Desde Europa,  Margaret Thatcher ha quedado inscrita como  la única mujer, hasta el momento, que ha sido elegida como primera ministra británica. Y aquí, en El Salvador, Héctor Dada Hirezi se ha destacado como un político de firmes convicciones.

Tras la publicación de documentos que estaban clasificados, ha quedado al descubierto el carácter fuerte, elitista y abiertamente racista de Thatcher, quien  supo imponerse como funcionaria.

Héctor Dada Hirezi es un hombre con un currículo larguísimo que no se limita a la política. Puede hablar con conocimiento de causa de una amplia variedad de temas: desde la ingeniería hasta la literatura; desde la economía hasta la religión.

En una entrevista realizada por Gabriel Labrador, Dada Hirezi deja ver su pasión por lo socialdemócrata, su faceta de padre tolerante y su convicción cristiana. Este artículo dibuja tanto al político como al hombre.
¦lt;br /> Incluimos también un trabajo que se basa en la poca importancia que en el país se le da a los traumas psicológicos que quedan en los damnificados de los desastres naturales, como en el caso de las lluvias del 8 de noviembre.

Entre la urgencia de conseguir comida y techo, se pierde la necesidad de superar las heridas que no se ven. Y estas, igual o más que un golpe, pueden imposibilitar el regreso a las labores cotidianas.

Esperamos que la disfrute, es para lectores como usted.

14 Ene 2010 Una cita con la historia

El próximo domingo saldrá publicada una entrevista de ocho páginas con el político Héctor Dada Hirezi. La preparación del cuestionario y la entrevista en sí fue una cita con la historia: pocas veces uno puede conversar sobre casi cualquier tema, casi cualquier período posterior a los años 60, hacer preguntas sobre ello y, más aun, recibir interesantes alocuciones como respuesta.

Hay que estar a la altura para entrevistar a Dada Hirezi. Intenté -intenté- ponerme a tono hablando con gente cercana a él, leyendo algunos de sus libros académicos y desempolvando algunos libros de historia salvadoreña. Pero este político de Cambio Democrático también analiza la realidad actual, con el vericueto de ARENA o el extraño caso del FMLN – Funes. Reordenamiento del centro capitalino, obras ingenieriles, religión, familia… el abanico de temas abordados es rico.

‘Uno de los momentos más desagradables que yo he vivido en la Asamblea Legislativa’, dice Dada Hirezi, fue la aprobación del tratado de libre comercio con Estados Unidos. ‘Por la poca responsabilidad de un tratado muy mal negociado, con artículos muy problemáticos de los que ya estamos comenzando a sufrir las consecuencias, y que se convierte en una ley superior a toda ley nacional. No es que yo me oponga al libre comercio. ¡Cuidado!’, dirá este demócratacristiano fundador del PDC y político de centro habituado expresesarse con todos y cada uno de los matices posibles.

No cabe duda que Dada Hirezi merece más que una entrevista de perfil como la del próximo domingo; pero hay citas con la historia que urgen y que, más que eso, resultan ineludibles.

07 Ene 2010 Sobre la edición del 10 de enero
 |  Categoría: General  | 1 comentario

En esta edición pesan los niños. Desde los que crecen en una casa humilde, pero rodeados del amor y las atenciones de una familia que los protege; hasta los que jamás han recibido un abrazo de sus progenitores.

Hace 15 años, el hogar de la familia Del Cid Flores vivió una revolución. Esperaban la llegada de cuatro bebés y ya eso disparaba las alertas y las preocupaciones. Al final, sin embargo, recibieron a cinco pequeñitos hambrientos y gritones. Faltaron manos para atenderlos, pero sobró el cariño y la voluntad para criarlos bien.

Ahora los quintillizos son adolescentes y, aunque el dinero siempre ha faltado, les ha sobrado el coraje para aprovechar cada oportunidad que han encontrado. Van a la escuela, estudian inglés y ayudan en el hogar.

En el otro extremo, Moisés es un bebé a quien su madre abandonó en el Hospital de Maternidad. En sus cinco meses de vida, solo ha conocido de las atenciones que le brindan en el ISNA. No sabe de calor de hogar. Aquí mismo se encuentra también Jackelin, una niña que vive esperando con ansias la visita de su madre. Y están tantos más a quienes la Navidad les supo a nada, porque nadie los abrazó.
Como ellos, a cientos se les va la niñez en centros de atención en donde encuentran cubiertas sus necesidades básicas, y nada más. No habrá calor, ni consuelos, ni mimos, de los que los quintillizos  -en toda su pobreza- tanto gozaron.

Lo dicho, en esta edición pesan los niños.
Esperamos que la disfrute, es para lectores como usted.

24 Nov 2009 En la República del miedo

Escribir sobre las muertes de motoristas y cobradores del transporte público salvadoreño a manos de lo que se presume son pandilleros es un reto que por fuerza debe conducir a un reflexión de cómo se hace periodismo sobre el tema en El Salvador.

Combinar las palabras extorsión, pandillas, transporte público es ya causa de aflicciones, nervios, paranoias, miedos. Hay riesgos y muchos. Y de todos ellos el periodista debe estar consciente para no ponerse en riesgo y para no poner en riesgo a otros. En este tipo de temas, qué triste, el anonimato, las citas en lugares neutros, la promesa de que no habrá imágenes ya no sirven de nada.

‘Yo de eso no puedo hablar’, me decía un motorista que conocí hace días. ‘De cualquier otra cosa, con gusto, pero usted debe comprender, me tengo que cuidar, sino, nadie lo va a hacer’. Su voz sonaba acongojada al otro lado del auricular. Me di cuenta que la confianza que nos teníamos no llegaba a tanto como para que me contara las generalidades del mundo de las extorsiones. íƒâ€°l tenía razón; y así, como tantos otros con los que intenté hablar. El motorista lanzó una última advertencia: ‘Usted también tiene que cuidarse, el que anda en estos temas corre peligro… sino, mire lo que le pasó al compañero de ustedes, a Poveda’.

Es obvio pensar que si el busero que está siendo extorsionado no denuncia ante la Policía, ¿cómo va a sentarse frente a una grabadora y a alguien que dice ser periodista con la tranquilidad de que este no lo traicionará y que al día siguiente no va a ver su nombre publicado en miles de periódicos?

De todas maneras, logré a hablar con gente del negocio del transporte y alguna que otra autoridad de seguridad competente. Pero motoristas o cobradores ninguno. Todos tienen miedo. De lo que pude conseguir versará una crónica que saldrá publicada en la Revista Séptimo Sentido el domingo 29 de noviembre.

20 Nov 2009 Alharaca en Panchimalco

Desde la escuela me hablaron de Panchimalco. Me lo dibujaron en forma de iglesia colonial con santos en la fachada; o con cara de señora con atuendo indígena. Crecí viendo a Panchimalco en calendarios y hasta en toallas. Una maestra me dijo que en este pueblito radica lo que en esencia es ser salvadoreño. Escuché que era un sitio turístico. Que debía imaginarlo con telares de mano. Con palmas con flores incrustadas. Con santos antiquísimos. Que vería collares hechos con monedas antiguas. Barro y chales. Que escucharía  náhuatl.

 Hace poco fui a Panchimalco.  Tras un breve recorrido, tuve la sensación de que salvo la iglesia no veía nada más de lo mucho que me dibujaron. Tuve la sensación de que Panchimalco se limita a su iglesia. La misma que  mantiene pulcra únicamente su fachada. En su interior se exhibe el abandono y la descomposición. Incluso, más de la mitad de los santos, o tallas coloniales, han sido robados.

 Hace años que en Panchimalco no caminan mujeres con indumentarias indígenas. Ya no  hay telares de mano, ni collares con monedas. Nadie habla náhuatl. Nadie vende los famosos chales, ni barro.  Pero ese no es el problema. El problema son las incongruentes expectativas. Que los salvadoreños mantengan una eterna alharaca entorno a un solo pueblo. Es un intento superficial de buscar identidad cultural, que hoy se limita a una fachada encalada.

 Ahora que no hay mujeres nahuahablantes, debería existir un museo explicativo. Debería restaurarse el interior de la iglesia o crear un museo de arte religioso. O rescatar otras estructuras antiguas como su campanario, la iglesia del Calvario o si se quiere hasta el cementerio. O abrir al público la casa del legendario pintor José Mejía Vides. En Panchimalco no hay ni comedores,  aun así concuerdo con mi antigua maestra: en este pueblito radica lo que es ser salvadoreño. Los salvadoreños hacemos alharaca de que la cultura está aquí, pero nadie quiere compenetrarse con ella. Nadie quiere dignificarla con sensatez. Todos nos conformamos con tener fachadas de identidad cultural, aunque por dentro se estén deteriorando, o ya no existan.

13 Nov 2009 Días de luto, balas y banderitas blancas

Sábado 11 de noviembre de 1989. La guerrilla lanzaba la ofensiva ‘hasta el tope’, acción militar que buscaba la toma del poder y obligar a una negociación para el fin de la guerra civil. La población, atrapada en aquellas trincheras, sufrió de cerca el estruendo de las balas y el temor a salir de sus casas. El resultado: un país desangrado, asesinato de intelectuales y centenares de muertos y heridos. Demasiados.  

Veinte años hace desde aquello. Este domingo 15 de noviembre, en Séptimo Sentido encontrará una cita con el pasado, una reconstrucción histórica de ese capítulo violento que marcó al país.

‘Pasábamos durante semanas encerrados en la casa. Un día mi mamá y hermano salieron con su banderita blanca porque escucharon disparos en la vivienda de una tía. No lograron llegar muy lejos. Yo solo escuché un estallido y el tiroteo. Una granada los mató.’

El testimonio es de José Melara, un empleado de maquila con quien hablé a propósito de este reportaje. José tiene 34 años, y era un adolescente para aquellos días de noviembre dos décadas atrás. ‘No importa el bando, perdimos a alguien’, dice. Es cierto. Más allá de los motivos que originaron la ofensiva, muchos como José quedaron en medio de las balas, perdieron a un padre, una madre, un hermano, un hijo. Muchos como él ruegan hoy, en tiempos de paz, no tener que vivir de nuevo algo parecido.

¿Y cuál es la trascendencia de recordar un hecho como este 20 años después? Pues, como dicen por ahí: vale la pena recordar para no olvidar aquello que no debemos repetir. En lo personal, aún no olvido esas columnas de gente huyendo con sus banderitas blancas de los edificios de la Zacamil, donde vivía con mi familia. Recuerdo haber pensado: ¿será que esta señal de paz evitará que nos maten? Pero en esos momentos, no había más por hacer. Muchos, como la mamá y hermano de José, no salieron vivos. Sin duda cada vida apagada fue y sigue siendo un precio demasiado alto a cambio de los ideales de algunos personajes de la esfera política.

Y usted, ¿qué recuerda usted de la ofensiva de 1989? ¿Dónde estaba? ¿Cómo ve al país dos décadas después de ese suceso? Le invitamos a compartir su experiencia.