Son pocos los que deciden reconocer cuando comenten errores, pero los que lo hacen se aseguran un lugar en el corazón de Dios y del pueblo. Hace unos meses atrás me encontré en la polémica más grave de mi vida, cuando por un programa televisivo, el cual yo conduzco desde hace más de ocho años, inició un proceso de destitución de Ministros y encargados de centros penitenciarios de El Salvador; resulta que este proceso de pacificación mal llamado tregua entre pandillas que se lleva a cabo en El Salvador y partes de Honduras tiene aún muchos lados oscuros y rocosos que nadie aclara.
El principal de ellos su origen, nadie se hace responsable de explicar cómo, cuándo y dónde surge este proceso de pacificación; simplemente un lunes apareció un personaje del Gabinete actual asegurando que él podía reducir los homicidios en un treinta por ciento del actual dato que a la fecha era de un promedio de seis a siete muertes diarias por la violencia pandilleril en las calles del territorio nacional, esta noticia fue la carta fuerte de dicho personaje, con ello estaba ampliando la simpatía por el Gobierno actual y catapultando la popularidad del máximo gobernante.
Lo que no aclaró fue cómo lo lograría, omitió los pormenores y detalles de tan efectivo plan de pacificación, los primeros en saltar a la palestra del estrellato fueron los religiosos, en este especifico caso la amada Iglesia Católica y su representante Capellán de las Fuerzas Armadas de El Salvador como designado para dicha labor, nosotros los hermanos separados quienes no contamos con los privilegios de la Iglesia Católica ni con el presupuesto y mucho menos con el reconocimiento de nuestras instituciones, fuimos los grandes ausentes en dicho proceso a pesar de trabajar a diario en todas las correccionales y cárceles del país.
Aparecieron los principales líderes de la mal llamada tregua con simbología Católica en el pecho, aparecieron en Misas dentro de sus centros de reclusión, conversaban con periodistas, ellos llegaron a ser la noticia del momento, todo noticiero, toda tele revista estaba pendiente del proceso de pacificación, a tal grado que celebraron actividades con organizaciones internacionales en parques y plazas públicas, donde se comprometían a respetar la vida de la ciudadanía, a velar por el bienestar de las comunidades que ellos representan, realizaron también entregas simbólicas de material bélico con el cual según las noticias operaban en las zonas de conflicto.
El lado flaco de dicho proceso se notó cuando los privilegios excedieron los compromisos, cuando los detalles de la pacificación comenzaron a verse, cuando los líderes pandilleriles exigiendo sus derechos como personas naturales privados de libertad, se vieron mezclados con aquellos privilegios otorgados por el Gobierno a cambio de reducir sus operaciones en territorio nacional, ese era el momento de reconocer que estábamos por mal camino, ese fue el momento donde los gobernantes debieron decir “Nos equivocamos en el proceso, será necesario retroceder”.
Pero pudo más el orgullo, la soberbia, la tiranía, la buena fama, los aplausos, el reconocimiento internacional, que la valentía; fue allí que mostraron sus verdaderos colores como gobernantes, removieron ministros, directores, custodios, allegados de todos aquellos que tenían relación con el tema de la pacificación y sus consecuencias; pero eso no fue lo peor, lo peor fue ignorar la palabra de Dios que nos dice “Todo lo oculto sale a la luz”. Dios reveló por medio de la soberbia de los encargados la corrupción de centros penales, la falta de ética profesional de los encargados y las malas intenciones de los políticos de tomar las vidas de los Salvadoreños como caballo de batalla para tener mayor popularidad, qué triste es no poder reconocer nuestros errores.
Por ello hoy digo que “Es de valientes el reconocer cuando nos equivocamos” y de cobardes el limpiarse en otros cuando las faltas las cometimos nosotros.